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Blatter en entrevista con Referí: “Los ingleses quieren quitarle el Mundial 2030 a Uruguay”

Joseph Blatter habló sobre su situación personal, el mundo FIFA, el control que UEFA tiene sobre el fútbol y lo que está sucediendo para dejar a la AUF sin festejo en el Mundial en el centenario del primer torneo
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02 de noviembre de 2019 a las 05:01

Por Pierre Arrighi, especial para Referí

La suspensión de Michel Platini acaba de ser levantada. Había sido reducida de 6 a 4 años luego del recurso que presentó ante el Tribunal Arbitral del Deporte. ¿Porqué usted no procedió de la misma manera?

Mi caso fue igualmente tratado ante el Tribunal Arbitral del Deporte. Pero el Tribunal no redujo mi tiempo de suspensión. Invocó razones incomprobables: que yo le había dado demasiada importancia al trabajo de Platini, y que cuando trabajaba conmigo, lo había tratado como si fuera un miembro del Comité Ejecutivo.  

Usted escribió en su libro “Mi verdad” que si se le acortaban la suspensión, dejaría de ser un presidente suspendido para volver a ser un presidente de derecho, y que se daría entonces el caso insólito de una FIFA con dos presidentes. ¿Cómo imaginó usted concretamente esa situación?

Esta pregunta hay que reubicarla en el tiempo. En el año 2015 fui elegido para ejercer un mandato presidencial durante cuatro años. Es decir que me eligieron hasta mayo de 2019. Si me levantaban la suspensión antes de esa fecha (desgraciadamente sigo suspendido), entonces se habría dado el caso de una doble presidencia debido a que yo era un presidente electo y en los congresos de la FIFA no se dijo nunca que se anulaba el voto de 2015. Desde el punto de vista de los estatutos, entre octubre de 2015 y mayo de 2019 hubo efectivamente dos presidentes. Pero ahora que se terminó el período de mi mandato, después del congreso que tuvo lugar en París, el problema ya no se plantea.  

Usted tiene 83 años y, según tengo entendido, no se jubiló. ¿Cuál es exactamente su situación profesional? ¿Sigue siendo de alguna manera empleado de la FIFA?

Efectivamente no me jubilé. Sigo trabajando. Por un lado, estoy escribiendo un nuevo libro. Por otro, me solicitan con frecuencia, sobre todo en Suiza, para dar conferencias sobre diferentes temas: fútbol, administración de empresas y geopolítica. No soy más empleado de la FIFA. Actualmente no cobro ningún sueldo. Vivo de lo que gané en el pasado. Y vivo bien. 

¿Y la Fundación Blatter?

Está siempre activa. Tiene menos actividad desde que dejé de ser presidente. Pero cada año damos un premio especial de 25 mil francos suizos, una suma importante, y seguimos trabajando en el campo del desarrollo alternando: un año para el desarrollo del fútbol, otro año para obras sociales. Y proseguiremos. La fundación tiene diez años. Habrá menos actividad mientras la situación de su fundador no esté definitivamente aclarada en el plano jurídico. 

Usted explica su suspensión como una consecuencia de un complot urdido por Estados Unidos e Inglaterra, a raíz de la elección de Catar para la Copa del Mundo de 2022. ¿Piensa usted que se trata de una simple venganza o que dicho complot apunta a otros objetivos? 

El complot a que me refiero fue descrito por un periodista alemán llamado Tim Röhn en el Spiegel y en otros diarios y explicado por el hecho de que los ingleses querían organizar la Copa del Mundo de 2018 y los estadounidenses la de 2022. Existía entonces un consenso en el seno del Comité Ejecutivo de la época: uno, ir por primera vez a Europa del Este, considerando que esta parte del continente no había organizado nunca la Copa del Mundo, y dos, siguiendo con la rotación de la atribución de la Copa del Mundo, hacer la Copa de 2022 en Estados Unidos. Ocurrió entonces esa intervención de Inglaterra en dirección de Estados Unidos, y conjuntamente de Inglaterra y de los Estados Unidos contra la FIFA, lo que acarreó la suspensión de los dos “responsables”. La mía, porque los ingleses pensaban que era yo quien tenía que “haberles dado” la Copa del Mundo, y eso no era mi estilo, y la de Michel Platini, que fue declarado culpable al igual que el señor Sarkozy, de una intervención política en vistas a la atribución de la Copa del Mundo de 2022. Sin esa intervención, la Copa habría sido atribuida a Estados Unidos y no habríamos padecido los problemas que tratamos actualmente.

A su entender, ¿qué rol jugó Inglaterra a lo largo de este proceso?

Los británicos, especialmente los ingleses, no digirieron jamás el hecho que en 1974 su presidente, Sir Stanley Rous, fue depuesto en la FIFA por João Havelange, el brasileño. Siempre pensaron que el control de las operaciones del fútbol debía permanecer en sus manos, porque como ellos dicen, Inglaterra es el país que inventó ese gran juego (“The beautiful game”) y por lo tanto, solo ellos tienen derecho a dirigirlo. Pero no se dieron cuenta que la situación cambió también en el plano de la organización del fútbol. No juegan un gran rol pero piensan siempre que tienen un derecho preferencial o hereditario sobre la Copa del Mundo. Naturalmente, son muy fuertes a nivel mediático y, sobre todo, con la Premier League y la venta de los derechos de televisión, el fútbol inglés pesa mucho en cuanto a comunicación. Los ingleses siguen pensando que ellos son “el mundo”. Eran los grandes colonialistas y creen todavía que tienen derechos especiales sobre el fútbol.  

Usted dice que son “los europeos los que crean como siempre los problemas” y acusa a la UEFA de promover un golpe de estado contra la FIFA.

Llegué a la FIFA en 1975, y ya en esa época, la UEFA estaba siempre contra la FIFA. La razón era que en aquél entonces la FIFA no era nada. Cuando Havelange llegó, la FIFA era muy chiquita. Tenía la Copa del Mundo con 16, y punto. No había programas de desarrollo, ni campeonatos juveniles o femeninos, nada de todo eso. La UEFA decía entonces: “Nosotros tenemos que financiar la FIFA, y si tenemos que financiar la FIFA, entonces queremos también dirigirla”. Las cosas cambiaron porque al cabo de un tiempo, nosotros, en la FIFA, gracias a la idea de Havelange de la “universalidad del fútbol” y al trabajo del secretario general que siguió (Blatter), se introdujo un verdadero “management”. La federación se abrió internacionalmente y hay que reconocer que, con la ayuda de la televisión, se dio un gran paso adelante en lo económico. Pero el problema con los europeos es que no se achicaron. Y pese a que hice entrar a mi amigo Platini -insisto: mi amigo- como colaborador de la FIFA, luego en el Comité de la UEFA y de la FIFA, y pese a que lo ayudé para obtener su presidencia en la UEFA, la animosidad entre la organización europea y la federación no cesó. Ahora estamos en una situación bastante incongruente, porque es el exsecretario general de la UEFA, que estaba siempre contra la FIFA, quien dirige la federación internacional. 

En mayo de 2015, dos tercios de los delegados del congreso lo reeligieron por quinta vez como presidente de la FIFA. ¿Cómo explica que en el momento de su suspensión, ninguna asociación, ningún delegado le manifestó su apoyo?

Le confieso que esta pregunta me conmueve. Toca un punto que le habla al corazón y que afecta mi alma. Es una cosa increíble, inexplicable que, desde el instante en que fui suspendido por la Comisión de ética de la FIFA y puse mi mandato a disposición, nadie, como usted lo dice muy bien, ningún delegado, nadie levantó la voz… En el congreso que se reunió para la elección en 2016, no se pronunció una sola vez la palabra “Blatter”. Un solo candidato, Jérôme Champagne, se refirió al presidente anterior. Sino, nadie, y eso es así hasta hoy. Conservo contactos con mucha gente del fútbol, de antes y de ahora, pero en un plano  más estatutario, en el marco de un congreso de la FIFA, nadie se ha levantado aún para preguntar qué pasó con el expresidente Blatter, qué hizo… en fin…

¿Y la Comisión de ética que usted menciona no ha vuelto sobre el tema?

Escribí que el presidente Infantino “decapitó” la Comisión de ética. “Decapitar” es una palabra fuerte, pero es verdad. Lo que hizo fue como un golpe de Estado. Sacó a los presidentes de las dos cámaras con el voto del congreso y los reemplazó por dos personas de su gusto, de modo que dicha comisión dejó  de ser independiente. Una Comisión de ética debería ser independiente. Por otra parte, la Comisión de control (Gobernanza y control) también dejó de ser independiente pero nadie, en el congreso de la FIFA, denunció esta situación que es totalmente contraria a los estatutos.  

Usted se ha referido a “la manera en que el fútbol es tratado” y reiterado que “el trabajo no está terminado”. ¿Qué queda por hacer?

Sí, hay que tener cuidado. El fútbol hoy se juega organizado, es verdad. Está bien. Pero hay que saber cuál es la finalidad. No sirve para nada aumentar la cantidad de competiciones, y menos aún, la cantidad de participantes en las competiciones. Se aumenta, se aumenta, y se pide a los espónsores más participación, a la televisión… ¿pero adónde vamos con todo eso? Llegamos a una saturación total. Eso se ve en las grandes ligas europeas, en la temporada pasada, con la baja de la cantidad de espectadores, en Inglaterra, en Francia, en Italia, en Alemania y hasta en España. Cuando digo que el trabajo no está terminado, me refiero también a mi trabajo. Mientras que en los congresos de la FIFA no haya una federación que se levante, creo que es mi deber es llamar la atención sobre algunos hechos. Usted sabe que la UEFA, por su presidente (que es un excelente presidente) suele decir: “No estamos de acuerdo…”. Pero la UEFA no es miembro de la FIFA. Los miembros son las asociaciones nacionales no las confederaciones. Pero no se ha visto hasta hoy una sola asociación europea o sudamericana levantarse y decir: “Esto no puede seguir así”.   

¿Qué cambios introdujo la nueva presidencia en materia de desarrollo?

Para los programas de desarrollo, las asociaciones nacionales se ven ahora sometidas a una serie de medidas administrativas y técnicas prácticamente imposibles de modo que la mayoría de las asociaciones no han recibido todavía todo el dinero que se les prometió. Se vuelve difícil realizar los proyectos que resultan diferidos una y otra vez. 

Usted ha escrito que Infantino organizó una verdadera limpieza del personal de la FIFA, despidiendo a 61 colaboradores, toda la dirección y la subdirección. ¿Puede confirmarlo? 

El nuevo presidente, en vez de decir “voy a proseguir un poco en la línea de mi predecesor que me dejó -eso nadie lo puede negar- una FIFA con US$ 2.400 millones de activos”, no, sacó (con la sola excepción de un consejero jurídico) a toda la dirección. Despidió la totalidad de dos niveles: dirección y subdirección. Y eso naturalmente es perder todo el “know-how”, los conocimientos de una cantidad de gente… Fueron reemplazados claro. Cuando me fui de la FIFA éramos más de 500. Ahora son casi 1.000. No sé adónde se quiere llegar con ese delirio de grandeza de la organización… Es posible, pero hay que ver si la intendencia es capaz de seguir. Dos millares de personas están directa o indirectamente interesadas por el fútbol. Es el movimiento social y cultural más grande. Es una gran responsabilidad y esa responsabilidad la aporta la FIFA, el Comité ejecutivo y el congreso. 

¿Cómo se inscriben las Copas del Mundo de 2026 y 2030 en el marco de la situación actual? 

El complot inglés fue organizado porque el congreso no votó lo que ellos querían. Eso está claro. Lo hicieron sin ningún fair-play. Está bien que la Copa de 2026 haya sido atribuida a los Estados Unidos. Es normal. Es lo que debió suceder con la Copa de 2022. Pero lo que quieren los ingleses ahora es asegurarse la Copa del 2030. Sacársela a Uruguay, que debería poder festejar los 100 años de la primera Copa del Mundo en Montevideo.  

Sus análisis sugieren la existencia de una relación de dependencia o de sometimiento de las asociaciones nacionales con respecto a la FIFA actual. ¿Qué mecanismo pudo llevar a eso?

Se ha prometido tanta plata a las asociaciones nacionales, y se les da efectivamente de tanto en tanto plata. Las asociaciones, claro, están contentas porque están en el mismo ritmo que antes. Ese apoyo financiero les da satisfacción, y en consecuencia, eso lleva a que no se ocupen suficientemente del aspecto social y cultural de nuestro juego.  

Organizar una Copa del Mundo se vuelve cada vez más inaccesible para los países que no son potencias económicas. Usted es reticente a las candidaturas múltiples. ¿Cómo se sale de ese impasse?

La organización de una Copa del Mundo por varios países es difícil. La hicimos una vez en Japón y en Corea (en 2002). Fue una verdadera pesadilla. Entonces en el Comité Ejecutivo dijimos que había que privilegiar la organización del Mundial por un solo país. El problema es que con 32 equipos era posible. Con 48, es mucho más complicado, y además es fastidioso. Si América del Sur quiere organizar la Copa, tienen que juntarse dos o tres países por lo menos. En cuanto a los africanos, la obtuvieron una vez, pero ya lo verá: no la obtendrán nunca más. Otro asunto es que con 48 equipos surge el problema de los grupos de tres en los cuales un equipo es espectador. Ya tuvimos esa experiencia en 1982, en España. Inevitablemente se generan serios problemas deportivos.

Después del despido de los historiadores franceses, el Museo de la FIFA sacó un libro, “Historia oficial de la Copa del Mundo”. ¿Lo ha leído?

Creo que ese libro se equivoca un poco. El nacimiento del Campeonato del Mundo en 1908… Volví a ver ese Museo, y hay cosas que han cambiado. Han querido cambiar la historia. Pusieron incluso que Alemania había sido miembro fundador de la FIFA, cuando en realidad los alemanes dieron su apoyo por telegrama. Los fundadores presentes eran siete, no ocho. En 1908 hubo un campeonato de fútbol, es verdad, pero en el marco de los Juegos Olímpicos, y no lo dirigió la FIFA. Por otra parte, el primer gran presidente de la FIFA no fue Woolfall sino Robert Guérin. Los historiadores deberían rebelarse ante tales falsedades. Todo esto es muy inglés. Esa historia del fútbol resulta de esa tenacidad de Inglaterra en decir que fueron ellos los que hicieron todo para el fútbol. Fue así y hoy continúa.   

Si aceptamos sus interpretaciones, el actual presidente de la FIFA estaría actuando como un agente inglés en el seno de la FIFA.

Todavía no. Pero empleó al gran jurista inglés Alasdair Bell, que estaba en la UEFA, y que es ahora el jefe del servicio jurídico y del control de los Estatutos. Por lo tanto, Inglaterra está muy bien implantada en la FIFA. Y si no hay oposición, son las opciones inglesas que van a imponerse en 2030, el centenario de la Copa Mundial. 

No se ve aparecer ninguna oposición…

Si las asociaciones nacionales que son miembros de la FIFA no se rebelan, ¿quién lo va a hacer? La prensa se rebela a veces. A veces escriben algo contra la FIFA y contra los ingleses. Pero en la dirección actual de la FIFA en Zurich… ¿quién ha visto o leído una vez libros sobre la historia de la FIFA o sobre la historia del fútbol y las reglas de juego? No leen esas cosas. Lo único que les interesa son los dólares, las grandes competiciones, y cómo complacer a tal o cual persona o asociación. “Iremos a Inglaterra en 2030”, es la pregunta. Los ingleses consideraron siempre su British Home Championship como el verdadero campeonato del mundo. Dejaron de organizarlo cuando vieron que perdían fechas de competiciones más importantes. En realidad, lo redujeron. Dejaron de invitar a Gales y a Irlanda del Norte. Eso es también el fair-play inglés. Los ingleses inventaron el fair-play pero se olvidaron de aplicarlo.

Usted, que se presenta como heredero del universalismo de Rimet y de Havelange contra el egoísmo de la UEFA, ¿qué medidas revolucionarias preconiza para devolverle el fútbol y la Copa del Mundo a todos los países, incluyendo a los países pobres?

Lo primero es mantener la Copa con 32 equipos. Un mes de partidos, ya es mucho. Por lo demás, no se precisa una oposición. Lo que se precisa simplemente es que la familia del fútbol que forman las 211 asociaciones nacionales reaccione. Que en cada continente, alguien se levante y provoque una toma de conciencia. Que pregunte: “¿Adónde vamos hoy con el fútbol?” . Pero no le pida eso a América del Sur que se halla hoy bajo tutela de la FIFA a 100%. Yo no soy un revolucionario. Lo único que quise hacer es privilegiar el aspecto social y cultural del fútbol por sobre todo el resto. Pero lo que le pasó al fútbol… Havelange me dijo un día: “Sepp estás creando un monstruo”… y quizá hemos creado un fútbol monstruoso con la introducción de la televisión y el dinero de la televisión. Ese monstruo está concentrado en Europa. Yo lo que quise es instaurar una especie de control, limitar la cantidad de jugadores extranjeros, limitar el monto de las transferencias, etcétera, pero caímos en la trampa de la Unión Europea, que es antes que nada una unión económica, cuyo principio es la ley de la oferta y la demanda. Fui con Platini a Bruselas. Nos dijeron: “Ustedes son bastante inteligentes como para entender que aquí lo que hacemos son negocios”. La política debería ayudar a resolver los problemas. Actualmente, en este sentido, la FIFA está vendiendo, con la ayuda de partenarios políticos, parte de sus derechos, es decir, parte de su alma. Si los miembros de la FIFA no paran esa intervención, que aún no ha culminado, son millones y millones provenientes de bancos y de países interesados que van a llover con el objetivo evidente de comprar los derechos sobre las competiciones y de apropiarse totalmente de la Copa del Mundo. 

 

EL PERFIL DE BLATTER: De Visp en 1936 a Zurich 2019: un repaso a la vida de Blatter
Joseph S. Blatter Sepp Blatter nació el 10 de marzo de 1936 en la ciudad de Visp, en el cantón suizo del Valais. Estudió economía y alcanzó el rango de comandante de regimiento en el ejército suizo. Después de actuar durante varios años como secretario central de la federación suiza de hockey sobre hielo y como director de deportes y marketing de Longines, encontró su vocación: la política deportiva. 
En 1975 se unió a FIFA como director de programas de desarrollo. En 1981 fue designado secretario general bajo la presidencia del brasileño João Havelange. Blatter convirtió a una organización de apenas 11 empleados en una corporación global con más de 450 asalariados permanentes. 
Cuando fue elegido octavo presidente de la FIFA en 1998, la asociación mundial de fútbol tenía un déficit de US$ 20 millones. Durante sus sucesivos mandatos, lideró algunos de los pasos más importantes en el desarrollo del fútbol mundial. Llevó las primeras finales de la Copa del Mundo a Asia y África, y selló el vínculo entre la televisión y el fútbol generando un negocio global de millones de dólares. Estuvo en Uruguay en octubre de 2005, el presidente Tabaré Vázquez lo recibió en la Residencia de Suárez y le expresó el interés de Uruguay de organizar el Mundial de 2030.
Cuando Blatter tuvo que renunciar a FIFA en 2016 al inicio de su quinta presidencia, por la intervención de la Justicia, la organización contaba con una fortuna de US$ 1.500 millones. 
Debido a los controvertidos pagos a Michel Platini, Blatter está excluido de toda actividad relacionada con el fútbol hasta 2021. Su lucha personal continúa. Blatter está convencido de que “al final, la justicia y el derecho prevalecerán”. La prensa europea anunció en julio que el presidente suspendido se aprestaba a presentar una denuncia contra la FIFA y contra Gianni Infantino por “perjuicio moral”. Hasta el día de hoy, la justicia suiza no retuvo ningún cargo contra Blatter.  
Platini, cómplice supuesto del suizo, acaba de ser rehabilitado, lo que vuelve inconsistentes las principales acusaciones contra el expresidente. 
Por otra parte, el fiscal suizo Michael Lauber fue desposeido del caso por el Tribunal Penal Federal por haber encontrado informalmente a Infantino en tres ocasiones en 2016 y 2017, fuera de todo marco legal, sin notificar estos encuentros y sin dar cuenta de su contenido. 
Blatter publicó recientemente el libro “Mi verdad” en el cual reitera su deseo de ver a Platini asumir la presidencia de la organización mundial.

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