Ricardo Peirano

Ricardo Peirano

Reflexiones liberales

¿Estamos en crisis?

De un tiempo a esta parte parece haberse instalado una sensación de que la economía estaría entrando en una etapa de crisis
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12 de julio de 2015 a las 00:00

De un tiempo a esta parte, y a raíz a algunas medidas tomadas por el equipo económico sobre aspectos icónicos pero no sustanciales del sector público (Antel Arena, publicidad oficial, etc.), parece haberse instalado una sensación de que la economía estaría entrando en una etapa de crisis, que es preciso guarecerse bajo el alero hasta que pasen estos vientos externos que ahora soplan de frente (¿no era que la economía crecía por nuestros méritos y no por las condiciones externas favorables?) y que conviene recortar gastos e inversiones y esperar a mejores épocas.


Triste sería que ese percepción se instalara porque vendría a ser el típico caso la profecía autocumplida. Si todos reducen su consumo y su inversión, tanto en el sector público como en el privado, efectivamente tendremos una recesión autogenerada. Pero ello es como tirarse un tiro en un pie. Es cierto que las condiciones globales no son tan favorables como hace 4 o 5 años. Es cierto que la región nos pega, que Brasil no crece y Argentina no sabe para dónde va y que los precios de los commodities no son tan favorables. Pero uno ve otras economías de América Latina como Chile, Paraguay, Perú, Colombia y Bolivia con tasas de crecimiento sólidas.

Conviene recordar, como decía esta semana el economista y ex ministro colorado Isaac Alfie en el semanario Voces, que los precios de las materias primas son un 115% más altos que los de 2004 cuando la economía crecía fuertemente y 180% superiores a los del período 1999-2003. No estamos en 2010 pero estamos con precios que son el doble de épocas en las que ya había crecimiento.

Lo que sí requiere ajuste es el desmesurado gasto público, que creció en la última década por encima del crecimiento de la economía y aprovechó hasta el último peso del aumento de la recaudación fiscal. Y cuando ya no hubo más, creció a cuenta del déficit, que pasó de -1% de PIB en 2010 a -3,4% en 2014, y ello con la economía en expansión. Las nuevas autoridades echan de menos los aportes de las empresas públicas debido al alto nivel de inversión pero el problema no está ahí (algunos fueron muy buenas como en energía y telecomunicaciones y otras no tanto como en el ente petrolero) sino en el continuo y pertinaz ascenso del gasto público y de sus funcionarios (60.000 desde 2005 a 2014) sin una contrapartida de mayor eficiencia. Ahora bien, desde filas del partido de gobierno que administró estos dos períodos, nadie da una explicación sólida del por qué del aumento del gasto ni de los funcionarios. Que fueron necesarios planes de emergencia, nadie lo discute. Pero ello no explica ni con poco el aumento del gasto. Sin contar, además, con las carencias en infraestructura que ahora se presentan acuciantes por falta de inversión en un largo período en esa materia.

Poner orden en las cuentas públicas es de orden. Pero la publicidad estatal, los viajes al exterior y el Antel Arena son gotas de agua en un océano. Entrar en el funcionamiento de la administración central, exigir resultados, realizar evaluaciones, es mucho más difícil y por eso no se hace. Pero ya que se habla de ajustar el cinturón a veces por dónde no corresponde quiero darle la palabra a alguien que sabe mucho más. Quiero citar a Albert Einstein cuando estuvo en 1925 en la Universidad de la República y dijo palabras muy sabias, que a 90 años mantienen plena vigencia.

“No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias, Quien supera la crisis, se supera sí mismo sin quedar “superado”.

Uruguay tiene problemas que vienen de lejos y que, ahora que los vientos de cola amainan y se vuelven neutrales o ligeramente de frente, quedan otra vez al descubierto: baja competitividad, preocupante nivel de educación secundaria, un estado gordo que cobra altos impuestos y no da buenos servicios, falta de cultura del trabajo en muchas personas acostumbradas a depender del estado, decadencia de valores que empujen el esfuerzo. Para resolver esos problemas es poco y nada lo que se hace. Y concluyo con Einstein: “la verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia. El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y las soluciones… Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.

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