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Ana Ribeiro: “No creo tanto en las medidas de Vivir sin miedo, como sí en reformas educativas”

La historiadora es la tercera candidata al Senado por Alianza Nacional; si es electa, buscará imponer reformas educativas y culturales en la agenda
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22 de septiembre de 2019 a las 05:00

Hace diez años que trabaja codo a codo con Jorge Larrañaga en temas educativos. Integró las listas de Alianza Nacional, aunque siempre en lugares sin posibilidades reales de ocupar una banca parlamentaria. “Tenía terror”, cuenta Ana Ribeiro, historiadora y escritora sobre las veces en las que el nacionalista se lo planteó. Tras cuatro décadas de docencia –en las que tuvo entre sus alumnos al hoy candidato Guido Manini Ríos–, Ribeiro decidió abrir las puertas a una posible nueva etapa en política.  Posible porque los votos deberán confirmar el próximo 27 de octubre si se convierte en la tercera senadora del sector de Larrañaga. A continuación, un resumen de la entrevista con El Observador

¿Cómo tomó la propuesta de Larrañaga? 
Con riesgo (ríe). Veo cercano el fin de mi vida académica como universitaria. Tengo 63 años, cumplo 64 y el año que viene, teóricamente, debería jubilarme. Cambiaron cosas a nivel político. A Jorge no le fue bien en la interna. Su grupo comenzó a sufrir las consecuencias de una pérdida. Nadie quiere estar en los lugares de los “perdedores”. Prefieren a alguien que parezca que va a ganar. Eso me dolió. Sobre todo porque creo que lo que Larrañaga representa en política es valioso. Una postura equilibrada, de consenso y diálogo siempre. Más allá de que Jorge parece siempre tan apasionado, que se enoja con esto y con lo otro. 

Decía también que pesó lo que ve como una “brecha infame” en la sociedad. ¿A qué se refería?
En las últimas décadas nos ha ganado una suerte de dicotomía política. Los buenos y los malos. Incluso la concepción de izquierda y de derecha se ha teñido de una descalificación que me parece muy infame. Parecería que sólo podemos descalificar al que piensa distinto. Eso ha ido creciendo dentro de la sociedad. El cuerpo político tiene que ser consciente de que es necesario borrar esa brecha y no incentivarla. 

¿Cómo evalúa el presente de Alianza Nacional, como el espacio que se identifica con el wilsonismo?
Las herencias siempre son adecuaciones a los tiempos que corren. Wilson (Ferreira Aldunate) ya no está. El wilsonismo es una interpretación de sus ideas y de su acción. Hoy, Alianza es quien se proclama continuador y creo que Alianza lo hace bien. No le ha ido electoralmente bien, porque el vértigo de los cambios políticos es muy grande, así como los electorales. Pero creo que ha dado –y está dando– señales claras de permanencia y de vigilia ciudadana. Allí está Jorge y su núcleo duro marcando su postura con claridad, en todos los rubros. Aun en aquellos que se tornan más polémicos, como el tema de la seguridad. Es una solución que algunos pueden cuestionar, pero es una solución a un tema candente en el mundo. Nuestro proyecto como país –desde 1830 en adelante– está en riesgo. 

 

¿Va a votar la reforma (sobre seguridad) en octubre?
Lo he pensado largamente. Lo que más me convence es la respuesta de la gente. Lo que no haría jamás –y mirá que no te contesto, porque no importa lo que conteste– es creer que esa es la panacea y la solución. Es clarísimo que es solamente uno de los múltiples aspectos que la inseguridad requiere. Hay que disuadir al delito en su avance en la territorialidad, porque le sustraen el control al Estado. ¿Qué hacemos? ¿La solución de (Gustavo) Leal? ¿Entramos puntualmente a algunos lugares? Todo eso está lleno de buenas intenciones pero hay que dar una respuesta más orgánica. No como Estado solo, sino como sociedad. Hay chiquilines que les preguntan qué quieren ser cuando grandes y contestan que narcotraficantes, porque es una figura exitosa en el barrio. Eso es lo que hay que combatir de manera rotunda. Nunca votaría la ley pensando que sola cambia nada. No creo tanto en esas medidas como sí creo en la necesidad de las reformas educativas. Pero, en eso, Jorge ha trabajado largamente, así como Daniel Corbo y Guillermo Fossati. No es un flanco débil de Alianza,  sino todo lo contrario.

"El nadie es más que nadie nos ha permeado mal. Era un principio republicano de igualdad social y se ha convertido en un igualemos para abajo de la peor manera" 

¿Cómo ve el debate electoral  en términos de Educación?
Las campañas, en general, suelen enturbiar la pureza imprescindible para los proyectos de fondo. Todo pasa a ser parte de una suerte de mercadeo, de oferta. El tema educativo se enturbia mucho cuando cae en esas cosas. Lo que le hace falta al problema educativo de este país es un sinceramiento y un grado de generosidad por parte del sistema político. En algún momento hubo –año 2012– un pacto de todos los partidos que luego se desarmó, se desinfló. Esa es la pena. Que no se haya podido mantener. Sino hoy ya tendríamos parte del problema en vías de solución. Tampoco hay que pensar que va a haber una reforma que lo solucione todo de una vez y para siempre. Que vamos a encontrar un nuevo Varela que nos va a decir la fórmula. Pero sí hay que buscar fórmulas que, como el sistema de Varela, acompañen políticamente los cambios de la sociedad, que quede como una huella y como una herencia a la que la gente suscriba, que se sienta representada. Y eso no está presente. Es lo que creo que hay que cambiar rotundamente. Pero no se logra sin un pacto detrás. 

Para tener la mayor representatividad debería volver a ser multipartidario.
Si no es multipartidario, no. Ojo, no hay que pensar que todo se va a hacer desde el Estado. He visto en el liceo Jubilar a un grupo de señoras, notoriamente de clase alta, que daban con absoluta generosidad y de forma anónima todo su tiempo para ayudar en tareas de lectura. Todos en la sociedad van a tener que participar en una transformación educativa. No tenemos que pensar que sólo va a salir del Estado. El Estado tendrá, como en todas cosas, la directiva. Pero no hay que desdeñar de esos experimentos que son verdaderamente fantásticos. Vas a Los Pinos y decís: “¿Cómo? Acá lo logran”. Hay normas de educación, de respeto a la jerarquía del otro. La jerarquía moral y técnica del que sabe tiene que volver a su lugar. No solamente para que ya no le peguen a las maestras, sino para que haya una relación de tutoría intelectual y moral que es imprescindible y que la sociedad ha perdido. El nadie es más que nadie nos ha permeado mal. Era un principio republicano de igualdad social y se ha convertido en un igualemos para abajo de la peor manera. Eso hay que revertirlo. 

"Nunca votaría la ley pensando que sola cambia nada. No creo tanto en esas medidas como sí creo en la necesidad de las reformas educativas" 

¿Qué cosas le asustan de la política?
Las campañas suelen ser duras y, a veces, el camino que se elige es descalificar. No importa si diciendo una verdad, mintiendo o tergiversando, que es la peor de las mentiras. Eso siempre asusta un poco. ¿Cuántas veces la gente quiere hacer cosas y el propio sistema se convierte en una malla de acero que lo aprieta? Y lo que aprieta son ambiciones personales, deseos de poder, aspiraciones a los cargos... Esa cosa que ha terminado siendo tan propia del sistema político que es que el Estado no es un instrumento para servir a la población, sino un fin en sí mismo, como un botín. Confío en que la esencia del sistema político es hacer lo posible. Se sabe que no lo ideal, pero lo posible. Que haya un número suficiente de personas con altura moral como para procurar que se haga lo mejor posible. Que haya entrega, generosidad.

Historiadora, escritora y docente
Dirige el Instituto de Historia de la Universidad Católica, es autora de una decena de libros y ejerce la docencia desde hace 40 años. Hace diez, sin embargo, empezó a trabajar con Jorge Larrañaga. Viajó con él a Finlandia en 2013 para conocer el modelo educativo de ese país. 

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