Matías Cabrera

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Cabrera, una historia de superación

Matías se levantaba 5.45 para ir al Cerro, sufrió fractura de cráneo, se cayó y se levantó para disfrutar este momento
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11 de enero de 2018 a las 05:00
Seis menos cuarto de la mañana en el Parque Batlle. El reloj taladraba los oídos. El botija despertaba con el sueño del futbolista recorriendo la piel. Y allá salía. En procura del 124 con destino a Santa Catalina o el 185 con trasbordo en la terminal del Cerro.

Cuando subía al ómnibus se ponía la capucha del equipo deportivo y dormía. Sin parar. Hasta el destino.

"Lo utilizaba de almohada", reconoce hoy, muchos años después, Matías Cabrera el mejor volante de creación del 2017 según la encuesta de Fútbolx100 que anualmente organiza Referí y que distingue a los más destacados del Campeonato Uruguayo.

Su historia en el fútbol es de verdadera superación. Una referencia para aquellos que recién comienzan su trayecto.

"Cuando el ómnibus llegaba al destino tenía compañeros que iban en bicicleta que me golpeaban la ventanilla para despertarme. Fue sacrificada sí. No me la cuentan, la viví. Aparte Cerro, que es un club que adoro, no tenía todas las herramientas para desarrollarme como jugador y, por ejemplo, en juveniles las sentadillas se hacían con el compañero. Agua caliente casi nunca, invierno o verano, pero siempre intentaban darte lo máximo", admite Cabrera en charla con Referí.

Matías no olvida los días de lluvia. "Las canchas eran peladas y era barro por todos lados. O te bañabas con agua totalmente helada en pleno invierno o te ibas embarrado con el barro secado y pegado a la piel".

En aquellos años no se cobraba viático. "Cuando me subieron tuve mi primer contrato que era el mínimo de la 'B' porque a mi me ascendieron para la campaña del ascenso con Culaca (González). Eran $ 6.000. Invité a toda mi familia a comer".

Al poco tiempo Culaca se fue del club y los dirigentes de Cerro se arrimaron a Matías y le preguntaron si su tío Eduardo Acevedo no se animaba a dirigir al equipo.

"Miren lo que son las cosas. Toda la vida dijeron que fui a varios cuadros porque me llevó mi tío y aquella vez yo fui a preguntarle a Eduardo lo que me trasladaron los dirigentes de Cerro", expresó. Allí convivieron por primera vez en el fútbol.

Matías fue jugador revelación en el ascenso. Dos años después ganó la Liguilla con Cerro y su performance significó el pase a Nacional.

"Era un cambio muy grande porque la exposición era otra, los hinchas eran otra cantidad. Me llevó un tiempo adaptarme", reconoce. Al cambio se sumó un inesperado accidente. En un entrenamiento chocó con un compañero y sufrió fractura de cráneo.

"Fue el 25 de noviembre", dice Matías. Y agrega: "Un accidente terrible. La verdad. Me acuerdo que me desmayé en el momento, Walter Ferreira me llevó a La Española y me operaron de urgencia. En el viaje hice unas convulsiones y luego no me acuerdo de nada. Luego de la operación empecé a reaccionar".
Cuando volvió a Los Céspedes, mientras sus compañeros competían, él se limitaba a trotar.

Su vida cambió luego del golpe. "Me pasó que disfrutaba de todo al máximo. Disfrutaba de estar vivo. Es una lástima que querés mantener ese pensamiento pero llega un momento que empezás en la rosca y el día a día te atrapa. En aquel entonces yo miraba todo y decía: qué suerte que tengo de estar vivo". Cabrera agrega: "Tuve la suerte que no pasó nada y que no perdí ninguna habilidad ni nada porque me podía haber pasado".

Matías recién pudo jugar al año siguiente con Juan Ramón Carrasco. Lo disfrutó. Luego le tocó Marcelo Gallardo. Dos años, dos campeonatos ganados.

Y emigró. Cagliari de Italia lo puso en la mira. Pero se armó lío. "Yo era representado por Bentancur y el pase me lo terminó haciendo Paco Casal y fue complejo. Se había dado una situación que el pase estaba hecho y se cayó por este inconveniente y seis meses después se hizo".

En Italia encontró otro fútbol. "Se juega con la pelota, se vive de otra manera, hay más orden. La verdad parece otro deporte. Acá es más locura. Me llamó la atención que no se presiona enseguida, retroceden y se pegan las líneas y hacen bloque defensivo. A mi me gusta presionar arriba, los grandes juegan así. En Cagliari lo sufrí porque había que mantener la divisional y jugábamos en un cuarto de cancha nuestra".

Luego de un paso por Estoril de Portugal volvió a Nacional, pero no jugó porque Munúa lo ponía poco. "Estaba contrariado por haber regresado con expectativa y sentí que el técnico me dio pocas chances. Y se me abrió la puerta en Defensor Sporting".

En la viola le costó. Al principio escuchaba el rumor de que se lo vinculaba con su tío Eduardo Acevedo. "La gente me miraba un poco de reojo. Muchos compañeros me dicen si no me genera una presión extra ser dirigido por mi tío, pero la verdad que no". Al margen de lo que digan, la historia habla por si sola. A Matías no se la cuentan. La vivió. Su historia de superación es un ejemplo.

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