Producción en viñedos de Canelones.

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Avanza la certificación de uvas y se vienen los vinos con ese valor agregado

Pedro González, asesor del Inavi, explicó que el Programa de Viticultura Sostenible apunta a "dejarle a nuestros hijos y nietos condiciones de producción de uva mejores que las que encontramos"
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01 de octubre de 2021 a las 21:22

“Hace tres primaveras”, contó a El Observador Pedro González, asesor vitícola del Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi), actores relacionados a la producción de uva y vinos se agruparon para crear el Programa de Viticultura Sostenible, que se basa en normas de “viticultura integrada”, es decir, formas de producir uva con un bajo impacto medioambiental.

Con base en ese plan, que tiene el objetivo de ir hacia una producción más amigable con el ambiente, el productor y el consumidor, se prevé que en la próxima vendimia haya vinos producidos con uvas certificadas.

La propuesta surgió en el marco de un proyecto presentado por el Inavi, la Federación Uruguaya de Centros Regionales de Experimentación Agropecuaria (Fucrea) y la cooperativa de productores Vicca, que fue financiado por el Fondo de Promoción de Tecnología Agropecuaria (FPTA) del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) en 2019.

El objetivo, según indicaron desde el INIA, era alinear la forma de producción “con las exigencias de los mercados internacionales”. Finalmente el Inavi, el INIA y Fucrea firmaron un convenio con la certificadora LSQA para llevar adelante este programa, que ya está en marcha.

Viticultura integrada

Las normas de viticultura integrada especifican que para la producción de uvas se debe utilizar maquinaria calibrada, también se detalla qué tipo de productos se pueden implementar para el tratamiento de la uva, de qué forma se deben aplicar, que cantidad de principio activo es la adecuada para aquellos productos que están permitidos, cómo deben manejarse los envases de productos químicos y de qué manera se puede hacer el enjuague de las máquinas de aplicación.

También, según explicó el técnico del Inavi, estas normas establecen que dentro de la propiedad donde se produce la uva debe haber áreas verdes en las que no se cultive para resguardar la biodiversidad. Por otro lado, se prevé también una serie de reglamentaciones que estipulan cómo debe ser la aplicación de los productos para proteger no solo al medioambiente sino también a los operarios, productores y al consumidor.

“La filosofía del programa apunta a poder dejarle a nuestros hijos y nietos condiciones de producción de uva mejores que las que nosotros encontramos, y además poder ofrecer al consumidor un producto que ha sido elaborado bajo normas que no agreden el medio donde fue producido. Se intenta proteger al productor, al consumidor y la biodiversidad, el objetivo no es menor”, sostuvo González.

Se espera que en la próxima vendimia haya uvas certificadas.

Un 22% de la producción

El plan ya se puso en marcha y un 22% de la producción nacional se está rigiendo bajo estas normas, una adhesión importante, mencionó González, que muestra “un potencial muy positivo”, teniendo en cuenta que el plan es nuevo.

“Espero que esto sirva de ejemplo para que otros productores se motiven y se incorporen en las temporadas siguientes, porque esto recién empieza, pero esperamos que dure mucho tiempo”, sostuvo.

Desde el INIA se detalló que durante la ejecución del FPTA se creó un comité técnico con docentes de la Facultad de Agronomía, técnicos del Inavi y del INIA, referentes de la Escuela de Enología, integrantes de la Intendencia de Canelones, de la Dirección General de la Granja (del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca) y representantes del sector productivo que se encargaron de actualizar las normas de producción para los viñedos. Tras eso se hicieron pruebas en predios de 37 productores para ajustar la normativa.

La decisión del consumidor

El plan se inspira en normas de producción sostenible que se utilizan en otros países, como Francia. Si bien en su base está la producción de uvas certificadas, el Inavi “incorporó un escalón más”, explicó González, y propuso ir hacia la certificación de vinos, ya que se espera que las uvas que se produzcan bajo esas reglas se elaboren y almacenen por separado de las demás uvas y así los vinos puedan ser identificados por ese diferencial.

Si en las bodegas se establece una adecuada cadena de custodia de las uvas que se produjeron de esa manera –una especie de trazabilidad– se podrá saber qué vinos se hicieron con ellas y de esta manera diferenciarlos en las bodegas.

Según lo que se prevé, estos vinos serán identificados con un sello que demuestre la sostenibilidad de su proceso de producción.

“Para cualquier consumidor nacional o extranjero que llega a la góndola de un supermercado puede ser bastante difícil elegir entre una oferta muy numerosa y variada de vinos, y este elemento puede ser un diferencial que facilite la decisión. A priori no lo podemos saber pero eventualmente si el consumidor conoce la filosofía del programa eso puede contribuir a su elección”, concluyó.

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