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Campaña electoral argentina se adelantó con pelea por impuestos

Peronismo quedó mal parado, pero impuso su agenda y espera recuperar apoyo de la clase media
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25 de diciembre de 2016 a las 05:00
Si algo quedó recientemente en claro con el debate argentino sobre la reforma del odiado impuesto a las ganancias es que la campaña electoral se adelantó varios meses y que cada sector adoptó posiciones con la mira más puesta en las legislativas de 2017 que en los problemas inherentes a la gestión.

La excepción, claro, fueron los gobernadores provinciales, que reciben la mitad de lo recaudado por ese impuesto, que a su vez representa casi la cuarta parte de la "torta" tributaria nacional. Estos políticos, en su gran mayoría peronistas, pusieron el límite para lo que parecía una segura derrota del macrismo en el congreso.

Como en tantas ocasiones –por ejemplo, cuando le prestaron su apoyo para votar el acuerdo con los fondos buitre– lo que unió a los gobernadores con Mauricio Macri no fue el amor sino el espanto a quedarse sin fondos para gobernar.

El presidente se recompuso luego de haber cometido errores que lo llevaron primero a que la oposición le arrebatara el control de la agenda política –al obligarlo a discutir una ley contra reloj antes de fin de año– y luego a sufrir una derrota con la media sanción para el proyecto opositor.

La jugada política de Macri consistió en hacer lo contrario a lo que todos esperaban: cuando se daba por obvio que vetaría la ley por sus inconsistencias fiscales, avisó que la mantendría tal como saliera del congreso. El mensaje era claro: no estaba dispuesto a regalarle al peronismo la victoria consistente en votar una ley simpática pero infinanciable y luego asumir el costo político de vetarla, de manera que el peronismo disfrutara del rédito de su discurso popular y no asumiera responsabilidad por las consecuencias de ese proyecto.

Al avisar que no vetaría, pasó toda la carga a los gobernadores, que serían los más perjudicados por una ley cuyo costo fiscal habría sido de US$ 10.000 millones, según los cálculos oficiales.

Los mandatarios provinciales frenaron a sus senadores, lo cual le dio oxígeno político a Macri y, además, dejó mal parados al kirchnerismo y al Frente Renovador de Sergio Massa.
Contribuyó al contragolpe de Macri el error de Axel Kicillof, el exministro de economía de Cristina Kirchner, que hoy es diputado. Kicillof había redactado de apuro la parte técnica de la ley y debió luego incluir una "fe de erratas" por un error de cálculo que había subestimado el costo fiscal en unos US$ 3.000 millones.

De manera que, en pocos días, lo que parecía una victoria opositora se transformó en una posición incómoda. El peronismo quedó en evidencia por la flojedad técnica de su propuesta, debió dar marcha atrás por pedido de sus propios gobernadores y, encima, tuvo que pagar el costo de "la foto de la unidad" en la cual sectores que hasta hace poco venían acusándose mutuamente posaron juntos para presentar el proyecto.

Massa y la campaña


El jugador que apareció más debilitado fue Massa. Una de las tareas que le resultó más difícil es tomar distancia del kirchnerismo, luego de haber sido en 2008 jefe de Gabinete de Cristina.

Por eso, cualquier acercamiento al bloque K implica un riesgo. Massa lo sabe y, acaso por eso mismo, se cuidó de no estar personalmente el día en que toda la oposición unida presentó el proyecto de ley. Evitó exponerse en la foto junto a Kicillof y otros dirigentes K, pero no pudo evitar que el macrismo hiciera amplio uso de ese acercamiento.

Palabras como "irresponsabilidad", "impostor" y acusaciones de no ser confiable se escucharon con intensidad. Y, para colmo, luego debió quedar pegado al grosero error de cálculo financiero evidenciado en la "fe de erratas" de Kicillof. ¿Por qué Massa tomó esa actitud?

En sus propias palabras, porque prefiere que le digan "irresponsable pero no insensible" por "no priorizar necesidades" de los argentinos.

La traducción política es que Massa espera que, cuando haya un alivio en la clase media que hoy está indignada por pagar un impuesto originalmente pensado solo para ricos, entonces las inconsistencias técnicas serán olvidadas y lo que quedará en la opinión pública es el agradecimiento a quien impulsó la reforma impositiva.

Es un tema que todavía no resulta tan claro. A fin de cuentas, esa clase media es la que votó a Macri en 2015, de manera que la jugada de Massa es de destino incierto.

Tiene a su favor un punto importante: Macri había utilizado el tema del impuesto a las ganancias durante la campaña electoral, con lo cual, el argumento de haber faltado a una promesa es un arma que Massa no dejará pasar.

"Ahora empieza a aparecer la racionalidad propia de un contexto electoral, lo que lleva a la oposición a endurecer su postura. Lo que hizo Massa fue desafiar cierta comodidad del gobierno. Y cierto sector social que apoya el alivio impositivo que hoy impulsa la oposición fue el que había votado a Macri", apunta Ignacio Ramírez, analista de la encuestadora Ibarómetro.

Otros politólogos destacan que la conclusión de esta "minicrisis" política del gobierno de Macri es que en la política actual se vive de campaña electoral permanente y que la legitimidad de los gobiernos depende de su capacidad de respuesta para demandas de corto plazo.

"El gobierno perdió el control de los tiempos políticos y acusa el desgaste de un año en que las cosas no salieron bien en la economía. Y mientras tanto, por el lado del peronismo, hay una puja por el liderazgo de cara a 2019", argumenta el analista Sergio Berenszein

Cogobernar con el peronismo


En este momento, el macrismo festeja el hecho de haber frustrado algo que parecía una victoria opositora. Sin embargo, hay señales que indican que también Macri pagará algún costo después de la escaramuza de las últimas semanas.

Para empezar, una conclusión es que Massa mostró capacidad de articulación en la oposición y que logró imponerle su agenda al gobierno, al punto de que, por iniciativa suya, el congreso tratara la creación de nuevos impuestos. Y, además, quedó en evidencia cierta debilidad del macrismo, que no tiene mayorías parlamentarias: solo puede mantener la paz política y social a cambio de un alto costo fiscal, como se demostró con la sanción de la ley de emergencia social, que implicó el traspaso de unos US$ 2.000 millones a piqueteros, sindicalistas y organizaciones sociales.

"La gobernabilidad que busca Macri se paga con deuda y con inflación. Pero esto de recurrir a los impuestos como permanente mecanismo de financiamiento político está encontrando límites", observa el analista Sergio Berensztein.

Es por eso que el debate interno del macrismo es cómo continuar el relacionamiento con la oposición.

Y cada vez son más los que creen que, en vez de marcar distancias con el peronismo, Macri debería emular a su "ahijada", la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, que pactó con el sector de Massa.

El acuerdo incluyó hasta la designación de dirigentes peronistas en su gabinete, y el resultado fue positivo en términos de gobernabilidad. Como apunta el analista Rosendo Fraga: "Vidal logró algo importante, gobierna sin que cada vez que haya que aprobar algo importante se produzca una crisis.

En cambio, Macri tiene que hacer una negociación ante cada tema importante de la agenda. Si convocara a figuras de la oposición lograría oxigenar su gobierno".

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