La exportación de vacunos en pie ha sido un negocio polémico. Por un lado, los productores lo entienden como muy útil y defienden que no sea obstaculizado. Por otro, los industriales lo cuestionan, argumentando que les retrae la disponibilidad de materia prima y que lo que se exporta tiene menor valor agregado que la carne. Más allá de esa controversia y de momentos con mayor o menor fluidez en la operativa –el año pasado hubo un récord y este año los negocios mermaron–, lo que está claro es que exportar en pie involucra una logística exigente. No es sencillo llevar miles de cabezas en un barco durante más de un mes desde Uruguay a China, por ejemplo.
En primer lugar, los animales son seleccionados de acuerdo al pedido del comprador –según la categoría, raza o peso–.
Luego, una vez adquiridos a los productores, entran en cuarentena (de 21 a 30 días) para cumplir con los requisitos sanitarios, es decir, que estén libres de enfermedades.
En ese ámbito se utiliza una dieta muy parecida a la de los corrales de engorde –feedlots–, pero durante los últimos días se comienza a incluir a la ración que consumirán cuando estén arriba del barco. La misma se suministra en formato de pellets y se la balancea de acuerdo a los requerimientos del animal. También se da fibra en forma de fardos, algo fundamental para todo rumiante.
Aunque Uruguay no las tenga, se deben respetar ciertas normas de carga y en ese sentido se utilizan las de Australia, el mayor exportador de ganado en pie.
De acuerdo al peso del animal, se asignan determinados metros cuadrados de corral, para que no haya sobrepoblación y así el estrés sea el menor posible.
Una vez arriba del barco, en sus respectivos corrales con cama –hechas en base a aserrín o viruta–, se les suministra agua y comida diariamente.
Feliciano Rosas, un médico veterinario de solo 31 años pero con vasta experiencia en viajes de ganado en pie, explicó en diálogo con El Observador que su rol como veterinario comienza ya durante la mencionada cuarentena.
Una semana antes de la carga examina a los animales: revisa la sanidad, el estado corporal y los antecedentes. Hay animales que son descartados, porque el veterinario reconoce que no van a poder realizar el viaje o que pueden ser rechazados por las autoridades del país comprador.
“Cuando sabemos en qué barco se va a realizar el viaje, tratamos de averiguar la mayor cantidad de información posible, como el tamaño de los corrales, los comederos, la ventilación, la tripulación o el sistema de alimentación”, explicó.
Una vez que el barco está en el puerto, previo a la carga de los animales, el veterinario debe inspeccionar el buque y realizar el plan de carga en conjunto con el primer oficial del barco. También se realiza un plan de alimentación, cuánto y cuándo come el ganado, y un plan de limpieza, para disponer cuándo y cuántas veces se realizan las limpiezas en el viaje. Y una vez que la nave zarpó, se hace un reporte diario informando al exportador, al importador y a la empresa naviera sobre las condiciones del buque y de los animales.
La duración de los viajes varía según la velocidad de los barcos y el destino. Desde Uruguay a China –en este caso al puerto de Qinhuangdao, en el norte chino– dura de 35 a 40 días y hacia Turquía o a Egipto de 25 a 30 días.
Respecto a la cantidad de la tripulación, en el último embarque que partió de Uruguay hacia China (en agosto 2019) salieron 39 filipinos y dos uruguayos (un veterinario y su ayudante).
Para ese viaje, que está en pleno desarrollo, se cargaron 1.400 toneladas de ración y 150 toneladas de fardo para abastecer a las 6.600 vaquillonas, en este caso vientres de las razas Angus y Hereford con pesos de 270 a 280 kilos, que en China se destinarán a la actividad reproductiva.
Según Rosas, si no hay contratiempos, los animales no pierden peso en el viaje, es más, lo aumentan. Respecto al porcentaje de mortandad, en un viaje de 30 días y haciendo las cosas bien, las muertes no superan el 0,2%, es decir, dos de cada 1.000 animales.
0,2% de mortandad de vacunos es lo que ocurre como promedio en los viajes en barcos, una tasa que se considera baja y con casos que se dan por neumonía, fracturas por tormentas o acidosis ruminal.
El veterinario remarcó que hay viajes “excelentes”, pero también “malos” por factores externos (cambios abruptos de clima) o internos (errores humanos).
En lo que refiere al motivo de las muertes, informó que son varios, pero los más comunes son neumonía, fracturas por tormentas (en ese caso el animal debe ser sacrificado) y acidosis ruminal. También se dan otros casos, pero son puntuales, no poblacionales. Un detalle clave es que en el barco se llevan medicamentos suficientes. “Muchas cosas llevamos y no las usamos, pero si las precisáramos de urgencia no habría donde conseguirlas a tiempo”, comentó.
En el barco, el veterinario debe controlar que se cumpla todo lo pactado, en la alimentación y el manejo, que todos los animales tengan acceso al agua y a la comida, marcar a los que no comen y a los enfermos y llevarlos a “corrales hospital” para su tratamiento.
Rosas, con este hacia China, se encuentra realizando su séptimo viaje. Ha viajado con tripulación de origen sirio, turco, indio y filipino y ha conocido países como Turquía, Líbano, Estados Unidos, Qatar y Rusia. La mayoría de los barcos que se dirigen a China tienen tripulación filipina: “Es gente muy alegre, respetuosa y trabajadora; los mejores”, afirmó.
De sus experiencias, destacó conocer “lugares increíbles, como el canal de Suez en Egipto, pasar por costas de Somalia y colocar medidas antipiratas, ver delfines y ballenas y pescadores artesanales en Malasia y en el Mar de China que eran tantos” que pensó “que era una ciudad en el horizonte”, contó.
“Lo peor” de los viajes, dijo, es que los días se hacen largos y rutinarios y hay que buscar cómo entretenerse: leer libros, ver películas y series “y mucho mate”. Algo que complica es que no todos los barcos poseen acceso a internet. Cuando no, la tripulación solo tiene señal cerca de la costa.
La alimentación, dijo, es buena y abundante, basada en pollo, carne, pescado, pastas, huevos, diversas ensaladas y mucha fruta. Y si bien el desayuno y el almuerzo se realizan a horarios “normales”, las cenas son a las 17 y al uruguayo le cuesta acostumbrarse.
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