Durante todo el año hemos ido analizando diversos enfoques sobre el tema de los números en genética, entendiendo por números la lectura de las DEP o EBV, según sea el sistema elegido de medición (DEP o EPD para las Asociaciones de Angus y EBV para el Breedplan)
Ahora vamos a ir empezando a cerrar el año con algunas reflexiones que ayuden a entender la cosa en su conjunto.
Todos los extremos son malos. Es malo poner todo el énfasis de selección en un atributo descuidando el resto, como también es malo apuntar a seleccionar reproductores cuyos números indiquen un buen “promedio”, o sea, sin usar presión de selección alguna.
En el primer caso, por ejemplo, si ponemos toda la presión de selección en atributos de carcasa podemos perder facilidad de parto.
En el segundo caso, al no privilegiar ningún set de atributos, nuestro progreso genético será extremadamente lento, con lo cual perderemos competitividad. Pero hay un caso que es peor que los dos anteriores, que es aquel en que hay una desconexión entre el plan genético y el plan de marketing de la empresa ganadera.
Ejemplo: si ponemos la prioridad de la selección en mejorar los atributos de carcasa (marmoleado, ojo de bife, grasas y peso de la carcasa), pero terminamos vendiendo el ternero al destete, no podremos entonces capturar la mayor renta ofrecida por ese avance genético. Debemos entonces tener presente que nuestro plan genético debe estar conectado con nuestra estrategia comercial.
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