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Cacho de la Cruz: "Si no te das cuenta cuándo retirarte de la televisión es porque sos un estúpido"

El histórico conductor de televisión, que volverá a los medios a los 85 años con un ciclo radial, conversó sobre su trayectoria y su visión de la televisión actual
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09 de junio de 2023 a las 11:37

Esta nota fue publicada originalmente el 20 de agosto de 2022

Se pelea con la televisión a la madrugada. La conoce de toda la vida. En la calma de la noche sus brazos dibujan ademanes y su voz se levanta. “¿Qué pasó, Cacho?”, llegan a su habitación alarmados. “Nada, estoy hablando solo. ¡Esto no puede ser!”. 

La familia de Arturo Cacho de la Cruz fue la primera que tuvo una televisión en el barrio. Su padre, Arturo Delacroix, cruzó el Atlántico y recaló en Buenos Aires, donde lo nacionalizaron De la Cruz antes de enviarlo directo a Ushuaia. “Mi papá era marroquí. Yo soy afrodescendiente”, le dice animado a El Observador. “Paró en el puerto argentino y bajó del barco. Había un puesto de migración, le hicieron la traducción de Delacroix a De la Cruz, lo nacionalizaron y le dijeron ‘suba a aquel barco’. ¡Y lo mandaron a Ushuaia como guardacárcel de la prisión de Tierra del Fuego!". Estuvo mucho tiempo y siguió toda su carrera en institutos penales. Una vez retirado, despuntó su amor por los aparatos electrónicos.

Cacho acompañaba a su papá a comprar las partes y lo miraba ponerlas en su lugar para armar el aparato, entre ellos la primera televisión de la casa y del barrio. “Mi padre se armó un televisor y venía el barrio entero a mi casa”. Hasta entonces, aunque reconocían su humor y sagacidad, nadie adivinaba que en el futuro se sentarían a ver al propio Cachito en la televisión. Nadie podía adivinar que ese niño se convertiría en una de las figuras más emblemáticas de la televisión uruguaya.

Cacho de la Cruz

–Las tardes de conejito, Las aventuras de Mister Fantasía, El show del mediodía, El castillo de la suerte, Cacho Bochinche, Telecataplum, Telematch, Telecachadas, El tiempo es oro, Cante y gane, Chichita, Sipi Nopo, Humor a las brasas, Angelito y Piedrabuena, Ayer te vi, Parque Jurásico, Broco, broco, puff, La tuerca, Polémica en el bar, Operación Ja Ja, Hacemos el humor, Petardos. ¿Qué piensa cuando los recuerda en conjunto?

–Yo no me di cuenta. Te digo la verdad, tengo 85 años y extraño todavía. Hay un cambio grande en el dialecto. A mi me enseñaron que la televisión era un privilegio, que tenías la llave de todas las casas y te dejaban entrar. Vos no le podías faltar el respeto a la gente. 

–¿Cree que eso ya no pasa en televisión?

–No. Me erizo cuando escucho decir “dejate de joder”, por ejemplo, que sería lo mínimo. Me pone mal. Quedo solo hablando en la habitación. Vienen enseguida: “¿Te pasó algo, Cacho?”. Y estoy puteando solo. ¡No puede ser! Un televisor cuesta mucha guita, mucha gente se endeuda para comprarlo y vos no podés salir con los pantalones rotos en la televisión por más que sea moda. Eso hay que respetarlo. Era el abecé. Ya no lo es más.

Hace poco, Cacho sacó la cuenta: si divide la cantidad de horas que pasó al aire en un programa de televisión habría pasado 21 años trabajando las 24 horas sin parar. No por nada lo apodaron el Señor Televisión.

***
Una noche en febrero, entre la una y media y las dos de la mañana, Cacho se había quedado solo en su apartamento de Villa Biarritz. “Y si me pasa algo a mí acá, ¿qué hago?”, pensó. La puerta tenía una cerradura gigante. Entonces levantó el teléfono y llamó a su mutualista. “Si me pasa algo en estos momentos, ¿cuánto tardan en venir?”, le preguntó a la recepcionista que atendió la llamada. “Calcule una hora y media”, le respondió. “Ah, bueno, muchas gracias. A esa altura ya me morí dos veces”, y colgó. Desde entonces decidió mudarse a un "hotel".

En la sala Torres García, un living genérico de tonos claros, Cacho de la Cruz recibe a El Observador para hablar sobre Todo esto es mentira, el libro que publicó el periodista Joaquín Doldán en el que cuenta parte de su historia.

“Son todas mentiras”, bromea Cacho entre risas. Lo dice antes de que cualquiera se le adelante, porque cree que si alguien se lo contara a él no lo creería. "Son todas verdades. Yo fui prácticamente un accidente en la vida. Porque mis padres me dieron una educación fantástica y a los 17 años me recibí de dibujante publicitario, y decidí que a partir de ese momento iba a hacer lo que quería". Lo que él quería era un camino por las artes.

Cacho de la Cruz

La suya es una historia que a priori puede parecer ampliamente conocida para los uruguayos que lo vieron durante casi medio siglo en la pantalla de sus casas, pero tiene más de un giro inesperado. Es una historia que reúne, por ejemplo, al mimo y actor francés Marcel Marceau, el Polaco Goyeneche y Mercedes Sosa con Perón, Don Francisco y el dramaturgo estadounidense Arthur Miller.

Una noche, trabajando en Pigmalión, se le acerca un hombre que le habla en inglés. De la Cruz le pide a Daniel “Bachicha” Lencina que oficie de traductor: “¿Qué dice este tipo?”, le pregunta. “Dice que quiere invitarte a ir a los Estados Unidos a estudiar teatro”, le explica el trompetista, “¡Nooo! Este me quiere llevar porque le habré caído en gracia. Pero decile que no”. Días después llega una tarjeta a canal 12: “Hi, did you learn how to speak in English?”. “¿Te das cuenta? Este tipo está enamorado de mí”, se convenció. El "tipo" era Miller.

¿Si le cuenta la historia de su vida a alguien que no lo conoce, le parece que no se la creería?

–No, no. Por ejemplo: yo fui policía obligado, y obligado cualquiera pelea. Cuando cumplí 18 años si no me presentaba en la policía, que tenía que rendir un examen, podía terminar en la Marina o en Infantería, me podrían haber mandado al Chaco, a Ushuaia o a cualquier lado. Entonces di el examen y me tomaron como policía.

No era muy bueno como agente.

–No, las cosas que me pasaron...

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Durante la charla, una puerta se corre. Entra a la habitación su hijo, Diego, y señala un piano que se encuentra en una esquina. Levanta la tapa, lo toca, la vuelve a cerrar.

"Con ese piano hicimos Chicago del Este y yo hice un boliche igual a uno que estaba en Chicago, en Estados Unidos, que era de la alta sociedad. Fue el primero que dejó entrar a un pianista negro a tocar. Compré este piano hace 40 años o más. Y venía Piazzolla con la Tana Rinaldi, y se sentaba ahí. Se quedaban una hora o dos. Tocaba Bachicha, Federico García Vigil, [Roberto] Galletti en la batería. Una orquestaza". Cacho recuerda y se le ilumina la cara. 

El músico dice que sus padres fueron percibiendo su inclinación artística, pero no fue una revelación. “Tuve la suerte de ir al Instituto Municipal de Artes y Oficios Raggio. Para poder tener el diploma tenías que saber música y nos pidieron que eligiéramos el instrumento que quisiéramos. Elegí el trombón porque todos los payasos hacen bromas con el trombón”.

Se levanta del sillón y se pone en posición. “El trombón hay que tocarlo así –explica parado recto con la mirada hacia adelante– para que la columna de aire salga perfecta”. Un instructor le pidió una vez que hiciera una escala en do. "Pa, pa, pa, pa, pa", simula ahora con la voz. Le sacó el trombón y lo echó: “No servís para nada”. “Porque en vez de tocar el trombón así (hacia adelante), lo toqué así (hacia abajo, doblando las rodillas, con la onda del jazz). En la escuela lo tuve que tocar como el quería”. ¿Y nunca más volvió a tocarlo como esa vez? “¡No! Si el trombón es fenómeno pa’ tocarlo así”. Cacho de la Cruz siempre fue un irreverente, que se lanzó ante las convenciones para probar algo nuevo. Por eso fue un pionero.

Empezó a trabajar en los boliches nocturnos de Buenos Aires a los 14 años, con el permiso de sus padres. Trabajó dos años gratis, para figurar en los programas y poder demostrar su experiencia. Formó parte de los Birdlanders hasta que su representante le propuso trabajar en el carnaval uruguayo con una nueva agrupación.

Así lo relata en el libro: 

–¿No querés ir a trabajar al carnaval de Uruguay? –le planteó Rafael Pereyra.

–Y, no sé, ¿pagan bien? 

–En Uruguay la plata vale mucho más que en cualquier lado, tiene el mismo valor del oro. Es plata-oro.

Una vez en Uruguay decidió probar suerte en el Hot Club de Montevideo y formó parte de los Hot Blowers. Paco Mañosa, Santiago Grezzi, García Vigil, Galletti, Bachicha Lencina, Rodolfo Caballero –que fue el músico predilecto de Jackeline Onassis, dice De la Cruz, un sanducero con oído absoluto–, Rubén Rada, Hugo Fattoruso y Osvaldo Fattoruso. Todos pasaron por la formación de jazz.

La banda fue una sensación en la región. La orquesta espectáculo estaba en su mejor momento y tocó desde en los salones más finos hasta adentro de un submarino. En el carnaval montevideano se convirtieron en un acto aclamado. “Sería un error pensar que la televisión fue la gran pasión de Cacho del Cruz. Sus mayores alegrías, sus recuerdos más vívidos y su presente más real están en la música”, escribe Doldán.

***

En medio de la entrevista hubo otra entrevista. Televisiva. Fue el momento ideal para ver al Señor Televisión en su hábitat natural. “¿Salimos al aire con esto?”, señala con el dedo índice la pantalla del celular. “¡Fantástico! ¡Fantástico!”.

Cuando El show del mediodía se emitió por primera vez en canal 12 corría el año 1962. Era impensado poder hacer una transmisión en vivo con un aparato de telefonía, pero fue el primer programa que se transmitió en vivo desde el estudio donde ahora se encuentra Radio Sarandí. Rápidamente se transformó en un clásico, llegó a los televisores de las casas uruguayas por más de 45 años y se convirtió en el primer programa de formato ómnibus de la televisión nacional. “Era la comunión de toda la gente que era conocida por radio. Los juntó el ingeniero [Horacio] Scheck, que para mí fue el tipo que sabía más de televisión en Sudamérica. Decía que el centro de comunicación no es a la noche, el centro de comunicación es al mediodía, cuando está la familia reunida sin el cansancio de todo el día”.

“Era una confrontación de muchas cosas que sobresale. Fue pionero y a la misma vez un semillero. De ahí empezó a salir todo. Eran todos conocidos en radio pero había que hacer la televisión”, comenta.

Empezó haciendo fonomímica y tocando con los Hotblowers pero, no recuerda cómo, terminó conduciéndolo junto a Alejandro Trotta hasta los años 80, con quien protagonizaba las famosas Telecachadas

–¿Cómo construía los personajes?

–Es muy difícil explicarlo. Chichita, por ejemplo, fue algo que surgió íntimamente en mi casa. Cuando le regalás algo a alguien, la persona te lo agradece, y vos decís “Es una pavadita”. En ese momento había nacido Daniela, mi hija mayor, la jefa de la banda. A Titina, la mamá, le hicieron un regalo y dijo “Muchas gracias por la pavadita que me trajo”. Dije: “Este es el personaje”. Empecé haciendo Chichita con embajadores. Yo les preguntaba: "¿Qué le parece el Uruguay?" El tipo me decía “Arafan saladan fran” y lo miraba la cámara “Dice que le encantan los parques”.

Cacho recuerda sus personajes, se ríe, y es como volver a verlo en la pantalla con una peluca bordó y un vestido negro. Chichita se convirtió en Almorzando con Chichita, una parodia del clásico programa argentino conducido por Mirtha Legrand. Pero con Chichita. “Mirtha me paró dos veces y me dijo ‘Vos me estás imitando a mí’ y yo le respondí ‘No te estoy imitando a vos, estoy imitando a una ignoranta’”. Las figuras que llegaban a la mesa de Chichita, al igual que con la diva argentina, conseguían un momento de exposición central en la televisión.

El show del mediodía fue interrumpido en 1972 por las restricciones eléctricas, producto de la crisis energética que atravesaba el país, que entre otras cosas hizo que la televisión empezara a emitir su programación desde las seis de la tarde. Cacho se mudó a Maldonado y pensó en regresar a Buenos Aires para intentarlo de vuelta del otro lado del río. Pero Scheck le hizo una propuesta: “Queremos que trabajes con nosotros, así que pensá qué querés hacer”.

La respuesta fue un programa para niños. “Recordé todo lo que me gustaba hacer cuando era chico y lo hice para los pibes”, cuenta. Los juegos del parque Japonés, en el Retiro, con un golero de resortes y un palo enjabonado, las actividades de las kermés. Cacho apeló a sus recuerdos más divertidos para ponerlos al servicio de la televisión. Así nació Cacho Bochinche, un programa que fue a prueba por tres meses y terminó sobreviviendo más de 20 años, marcando la infancia de los uruguayos y las uruguayas. “Hasta la del presidente de la República”, apunta.

“Lo que más risa me da es cuando algún padre dice ‘mirá quién está acá’ y el chiquilín así: quieto y con ojos grandes. ¡No me conoce!. Me queda mirando. ‘¡Mirá quién está: Cacho Bochinche!’. ‘¿Quién es Cacho Bochinche?’”, se ríe.

Cacho tuvo que lidiar con innumerables rumores: desde que no le gustaban los niños, pasando por paternidades no reconocidas, hasta que era adicto a las drogas, traficante e incluso proxeneta. Una vez lo llamaron del canal para preguntarle si se había muerto porque había circulado esa noticia. 

–¿Cómo se manejaba con lo que se decía de usted?

–No le daba trascendencia. Son rumores. Hay una canción que tengo que dice “los rumores son temores de gente que no tiene valores, el rumor es la forma comprobada de perder el tiempo hablando pavadas”.

–¿Es el precio de la fama?

–Claro, que has dado con el tipo indicado para que todo el mundo lo reconozca. Una vez un diario sacó una tapa que decía “Cacho con sida”. Era impresionante.

***

Hubo un tiempo en el que Cacho de la Cruz estaba todos los días en la pantalla. La exposición, lo que decía y lo que no, le valieron presiones políticas cuando estaba en su época de oro. 

“Estaba en el canal y viene el ingeniero y me dice ‘¿Qué carajo hiciste vos? Está el Esmaco esperándote afuera’”, recuerda. El Estado Mayor Conjunto fue a buscarlo a la puerta de canal 12, lo subió a un jeep y lo hicieron esperar una hora y media hasta que alguien se presentó para hacerle algunas preguntas. Recuerda aquella conversación así:

–Preséntese.

–Bueno, soy Cacho de la Cruz, me conocen como Cacho Bochinche.

–Usted tiene una canción, ¿no? ¿Qué quiere decir con esa canción? 

–Bueno, tengo muchas canciones.

–Esa que dice “Hagan ruido hasta que se enojen los vecinos”.

–Ah, la compositora de esa canción es mi mamá. Porque con dos platillos hacia así, como una murga, con mi hermana, mi mamá, mis dos primos. Entonces se me ocurrió hacer esta canción. Pero no tiene connotación política. 

–Usted está incitando a la sedición. “Hagan ruido, hasta que proteste tu padrino”.

–No, nada.

–Bueno, no lo haga más.

“Lo peor es que me fueron a buscar en jeep y me largaron en ómnibus”, dice Cacho.

Años después, cuando hacían el sketch Inauguración de un pozo en El show del mediodía, con un pequeño acto protocolar en la mitad de la calle también fueron a buscarlo para que dejaran de hacerlo. “Había tantos baches acá, pero baches baches, que los inaugurábamos. Es popular esto, si la gente protesta por los pozos en la calle”.

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–¿Cuándo decidió que había llegado el momento de retirarse de la televisión? 

–Te das cuenta. Si no te das cuenta es porque sos un estúpido. Vos no terminás con la televisión, te das cuenta de que se te acabó la cosa. Fuerza tengo para seguir si quiero, pero se me acabó el diálogo, el estilo, el tipo de canción. Me dije “retirate a tiempo, mejor”, y me fui.

–¿Mira televisión?

–Soy un adicto a la televisión. Soy tan adicto que a veces me pongo pesado, sobre todo con Maxi. ¡Logré que se vista como se tiene que vestir! En el último programa [de La Máscara] salió muy bien, lo llamé y lo felicité.

Cacho de la Cruz

Ahora Cacho de la Cruz se prepara para volver a los medios a los 85 años con un ciclo de ocho programas en radio Universal junto a Doldán, en el que profundizarán en su vida. “Un día hice radio. En la radio Panamericana. Me escuché y dije ‘no, no’. No tengo la dicción clara para la radio. Además no soy un tipo que sepa armar frases largas. Para pasar vergüenza no. Ahora me invitaron para hacer estos ocho programas que se llama Un Cacho de radio. Para que la gente me pregunte cosas”.

Cacho de la Cruz vuelve a su habitación. Esta noche, probablemente, vuelva a pelearse con la televisión hasta la madrugada. Porque lo que la caja boba muestra ahora ya no es lo mismo que antes. Y mañana ya no será lo mismo que hoy.

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