El 60% de los brasileños sufre inseguridad alimentaria y el 15% padece hambre

Mundo > Alarmante informe de la FAO

Brasil volvió al Mapa del Hambre después de ocho años

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) había retirado del mapa al gigante latinoamericano en 2014. Hoy, el 60% de los brasileños sufre inseguridad alimentaria y el 15% padece hambre
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09 de junio de 2022 a las 05:00

Mientras las Naciones Unidas alertan sobre la posibilidad que en el futuro inmediato se produzcan hambrunas en diversos sitios del planeta y el drama, pese a ser evidente, ni siquiera está en la agenda oficial de la Cumbre de la Américas, la Red Brasileña de Pesquisa en Soberanía y Seguridad Alimentaria (Red Penssan) informó que en la primera economía de América Latina 125 millones de personas están en situación de inseguridad alimentaria y 33 millones padecen hambre a diario.

“La escalada del hambre en Brasil se expresa en platos cada vez más vacíos, ojos cada vez más preocupados y números en permanente y vertiginoso ascenso”, advirtió la Red Penssan en el informe de resultados de su Segunda Encuesta Nacional sobre Inseguridad Alimentaria. “El país ha retrocedido a un nivel equivalente al que registraba la década de 1990”, señaló la entidad, que integran investigadores, profesores, estudiantes y profesionales de Ação da Cidadania, ActionAid Brasil, la Fundación Friedrich Ebert Brasil, Ibirapitanga y Oxfam Brasil.

La encuesta anterior, de 2020, mostró que el hambre en Brasil había vuelto a niveles similares a los de 2004 como consecuencia “del desmantelamiento de las políticas públicas, el empeoramiento del escenario económico, el recrudecimiento de las desigualdades sociales y el segundo año de pandemia”, expresa el informe.

“El covid-19 surgió en un contexto de creciente pobreza y miseria, y trajo todavía más desamparo y sufrimiento. Los caminos elegidos por la política económica y el manejo temerario de la pandemia solo podían conducir a un aumento todavía más escandaloso de la desigualdad social y el hambre”, señaló Ana Maria Segall, epidemióloga e investigadora de la Red Penssan, durante la presentación del informe.

Las estadísticas informadas esta semana se recopilaron entre noviembre de 2021 y abril de 2022, y son el resultado de 12.745 entrevistas realizadas en hogares de áreas urbanas y rurales de 577 municipios distribuidos en 26 estados y el Distrito Federal. Los datos obtenidos se compararon con la Escala Brasileña de Inseguridad Alimentaria (Ebia), que también utiliza el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).

Según la investigación, en lo que va de este año solo cuatro de cada 10 hogares lograron mantener el pleno acceso a los alimentos; es decir: están en condición de seguridad alimentaria. Los otros seis hogares se dividen en una escala que va desde los que expresaron estar preocupados por la posibilidad de no tener alimentos en el futuro hasta los que ya tienen hambre.

“Las políticas públicas de combate a la pobreza y la miseria, que entre 2004 y 2013 redujeron el hambre a apenas el 4,2% de los hogares, ya no forman parte de la realidad. Las medidas tomadas por el gobierno para contener el hambre son aisladas e insuficientes en un escenario de alta inflación, desempleo y caída de los ingresos”, evaluó Renato Maluf, coordinador de la Red Penssan.

El informe destaca que el drama es acuciante en el norte y noreste del país. Allí, la inseguridad alimentaria alcanza al 70% de los hogares y el hambre al 26% de esas familias. El mismo agravamiento se nota al comparar el campo y la ciudad. “En las zonas rurales, la inseguridad alimentaria en todos sus niveles está presente en el 60% de los hogares y el 18,6% de esas familias vive con hambre”, puntualiza el documento. El drama afecta incluso a los hogares dedicados a la agricultura familiar. El 21,8% está en situación de inseguridad alimentaria.

La encuesta también pone de relieve el racismo estructural de la economía brasileña. El hambre tiene color. Los resultados muestran que mientras la seguridad alimentaria está presente en el 53,2% de los hogares en los que la persona de referencia se declara blanca, en los hogares con jefes de hogar negros o mestizos desciende al 35%. En la comparación con la Primera Encuesta Nacional de la Red Penssan realizada de 2020, el hambre saltó del 10,4% al 18,1% entre estos últimos hogares.

El hambre, además de color, también tiene género y edad. Entre 2020 y 2022, en los hogares en donde la mujer es la persona de referencia pasó del 11,2% al 19,3%, mientras que en los hogares donde los hombres son la referencia avanzó del 7% al 11,9%. Además, en poco más de un año, se duplicó en las familias con niños menores de 10 años -saltó del 9,4% al 18,1%- y trepó al 25,7% entre las familias con tres o más integrantes de hasta 18 años.

El informe pone de relieve también los efectos de la inflación y de una política oficial que reajustó los ingresos de las familias por debajo del avance de los precios. En 2020, los hogares con ingresos superiores a un salario mínimo por persona tenían garantizada la seguridad alimentaria. En la actualidad, el 3% de los hogares en este rango tiene a sus integrantes en situación de hambre, el 6% manifiesta algún grado de restricción cuantitativa y el 24% no puede mantener la calidad adecuada de sus alimentos.

Los resultados confirman también la fuerte correlación que existe entre el hambre, la desocupación, la informalidad laboral y el nivel educativo alcanzado. En términos de hogares, afecta al 36,1% de las familias cuyos jefes o jefas de hogar están desempleados, al 21,1% de los hogares donde los referentes trabajan en la informalidad y al 22,3% de los hogares con jefes o jefas con cuatro años o menos de escolaridad.

Del total de las familias entrevistadas, el 8,2% dijo sentir vergüenza por tener que echar mano de medios que atentan contra la dignidad para llevar comida a la mesa. Se trata de casi 19 millones de personas que se sienten humilladas. Un panorama desolador en el que casi la mitad de los entrevistados que están endeudados experimentó inseguridad alimentaria moderada y severa, y la misma proporción afirmó que tuvo que vender bienes o equipos de trabajo para conseguir un plato de comida o debió abandonar los estudios para contribuir al ingreso familiar.

La escalada del hambre en Brasil es evidente y veloz. En 1993 había 32 millones de personas con hambre cuando la población era un 35% menor. En 2018, antes de la asunción de Jair Bolsonaro, el 5,8% de los brasileños padecía hambre. En 2020, la situación afectaba al 9% de la población y en lo que va de este al 15,5% en un país que, además de ser la primera economía de América Latina, exhibe un PIB que se encuentra entre los veinte más grandes del mundo.

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