Opinión > ANÁLISIS

Baja el precio de la tierra, otra señal de estancamiento

Antes de 2020 hay que asumir que algunos sectores tienen problemas
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05 de enero de 2019 a las 05:02

A medida que se aproximan las elecciones, los partidos opositores enfatizan la magnitud de los problemas mientras el gobierno los niega. Y cada bando caricaturiza la postura del otro. De esa manera el magro crecimiento de Uruguay puede ser visto como maravilloso cuando se compara con los números de Argentina –algo que el gobierno hará sin pausa– o muy malo si lo comparamos con la economía de Chile, que al menos parte de la oposición tomará como ejemplo. El gobierno contará que Macri fracasó pero callará sobre la era de los K. La oposición hablará sobre Venezuela y en ese caso la izquierda callará. En el medio quedará el intento de dar un diagnóstico fidedigno sobre los problemas de Uruguay.

En un año electoral las redes sociales, ese ámbito tan poco propicio al debate racional son ideales para dar manija. “Decían que venía el apocalipsis pero exportamos más carne que el año pasado” o “hablan de crisis pero tienen rendimientos récord de trigo” son dos típicas formas en que se intentará mostrar a la opinión pública que todo va bien. 

El agro, la industria y en el interior al menos el comercio están francamente estancados. Cuando hace un año en asambleas de productores cundía la desesperación, la argumentación respecto a que no había problemas graves en el agro refería al precio de la tierra, que de acuerdo a las cifras oficiales había subido en el primer semestre de 2017. Se trata de un indicador fundamental del estado de situación del agro ya que cuando las cosas van mal, obviamente la tierra vale menos y cuando van bien el precio mejora. Como el alquiler de un local en un balneario emergente valdrá cada vez más y en un balneario cuyas aguas se hayan contaminado valdrá menos.
En el primer semestre del año pasado el precio de la tierra subió y el gobierno se alineó detrás de ese dato para descalificar las movilizaciones de los productores. Si las  cosas fueran mal ¿Por qué sube el precio de la tierra? 

Este año se ha  elegido un 3 de enero para divulgar el dato, que devuelve el argumento usado hace un año ampliado y en sentido contrario. El precio se ha desplomado y en el primer semestre 17% respecto al primer semestre de 2017.  La más fuerte baja de la serie de precios de la tierra que se recuerde. Al menos en este siglo, nunca se dio una caída de tal magnitud. ¿Es el apocalipsis? Pues no, porque ni la suba anterior era el paraíso ni esta baja es el infierno. Con US$ 3.000 se compra una hectárea promedio. Abismalmente menor al precio de una hectárea en Nueva Zelanda, que produce lo mismo que nosotros. Es simplemente la comprobación de que hay problemas que más valdría asumir. Como es un problema que baje el stock vacuno aceleradamente, porque exportar más faenando demasiados vientres no es algo que valga la pena festejar. O como es un problema que haya caído fuertemente el área que se siembra con trigo, más allá de que el azar climático permita un buen rinde este año tras un pésimo 2017.

La partidización de todos los temas hace mucho más difícil enfrentarlos. Hay estancamiento no asumido, salida de productores, desvalorización de la tierra, disminución del rodeo, freno prolongado de las exportaciones que no salgan por zona franca. Tal vez no se ve, o tal vez sí se ve pero no hace ruido a quienes se mueven con el combustible leninista o gramsciano del odio de clase. Es lo mismo que sucede en la industria, en varios segmentos del comercio y que se refleja en un crecimiento languideciente de la economía, del montón, mejor que algunos países, peor que otros. Los costos son muy difíciles de asumir ya sea un pequeño productor lechero de villa Rodríguez o un museo en la mejor ubicación de Montevideo.

Lo real es que hay problemas y que no asumirlos le generará un fardo más pesado a la administración que asuma en 2020, sea del partido que sea. La crisis no está a la vuelta de la esquina, apenas nos ha bajado la perspectiva de la deuda, pero falta para que nos saquen el grado inversor. No hay apocalipsis a la vuelta de la esquina. Pero como con el cambio climático: o hacemos algo distinto o tendremos problemas cada vez mayores. Lo que hay apenas es la languidez de un prolongado estancamiento de la producción nacional. Falta el chispazo y la mano tendida. El tratar de entender las dificultades y el tratar de realmente solucionarlas, el buscar generar la empatía que devuelvan las ganas de invertir. Exceptuando la forestación en el agro uruguayo está todo muy cerca del empate. Mientas en la tabla mundial de precios de la energía estamos en el top ten. Es difícil trabajar con precios internacionales pero costos artificialmente locales. Enero es un buen mes para buscarle la vuelta constructivamente. En pocos días más habrá una nueva chance de construir un diálogo con mesas de trabajo. 

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