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"Está instaurada la cultura de la falta de respeto"

A una década de su llegada a la presidencia de Nacional, Ricardo Alarcón mantiene su ojo crítico: "Ahora comprendí por qué los vivos tienen éxito"
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06 de noviembre de 2016 a las 05:00
Una década después de ingresar por primera vez como presidente por la puerta de la sede de Nacional, Ricardo Alarcón observa el fútbol a distancia, lo disfruta como espectáculo, pero no piensa volver a la dirigencia. Su vida tomó otros rumbos, siempre recorriendo "el camino del servicio", como lo define. Actualmente es presidente de la Fundación de Amigos del Teatro Solís, y durante los últimos tres años y medio y hasta hace una semana fue presidente de la Fundación Pérez Scremini.

"El teatro también es un arte, como el fútbol", se apresura a plantear para entrar en el tema que le ocupa y trazar un paralelismo con la actividad que le brindó un lugar especial en la sociedad.

Enseguida se acerca al costado más humano, su aporte en la fundación que atiende a niños con cáncer. "La gente tiene derecho a la salud y debemos evitar que el derecho a la salud se transforme solo en una expresión de deseo, por esa razón la Fundación Pérez Scremini atiende a todos los pacientes, independientemente de su clase social o el lugar en el que viven. Llegamos a todo el país".

¿Qué tienen en común haber sido presidente de Nacional con presidir la Fundación de Amigos del Teatro Solís y la Fundación Pérez Scremini?
La militancia social. El servicio. La vida nuestra es muy corta y considero que cada uno debería realizar lo que le hace verdaderamente feliz. Esto que realizo me genera una gran satisfacción, porque podemos volcar algo para ayudar a otros. Pero cada uno sabe qué es lo que le hace feliz. Estoy seguro que el dinero no hace la felicidad; te podrá ayudar, por ejemplo, a ser más libre, pero nada más que para eso. Cuanto más despojado estés de las cosas materiales, más libre sos. Y si podés darte cuenta que sos capaz de administrar bien tu tiempo de forma tal que encontrás muchos espacios en los que podés trabajar tu creatividad y aportar un granito de arena en un montón de organizaciones que procuren mejorar la calidad de vida de la sociedad en la que vivís, bienvenido sea. Tengo 12 nietos, disfruto vivir en Uruguay y cómo no voy a querer que este país esté cada vez mejor. Eso creo que es lo que prima en la mayoría de los ciudadanos, porque hay infinidad de acciones que hace la gente de manera anónima, que obviamente no trascienden, pero que realmente tienen un resultado fantástico.

¿Cómo llegó a la Fundación Amigos del Teatro Solís?
La dirección del teatro, que encabeza Daniela Bouret, invitó a un grupo de personas y me eligieron presidente. Es una fundación, que genera ingresos económicos, que tiene muchos años y que realizó un gran trabajo para la recuperación del teatro y para dejarlo en las mejores condiciones técnicas para brindar sus espectáculos.

¿Y a la Fundación Pérez Scremini?
Invitaron a 50 personas y en un momento dividieron los cargos. Originalmente me asignaron la vicepresidencia, pero cuando el presidente Gabriel Flangini dio un paso al costado asumí en la función. Hace una semana, después de tres años y medio de gestión, me pareció que la rotación en los cargos era una expresión que aseguraba la cristalinidad. Ahora continúo en el consejo de administración como vocal.

Imaginó que tras su gestión en Nacional se iban a abrir tantas puertas.
A la presidencia de Nacional llegué con 59 años, en un mes cumplo 69, pero siempre fui un individuo de alta participación social. En la época de estudiante fui secretario general de la Asociación de Estudiantes del Liceo Miranda. En el Banco del Plata entré como auxiliar, estuve cuatro años, y fui presidente del Club de Empleados. Fui integrante de la representativa ante AEBU. Siempre fui así, y ahora que tengo tantas canas, me doy cuenta de lo que hice.

Cuando ve el fútbol a distancia, ¿qué le genera? ¿Nostalgia? ¿Ganas de volver?
Tendría que decir cosas que a la gente no le van a gustar.

Pero siempre fue así, dijo lo que pensaba. ¿Va a cambiar ahora?
No, no voy a cambiar. Le adelanto que voy a decir algo que no va a gustar. El fútbol tiene un problema que es inentendible: está instaurada la cultura de la falta de respeto. No se respetan los reglamentos; felicitan a los dirigentes que consiguen que el club gane por encima del reglamento; felicitan a los jugadores que simulan situaciones en el campo e inducen al error al árbitro; se hace un ejercicio de discutir siempre la autoridad. Eso acontece en todos los estamentos del fútbol. Además, los empresarios se llevan por delante a todo el mundo. También los padres les discuten a los entrenadores por qué no ponen a su hijo, y aducen que le están negando llegar a ser Suárez. De la misma forma te digo que he visto cosas que me sorprendieron del rugby, que es el costado que deberíamos imitar. En un partido al que asistí en el Charrúa, todos festejaron un try de Uruguay, pero el árbitro pidió ver la repetición en cámara, constató que no había sido legal la anotación, lo anuló y nadie protestó ni dijo nada. Nadie discute el fallo de los árbitros. Hay respeto. En el fútbol no, y la verdad es que nunca me había dado cuenta de eso. Ahora comprendí por qué los vivos tienen éxito; por qué en el fútbol no se aprecia la integridad ni la honestidad, sino la viveza. Obviamente que hablo en términos generales.


"Una forma fantástica de convivir con las redes sociales es evitar leerlas. Que te importe un rábano lo que digan. Considero que lo importante es dormir con la conciencia tranquila. En mi época no existía esta exposición en las redes, pero estaba Decano con su Talud, y sabés que hacía: trataba de no leerlo porque las pocas veces que lo hice me dieron ganas de contestar cada una de las opiniones que vertían. No lo hacía porque mi función era otra, no como hincha, sino como conductor del club"

Lo escucho más crítico del producto fútbol de lo que era.
¿Por qué en el fútbol está permitido insultar? ¡Los cánticos alabando la muerte son increíbles! No podría haber sido nunca árbitro de fútbol.

Pero seguro alguna vez insultó en una cancha de fútbol.
Sí, claro, pero entendí que no era la forma para convivir. Tenemos que defender los valores imprescindibles para vivir en sociedad. Y pongo un ejemplo. A ese partido de rugby sobre el que le comenté, fui con mi señora. En determinado momento me alejé para hablar con el presidente de la URU y ella fue al baño. Sin darse cuenta dejó la cartera en la tribuna y sabe qué, cuando volvió la cartera estaba ahí. Eso debería suceder siempre, sin embargo lo entendemos con una excepción.

¿Ver el fútbol a la distancia le genera ganas de volver?
No. Ahora mi contribución pasa más por otro lado, en estos lugares en los que estoy actualmente y por otras cosas que pueda hacer.

¿Cuál fue su peor día en el fútbol en esos seis años como presidente?
El día que fui caminando al Tróccoli con los hinchas. Había una sola puerta habilitada. La Policía quería cachear a todos, el partido había empezado y había media hinchada afuera. Se generó una trifulca de novela, la Republicana a caballo avanzó contra la gente y recuerdo que fui a intentar hacer algo para apaciguar los ánimos, cuando de pronto quedé en el medio entre los hinchas y la policía, con las manos levantadas. Estaba solo tratando de frenarlos porque en un acto irracional aquello se había convertido en una batahola. ¿Mirá si hoy, con los niveles de violencia que tenemos, un presidente de un club se va a parar en medio de todo eso? Cuando volví al coche me habían destrozado el auto en la plaza Lafone. Fue el peor día porque me pregunté por primera vez desde que había llegado al fútbol qué estaba haciendo ahí.

¿Su mejor día?
Hace ya bastante tiempo de esto, comía en un bolichito cuando se arrima un señor y me dice: 'Presidente, un primo mío le pidió a usted hace unos años, cuando no podía ir a la sede porque por su enfermedad está en silla de ruedas y usted le dijo que se quedara tranquilo que se iban a hacer rampas en la sede y en el Parque Central. Las hizo y no sabe la felicidad que le significó para él'. Ese fue uno de los días más hermosos. Después están los resultados deportivos, que sin dudas te marcan.

Se anima a contar un mito del fútbol, o una anécdota.
Una de mis salidas preferidas cuando estuve en Nacional era ir al supermercado porque mientras iba con el carrito caminando entre las góndolas tenía el termómetro de la gente. Especialmente porque las personas piensan que cuando uno es presidente anda en autos blindados y no puede trasladarse como cualquier ciudadano por la calle. Yo salía, andaba y particularmente iba al supermercado para escuchar al hincha, a la señora, a las futboleras que saben de fútbol y que no están contaminadas con el fervor de la tribuna pero no se pierden partido.

¿Tiene algún aporte para solucionar el problema de la violencia?
No, para esto están los especialistas. En lo macro creo que hay que explicarle a la gente que esto es un deporte nada más, y debemos saber que hay acciones de violencia que nada tienen que ver con el deporte, y que el deporte es un espacio utilizado por determinadas personas para otras cosas.


El estadio y el decanato

"¿Por qué tenemos que tener el estadio más grande? Volvemos a lo de siempre. ¿Por qué la discusión de quién es el más viejo? Sabe qué, yo quisiera ser el más joven, el más inteligente, el más eficiente. Como si por ser más vieja la institución fuera más grande. No, no tiene ningún sentido. Pelear por el estadio más grande tampoco tiene sentido. Quién fue el último que ganó tal cosa, el que logró tal otra. Siempre pensamos en pasado y nunca en presente o futuro"


Tabárez y Carrasco


"Te voy a contar un secreto. Algo que aún no había comentado, porque tampoco se había planteado la ocasión y que ahora con el tiempo se puede decir. En 2010, con Daniel Barreiro (exdirigente, fallecido) habíamos planeado invitar a Óscar Tabárez para que fuera entrenador de Nacional. ¡Sí, a Tabárez! Eso fue previo al Mundial. Viajé a Sudáfrica y un día le comenté a Tabárez que me gustaría hablar con él, pero nunca le expresé el motivo que tenía, solo que hablaríamos al regreso. Y hasta ahí llegué... ¡Qué le iba a decir al retorno después del campañón en Sudáfrica! Con seguridad iba a ser muy resistido en el club, pero más de la que hubo cuando traje a Carrasco, no creo", puntualiza Alarcón, quien subraya: "Aquello (lo de Carrasco) fue terrible. Algunos me pedían desesperadamente que lo trajera, pero otros con tanto o más énfasis, que no lo trajera".


Súperman y las corridas


"Un día después de un clásico con una de mis hijas iba en el auto por Paullier hacia la rambla. Ya habíamos pasado Rivera y veo adelante, a una cuadra, a dos hinchas de Nacional que dan vuelta en una esquina corriendo desesperados hacia abajo, hacia el Parque Rodó. Estaba a una cuadra aún; cuando llegamos a esa esquina miro al costado y veo venir un 'malón' de Peñarol. Aceleré, alcancé a los muchachos y los hice subir al auto. Años después, Pasión Tricolor, el programa partidario de Nacional, me invitó a un evento que organizaron en el Centro Gallego. De pronto se acercan dos chicos con un tubo de plástico y me dicen: 'Esto es para usted'. Me habían caricaturizado de Superman arriba de un auto blanco. Se trataba de estos chiquilines a los que había 'salvado'. Esa lámina que me regalaron la conservo con mucho cariño", expresó Ricardo Alarcón.

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