De los encuestados respondió que los motivos de su éxito personal dependen de sus esfuerzos.

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A los centennials uruguayos les preocupa la pobreza, el ambiente y admiran a sus padres

Una encuesta de Equipos Consultores revela que los jóvenes de entre 15 y 24 años están comprometidos con sus ideas y no están dispuestos a ceder en derechos.
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05 de noviembre de 2022 a las 05:04

“Los jóvenes de hoy en día ya no tienen ideología. Solo piensan en las drogas, en el sexo y en orgías”. Les Luthiers, el grupo musical argentino, le dedicó una humorada entera a los prejuicios que los adultos tienen sobre las nuevas generaciones. Y un nuevo estudio uruguayo, centrado en la población de 15 a 24 años, vino a demostrar que a los llamados centennials los mueve algo más que la imagen de un perrito huérfano que se viraliza por TikTok, un discurso encendido de la ambientalista sueca Greta Thunberg o una broma del streamer Auron. Los jóvenes de hoy en día tienen ideología. Su ideología.

Al 65% de los centennials uruguayos les preocupa lo que ocurre con la pobreza y la desigualdad: este tema es el que reviste mayor interés entre esta generación de adolescentes y jóvenes. Así lo revela un estudio que realizó Equipos Consultores —con una combinación de encuestas representativas y grupos de discusión— a cuyos principales resultados tuvo acceso El Observador.

La literatura científica internacional dice que los centennials carecen de fuertes convicciones políticas, reivindican los derechos humanos y el respeto a la diversidad, son decididamente ambientalistas y promotores de la necesidad de cambiar la alimentación para cuidar el ambiente. Algo de eso hay. De hecho, a más de la mitad de los encuestados por Equipos les preocupa el medio ambiente; y a más de un tercio, el bienestar ambiental. Pero según el sociólogo Marcos Baudean, uno de los organizadores de los grupos de discusión, “la información recolectada muestra que estas afirmaciones solo representan parcialmente al segmento centennial en Uruguay”. Porque “si bien hay un conocimiento de los riesgos ambientales que implica el tipo de economía y estilo de desarrollo predominante en el planeta, les dan prioridad a los problemas sociales”. Tanto es así que, en esta especie de radiografía de los nuevos jóvenes, se verifica que una cuarta parte tiene interés en la política, en las elecciones y el sistema democrático, siendo esta motivación más mencionada que la diversidad sexual (17%), la tecnología (16%) o el género (10%).

“Los jóvenes experimentaron un crecimiento de derechos en los últimos 20 años que no están dispuestos a perder: pasa con la identidad de género, con el consumo de la marihuana, con la búsqueda de desaparecidos de la dictadura. No son cuestiones partidarias, son valores que sienten propios. Son valores que demuestran que cuando un veterano se queja de que los jóvenes carecen de valores, es solo el prejuicio de quien piensa que todo tiempo pasado fue mejor”, reflexiona el sociólogo Baudean.

El historiador israelí Yuval Noah Harari cuenta que los tres grandes relatos ordenadores del siglo XX —el fascismo, el comunismo y el liberalismo— fueron cayendo en desgracia. Ya no son atractivos para explicar el mundo en la óptica de los jóvenes. Y el estudio de Equipos lo comprueba. Por ejemplo: hacen un mix entre el peso del colectivo y el individuo. Cerca del 80% de los centennials encuestados sostiene que el esfuerzo es lo que les lleva a un mejor futuro. Son defensores de la meritocracia, en especial entre los más ricos y las mujeres. En cambio, menos de la mitad entiende que el éxito depende del entorno y de sus contactos. Y aunque pueda parecer una paradoja —desde quienes observan anclados en los relatos del siglo XX a estos jóvenes—, son fieles defensores de la igualdad de condiciones de base  —justicia social—.

Pico y pala

Cuando el sociólogo Baudean escuchaba a los centennials discutir en los grupos que coordinó para la investigación, pensaba: cada generación es una versión mejorada de la anterior. “En las sociedades hay un aprendizaje y la de los jóvenes de hoy parte de lo aprendido es que no quieren quedarse presos del trabajo como lo han quedado sus padres”.

Los prejuiciosos dirán que los centennials son flojitos, que no están dispuestos a pagar el derecho de piso o que no se comprometen con nada. Pero el estudio de la consultora demostró que estudiar y trabajar son las prioridades de los adolescentes y jóvenes, aunque no a cualquier precio. De hecho, a cuatro de cada diez les molestaría sentirse incómodos en el lugar de trabajo, a tres de cada diez les fastidiaría que les pagaran poco; y a dos de cada diez, no tener posibilidad de aprender. Pero también les incomodaría la falta de flexibilidad de horarios, que les pidieran tareas aburridas o que no los ascendieran. En definitiva, no están dispuestos a sentirse ignorados.

A uno de los jóvenes que participó de los grupos de discusión, de nivel socioeconómico medio-alto, le preguntaron si se siente presionado cuando le preguntan por el futuro. Y su respuesta describe el padececimiento de la mayoría de centennials: “Nos parece un poco de presión en el liceo para decidir, no estoy de acuerdo en que eso sea lo único en lo que te educan, lo primero que tendrían que hacer es educarte emocionalmente, el trabajo no es el único foco importante en la vida”.

Quienes fueron educados en la década de 1960 —hoy padres o abuelos de centennials— aprendieron que no querían repetir la educación autoritaria que habían recibido en sus casas en una época en que la jerarquía del adulto era palabra santa. Y ahora los más jóvenes quieren “trabajar para vivir, pero no vivir para trabajar” como sus padres.

“Es probable que estemos ante una generación muy peleadora por sus derechos”, señala Baudean. Hace un tiempo, cuenta, entrevistó a una joven que trabajaba en una cadena de comida rápida y al mínimo destrato de su jefe decidió manifestarse en las redes sociales y difundirlo.

El problema que puede generarse en ese sentido, advierte el sociólogo, es que “es posible que el mercado laboral uruguayo no satisfaga las expectativas de muchos de estos jóvenes que consideran que la tenacidad del estudio los llevará a un futuro mejor”. Eso sí: “es una generación que no se queda callada y que tiene más recursos de manifestación que sus padres, porque saben que su lucha no es solo en la calle, sino también en un video de Instagram o TikTok”.

Espejito, espejito

Una profesora expulsó del liceo a una estudiante que llegó a clase con una musculosa. En otro centro educativo a otro alumno, varón, lo discriminaron por vestirse demasiado femenino. Fue hace unos años en Uruguay y eso indignó a miles de liceales. Por eso una semana al año, coincidente con el mes de la diversidad, es frecuente que hayan manifestaciones en las que un día van a clase con pollera, otro con ropa de verano, otro deportivo, de pijama…

Cualquiera pensaría que los centennials —esos que en la pandemia se paseaban por la calle con pijamas de unicornios o tigres de cuerpo entero— detestan los prejuicios estéticos y valoran la belleza interior. Pero, por más que le pese al Principito, lo esencial para ellos sigue estando a simple vista.

La tercera limitación que identifican los centennials es su autoestima con el cuerpo, que crece entre aquellos encuestados de 15 a 17 años y es la segunda limitación más mencionada en este rango, con un leve crecimiento entre las mujeres de esa edad”, reza el resumen de Equipos Consultores.

La socióloga Ana Gudynas, quien viene estudiando el consumo de los más jóvenes, reconoce que “entre los centennials existe una contradicción sobre el ideal de belleza y cómo se comportan respecto a la estética muy superior a la de viejas generaciones”.

En TikTok, una de las redes sociales de referencia entre los jóvenes, el algoritmo de base sugiere videos en que aparecen mujeres blancas, delgadas y jóvenes, o bien hombres flacos y con los músculos marcados. 

“Es la hegemonía estética en su máxima expresión y no es menor que eso suceda en la primera red social en la que los usuarios no interactúan entre sí, sino que es un usuario con su versión de usuario que devuelve un algoritmo”, explica Gudynas.

Tanto es así que, cuenta la socióloga, en Estados Unidos hubo denuncias porque “las modelos gordas, activistas, eran penalizadas en sus videos en TikTok, mientras que los cuerpos ‘perfectos’ no eran censurados”.

Esa búsqueda de la perfección estética se traduce en que más de la mitad de las adolescentes —según la campaña de la empresa Dove en la que Gudynas fue una de las coordinadoras— usa filtros en las fotos y videos que suben a sus redes sociales. Por lo general se afinan la nariz, de ensanchan los labios, adelgazan su panza y alisan la piel. Nada de acné, nada de rollitos.

Los docentes, los psicólogos y psiquiatras especializados en adolescencia vienen advirtiendo que, tras la emergencia sanitaria por covid-19, aumentaron los casos de problemas alimenticios o de cómo compatibilizar la imagen en la vida real con aquella de la comodidad tras una pantalla. Y eso, dice Gudynas, “es una realidad que tendrá que tenerse en cuenta en cómo muchos centennials van superando sus frustraciones”.

El director del colegio Santa Elena, Pablo Cayota, había contado que tras el regreso a la presencialidad y cuando dejó de regir la obligatoriedad del uso de tapabocas, muchos adolescentes preferían quedarse con la mascarilla como una manera de sentirse protegidos frente al qué dirán, como resguardo de imagen más que de una infección viral.

Nuevos ídolos

Entre el deseo casi generalizado de viajar, de conocer el mundo y de salir con amigos, entre los centennials hay una vida que ocurre en internet. Uno de cada cinco pasa más de ocho horas conectado y siete de cada diez declara tener un stremer favorito. En el top 3 están Auron, Rubius e Ibai.

El estudio de Equipos Consultores —que incluyó otros asuntos vinculados al estudio, al consumo de marcas y a las finanzas de los jóvenes— revela que, a escala uruguaya, los influencers más nombrados son Agustín Casanova, seguido por Alaska y Gonza Fonseca. Pero los ídolos de estos jóvenes no son un stremers ni influencers, son seres mucho más cercanos. La mitad de los encuestados manifiesta que sus padres o madres son las personas a quienes más admiran.

Prefieren juntarse o salir con amigos que quedarse encerrados con los videojuegos. Optan por escuchar música o ver series antes que navegar por internet. Y la mayoría prefiere destinar sus ingresos a bienes no durables y experiencias.

Al final, como bromeaba Les Luthiers, “los jóvenes de hoy en día ya no distinguen el mal del bien, ya no hay ley, ya no hay derecho... no hay derecho a que la pasen tan bien”.

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