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Así fue la noche en el puerto de Punta del Este con el horario de los bares extendido
Dos horas más. Eso es lo que le permitió el Ejecutivo y avaló el gobierno departamental de Maldonado como extensión horaria a los restoranes y bares de la costa en plena temporada turística.
Es el segundo día de la prórroga y la noche de Punta del Este no es la misma que previo a la pandemia de coronavirus que cerró las fronteras a los turistas que llegaban al balneario más movido del este. Hoy reina la calma y hay algunas reuniones de jóvenes a lo largo de la rambla. Hasta llegar a la zona del puerto.
El reguetón y el pop inundan una cuadra donde hay cinco boliches devenidos en restopubs. No hay tapabocas ni distancia social en un bar ubicado en una de las esquinas, frente a la seccional policial. El lugar ocupa menos de la mitad de una cuadra de la calle Mareantes esquina 2 de Febrero, frente al puerto.
Lo que hasta antes de la pandemia fue un baile, ahora es una mezcla de pub y restaurante donde el DJ está parado en la puerta del boliche con una consola a volumen de baile y las personas, que se balancean al ritmo de la música sentados en las mesas, parecen aceptar las nuevas condiciones. El DJ dice que pregunta si por estar sentado, aunque no esté tomando, igual tiene que usar tapabocas. Y le dijeron que sí, que es obligatorio.
Pero el DJ y las mozas son prácticamente los únicos que lo usan. El encargado del boliche, quien pide no ser identificado en la nota, dice que la extensión del horario le sirvió porque con esas dos horas adicionales puede cubrir el sueldo de los empleados, pero insistió en que el protocolo sanitario se cumple porque en las mesas no es obligatorio usar tapabocas.
En 14 mesas dispuestas en unos pocos metros de vereda, hay unas 80 personas cantando, abrazándose y compartiendo vasos; en tres hay 10 personas y en otras dos hay ocho jóvenes.
En esa cuadra hay cinco bares y para transitarlos hay que atravesar la aglomeración de personas que hay en la vereda, así que tres mujeres se pusieron el tapabocas antes de adentrarse entre la gente.
El encargado de uno de los bares explicó que el cambio de horario le benefició porque hay recambio de personas en las mesas: unas vienen temprano y se van y otras llegan para quedarse hasta el final.
Fuera de la aglomeración en la vereda, adentro del bar el panorama es completamente distinto. Un lugar grande y vacío, donde solo transitan los empleados que entran y salen a llevar comida y bebida y unos pocos jóvenes que observan la vereda desde la terraza.
Solo a unos metros de este boliche los protocolos sanitarios están a la vista en el restaurante de al lado, donde las mesas están distanciadas, no hay más de cuatro personas por mesa y cada una tiene alcohol en gel y en un tercer bar, el seguridad de la puerta también se dedica a medir la temperatura y dar alcohol en gel para ingresar al local.
Cuando falta media hora para que sean las dos de la mañana los bares empiezan a cerrar las cuentas y quince minutos después, a la 1:45 de la madrugada, aparece una caravana de camionetas de la Policía, Bomberos y Policía Caminera y Prefectura que emiten una grabación con exhortaciones para acatar las medidas sanitarias.
De un momento a otro, a la 1:52, la música se apagó, los bares quedaron vacíos y la calle silenciosa; pese al murmullo de las personas que se trasladan hacia la rambla, que termina con la intervención del equipo del Centro Coordinador de Emergencias Departamental (Cecoed) para disolver “una gran aglomeración en la zona del puerto” en un operativo que culminó “de forma pacífica”, según el reporte de las autoridades.
