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Aprender a vivir ahogado

Le costó adaptarse a la altura de Quito y cuando lo hizo descubrió que no se siente como en el llano
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08 de mayo de 2017 a las 05:00
Para Federico Alonso fue una experiencia diferente. Abandonar Montevideo, la familia, los afectos e instalarse en la altura de Quito, implicaba un inédito paso, que afrontó con la ilusión de descubrir nuevos horizontes en el fútbol, pero sin despojarse de esos temores propios que vienen atados a la incertidumbre de incursionar en un mercado diferente. Le dijeron que en 24 días iba a estar adaptado a los 2.650 metros, pero recién pasado el mes y medio se empezó a sentir algo más cómodo.

"El secreto de la altura es aprender o acostumbrarse a jugar ahogado. No hay otra. Entrenás y estás ahogado; te levantás y estás ahogado, comés y estás ahogado, vas al supermercado, cargás algo y estás ahogado... Un día te acostumbrás a que te falta el aire todo el día", comienza explicando a Referí el defensa uruguayo, que desde hace cuatro años juega en Ecuador y cuya primera experiencia la vivió en Aucas, en la altura de Quito. Hace tres temporadas volvió al llano, a Machala, donde defiende con buen suceso a Fuerza Amarilla.

"No fue fácil al comienzo, pero una vez que entendés lo que vive tu cuerpo en la altura y las dificultades que tenés para respirar, vas encontrando el punto hasta que se te hace un hábito jugar allí", puntualiza el futbolista, que hace una semana regresó a Quito para enfrentar a Liga de Quito.
Ecuador le ofreció a Federico Alonso la posibilidad de seguir creciendo futbolísticamente –tras su crecimiento en las juveniles de River Plate y su debut en Villa Teresa– y desarrollar su carrera profesional en el exterior.

En 2014, ascendió con Aucas a la A. Al año siguiente volvió al torneo de ascenso, a Fuerza Amarilla, y también firmó el regreso a Primera de su equipo. En las dos últimas temporadas se afianzó y es pieza clave en la defensa del equipo que lucha por su permanencia en el círculo de privilegio.

El fútbol le brindó una posibilidad para crecer por un lado, pero lo arrinconó en otros aspectos de la vida. "A mi hija, que nació el 15 de marzo, la conocí recién cuando tenía 41 días. Mi señora tuvo familia en Montevideo y yo me tuve que quedar aquí, porque seguía el torneo. Fue una experiencia muy fuerte y complicada, porque vivís el nacimiento de tu hija a distancia. Tenés que estar fuerte de la cabeza y rodeado de una familia que te apoya. Mi suegra grabó el parto y me pasó el video, y después me comunicaba a diario por Skype. De alguna forma hoy la tecnología te acerca. Por suerte en su día 41 la autorizaron a viajar, así que mi señora se vino con los dos, con la pequeña y con mi hijo de cuatro años", comenta.

En abril de 2016, un terremoto de 7,8 en la escala Richter, sacudió Ecuador y Alonso lo sufrió en carne propia. "Estábamos en Guayaquil, a unos 200 kilómetros del epicentro, y se sintió feísimo. Cada vez que me hablan del tema recuerdo el ruido horrible que escuché en ese momento. Habíamos jugado ante River, salía de bañarme y me hacían una entrevista cuando se empezó a mover todo. El piso parecía una gelatina y en lo primero que pensé fue que se me iban a caer encima las tribunas, así que salí corriendo afuera del estadio. Estaba a 30 metros de la salida, y no sabés con qué velocidad los hice. Afuera, el ómnibus del club se movía como si fuera un juguete. Ese día mi familia estaba en Machala".

Allí descubrió la solidaridad en estado puro. "Todos, con un poquito o con mucho, colaboraron para reconstruir las zonas que habían quedado dañadas", subrayó.
Actualmente Alonso vive en Machala, una ciudad ubicada a 180 kilómetros de Guayaquil, al oeste de Ecuador, sobre el
Pacífico.

Recuerdos de Ecuador

Almuerzo
La sopa, un clásico
"Te adaptás a las costumbres del país, porque son parte de las vivencias que te tocan. Aquí comen muchas verduras, porque hay cultivos diferentes, y te alimentás muy bien. Lo único que me sorprendió al comienzo fue que con frío o con un calor de 40°C lo que no puede faltar como entrada es un buen plato de sopa. Para nosotros la sopa es una comida de invierno, pero aquí es para cualquier momento. También es un clásico el pollo y arroz en el almuerzo. Nunca faltan. Ahora si no tomo sopa, me falta algo en el almuerzo", explica Alonso, quien desde hace cuatro años juega en Ecuador.

La cama de la mala suerte

Tiró el colchón en el pasillo
En 2014 llegó a Aucas y en su primera concentración lo mandaron a la habitación que tenía dos camas que estaban "engualichadas", explicó. "Nadie las quería, y no tuve otra que dormir allí, porque era el último que había llegado. Nadie las quería porque los que dormían en esas camas eran expulsados o no jugaban más en el club. En ese primer partido vi la roja. Cuando volví a la concentración, saqué el colchón de la cama y lo tiré al piso, en el pasillo. Al partido siguiente me fue bien, después hice un gol, así que dormí todo el torneo en el piso. El técnico no lo podía creer".

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