El estudio fue presentado por el Instituto Nacional de Carnes(INAC), a través del gerente de Contralor Interno del organismo, Gabriel Costa; los investigadores de la Universidad Católica del Uruguay Dámaso Antonio Larrañaga (Ucudal), Rosana Martínez y Leonardo Salle; y Gustavo Capra, del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA).
Para realizar el estudio se tomaron muestras en la faena o línea de desosado de productos cárnicos de ocho empresas de la cadena porcina y de cuatro frigoríficos avícolas.
Martínez, perteneciente a la Cátedra de Nutrición de la Ucudal, subrayó a El Observador Agropecuario la importancia de que Uruguay disponga de valores nutricionales de la carne de pollo y de cerdo, que alientan a seguir promocionando su consumo.
Ahora es posible discriminar su valor en cuanto a lípidos, que es el nutriente crítico más importante vinculado a la prevención y atención de patologías vinculadas a la alimentación. Hay que tener en cuenta que 64% de la población entre 25 y 64 años de edad tiene sobrepeso, sostuvo.
En resumen: para la carne de ave sobresalió que la pechuga sin piel es un corte extremadamente magro, con 2,5 gramos de grasa cada 100 gramos de consumo de ese producto. A su vez, la pechuga con piel tiene un valor total de 6 gramos de grasa cada 100 gramos del producto, lo que indica que sigue siendo un valor relativamente bajo.
En el caso del muslo sin piel rondaría los 8 gramos de grasa cada 100 gramos del producto y el con piel se convierte en un corte graso porque rondaría los 15 gramos cada 100 gramos de ese tipo de muslo, explicó Martínez. Quiere decir que se pueden recomendar la pechuga y el muslo sin piel como opciones de carnes magras, con una cuarta parte de grasas poliinsaturadas que es la que más protege la salud del consumidor.
En cuanto a la carne de cerdo, se priorizan dentro de los cortes magros la paleta, la pulpa de jamón, el cuadril y el pesceto, que están hoy disponibles en el mercado y que están por debajo de los 10 gramos de grasa cada 100 gramos de ese alimento. El solomillo y el carré tienen particularmente un valor de 3 gramos de grasa cada 100 del producto, o sean que tienen valores casi parecidos a la pechuga sin piel, explicó la nutricionista.
La bondiola tiene un valor de 12 gramos de grasa, lo que la dejaría fuera del rango de magro y sería la que menos se recomendaría al momento de reducir el nivel de grasas consumidas. Lo mismo ocurre con el asado y el matambrito.
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