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¿Si los argentinos no vienen?

El sector turístico uruguayo tiene el desafío de transformarse para sobrevivir
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20 de septiembre de 2018 a las 05:01

Los precios son el mejor predictor del éxito o fracaso de una temporada turística. Por eso hoy los operadores miran aterrados la evolución del dólar en Argentina y Brasil, y sufren al constatar que la moneda uruguaya no acompaña ni de cerca su evolución. 

En lo que va del año, el dólar en Argentina subió 104% y en Brasil, 25%. En Uruguay, la cotización apenas acumula un empuje de 15%. Es absurdo pensar que el peso uruguayo acompañe al peso argentino. Los fundamentos detrás de la devaluación del vecino país no aplican ni por asomo a las circunstancias de la economía local. Uruguay tiene un déficit fiscal alto, pero no enfrenta una crisis de confianza que pone en duda la capacidad de pagar sus deudas. Uruguay tiene problemas para mantener su inflación dentro del rango meta, pero no hay analista que prevea una suba anual de precios de entre 30% y 40% para el futuro próximo. Y eso por mencionar solo dos de los tantos desequilibrios que enfrenta la economía del vecino país.

Uruguay no puede acompañar la suba del tipo de cambio del vecino país y eso supone un problema para aquel que depende de la voluntad de un argentino para elegir su producto –o servicio– hecho en Uruguay, con costos uruguayos y al tipo de cambio actual.

En los pies de un argentino

Veámoslo en números. Pongámonos en los pies de un argentino que decide hoy  el destino de sus vacaciones. Comparado con un año atrás, su salario es 23% mayor, según las estadísticas oficiales. Como el dólar subió 133% desde setiembre del año pasado, con el fruto de su trabajo es capaz de comprar 47% menos billetes estadounidense que hace 12 meses. Viene a Uruguay con esos dólares y en algo ve compensada esa caída porque por cada dólar recibe más pesos uruguayos que el año pasado. Pero saca cuentas y recibe 40% menos pesos uruguayos que el año pasado. Y además se encuentra que los precios en Uruguay subieron (8%) y eso lo lleva a que en total, con el fruto de su trabajo termine comprando 44% menos bienes y servicios.

De este modo, el argentino encuentra que con lo que hace un año pagaba 10 días de vacaciones en Uruguay, hoy no llega a cubrir siete.

El caso del brasileño es menos impactante. Su pérdida de poder de compra en Uruguay fue de 17% en los últimos 12 meses y eso implica que por cada 10 días que vivía en Uruguay el año pasado, hoy tiene cubiertos casi nueve.

Parte de esta caída puede ser compensada por los beneficios impositivos que anunció el Ministerio de Turismo. Es muy difícil pensar que eso compensará la caída argentina. Respecto a Brasil, hay que tener en cuenta que el deterioro de precios relativos no es novedad y la devaluación solo conduce a agravar una situación ya instalada en los últimos años: Uruguay está caro.

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Los incentivos y la innovación

Pensar que el problema del sector turístico en Uruguay se limita a los precios es mirar solo una parte de la historia. La primera reacción por parte del sector a la devaluación argentina fue inmediata. Casi visceral. Buscar una respuesta en el gobierno. Que el BCU no intervenga. Que el dólar suba lo que quiera el mercado que suba –y si es posible, más–. Que le quiten el IVA a los servicios turísticos. Que reduzcan los aportes. Que se haga lo que tenga que hacer. El gobierno escuchó algunos de esos reclamos. Otros no.

La segunda respuesta –y de esto el sector ha dado las primeras señales– es ajustar los números y ver hasta dónde es posible contener los precios para compensar la pérdida de competitividad. Cuidar los costos, bajar la rentabilidad y contener la tormenta. Pero en un escenario que parece haber llegado para quedarse, una tercera etapa debería ser pensar de qué manera se podría justificar que Uruguay hoy sea más caro para los turistas extranjeros que el año pasado. Cómo hacer para atraer turistas no solo durante un mes y medio sino a lo largo del año. Y no es sencillo, ni inmediato y sobre todo, está asociado a inversión y riesgo.

En esa búsqueda, el gobierno –nacional y departamental– puede ayudar, puede apuntalar los incentivos, pero es sobre todo un desafío para el sector privado. Si las condiciones de un negocio cambian, las empresas deben adaptarse. En ese proceso, es posible que haya varias historias de fracaso, pero también habrá quienes atravesarán con éxito el desafío y actores nuevos que se sumarán con propuestas innovadoras, acordes a la realidad actual.

Los incentivos al turismo deben tener en cuenta la necesidad de transformación que atraviesa el sector. Si no lo hacen, no hay descuento de impuestos que permita sostener el principal servicio de exportación que tiene el país.

¿Y para los uruguayos?

Esos incentivos deberían tener en cuenta además del turista extranjero, al turista uruguayo que en los últimos 12 meses vio aumentar su poder de compra 20% en Brasil y 63% en Argentina, mientras que en su propio país su capacidad de consumo se mantuvo prácticamente sin cambio. El turista uruguayo tiene más incentivos a optar por alternativas en el exterior y ese gasto que realiza es dinero que podría dejar en la actividad local. Tan importante para el sector como que un argentino venga a veranear a Uruguay es que un uruguayo decida quedarse en lugar de visitar una playa brasileña.

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