Camiones. Foto de archivo.

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"Me mandé una cagada": la reacción del camionero que mató a otro camionero en Rivera

El hombre no pidió ayuda después de disparar, según la fiscal
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05 de enero de 2018 a las 17:20
El camionero de 63 años que asesinó este martes al dirigente del Sindicato Único de Transporte de Carga y Ramas Afines (Sutcra) Marcelo Silvera no buscó ayuda después de disparar. El hombre estacionó el camión que manejaba, guardó las pertenencias en su auto personal y llamó a sus familiares, mientras la esposa del camionero asesinado lloraba y pedía socorro.

"Se tomó unos minutos para llamar a su sobrino y a su hija y decirles que fueran al lugar porque se 'había mandado una cagada' y ni siquiera ahí llamó a una ambulancia o al 911", afirma el pedido de formalización que preparó la fiscal de 1er turno de Rivera Bettina Ramos.

La Justicia determinó prisión preventiva para el asesino durante 90 días. En el texto la fiscal no hizo referencia a que el camionero podría haber matado a Silvera por un conflicto sindical, como acusaba el Sutcra.


Silvera persiguió al camionero durante 15 kilómetros por la ruta luego de que el trabajador de la empresa de transportes Viana lo hubiera rebasado para adelantarlo. Enojado por la maniobra que había hecho con el camión, decidió seguirlo hasta los talleres de la compañía para la que trabajaba el homicida.

"Silvera detiene su auto a pocos metros del camión, pone el freno de mano y desciende sin camisa –dejando el auto encendido y la puerta abierta– a reclamarle (al camionero) la maniobra realizada", agrega el texto.

Entonces se produjo una discusión. Los testigos no pudieron escuchar bien qué pasaba porque el ruido del motor del camión era fuerte, pero sí vieron gesticular a Silvera. Los únicos que estaban eran la esposa del hombre asesinado y el sereno de la empresa, que había salido a abrir el portón para que el vehículo entrara.

La esposa de Silvera oyó el disparo y enseguida vio cómo su pareja trataba de caminar mientras se tocaba el pecho, aunque se cayó enseguida. "Su esposa lloraba ante el cuerpo tendido, arrodillada sobre él y gritando por ayuda", señala el pedido de formalización.


En ese momento el asesino se tomó su tiempo para ordenar sus pertenencias. Mientras tanto, cuatro policías llegaron y cerraron el portón por miedo a que se fugara. Según la fiscal, esa actitud muestra que el homicida "no tenía intención de colaborar" con el proceso. "La idea de entregarse no surge de sus propias acciones, por el contrario", dice el texto.

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