“La casa está en orden”, dijo el senador nacionalista Jorge Gandini una vez conocidas las decisiones del presidente Luis Lacalle Pou en torno al caso Marset. Una frase que había dejado para la historia el presidente argentino Raúl Alfonsín, tras desactivar la sublevación militar carapintada de 1987 en aquella circunstancia de tremenda crisis institucional en nada parecida a la crisis política uruguaya de estos días.
Las renuncias obligadas de jerarcas y asesores cercanos a Lacalle Pou por el affaire Marset nada tienen que ver con una crisis de las instituciones del país. Pero sí amenazaron con conmover las paredes de la coalición de gobierno –que finalmente apenas sí vibraron– y, más que nada, tocaron la imagen de un presidente que habitualmente invita a “dormir sin frazada” a quienes no les gusta sufrir el frío de la falta de transparencia.
Como se sabe, todo fue detonado por las revelaciones de la exvicecanciller Carolina Ache, quien declaró en Fiscalía que el canciller Francisco Bustillo le sugirió que perdiera su celular y que el asesor presidencial Roberto Lafluf le pidió que borrara sus mensajes con el subsecretario del Interior, Guillermo Maciel, en los que advertía acerca de la peligrosidad del narcotraficante Sebastián Marset.
Desde la oposición frenteamplista, previsiblemente y con razón, cuestionaron lo sucedido. Primero con una destacable sensatez en la que se descartó cualquier posibilidad de juicio político contra el presidente, y luego con algunos excesos que la llevaron a sembrar dudas acerca de la relación de la política con el narcotráfico.
El presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, dijo que la expedición del pasaporte a Marset "dejó claro que es fácil" para los narcotraficantes "penetrar a la política". "En toda América Latina, ¿no se tuvo diputados que eran parte del narcotráfico? ¿No vimos a Escobar candidateándose?”, dijo Pereira.
En tanto, en la casa nacionalista de la calle Juan Carlos Gómez cerraron filas en torno al presidente Lacalle y no hubo dirigente que, tras las renuncias ministeriales, no se derramara en elogios al mandatario. Desde el secretario presidencial, Álvaro Delgado, pasando por su contendiente en las elecciones internas, Laura Raffo, hasta el ya mencionado porlapatrista Gandini –quien se entusiasmó en X con un solidario “¡hay presidente!–.
Sin embargo, la procesión va por dentro. Dirigentes blancos dijeron a El Observador que el entusiasmo público en defensa del presidente venía acompañado de una preocupación íntima acerca de los alcances que tendrá el episodio en la imagen presidencial.
En tanto, la coalición de gobierno se abroqueló como nunca en los últimos meses en defensa de Lacalle Pou. Los colorados siguieron oficiando de “socios fieles de los blancos”, pero incluso el habitualmente levantisco cabildante Guido Manini Ríos dijo que no estaba dispuesto a “agrandar el conflicto”.
Los socios actuaron en conjunto este martes cuando el Frente Amplio intentó que el Senado abordara el caso Marset como “asunto político” en una sesión especial. "Los hechos que se proponen se encuentran dentro de la órbita judicial. La crisis política quedó debidamente resuelta con la intervención y decisiones del presidente y son suficientes para dar vuelta la página y seguir adelante”, dice la declaración firmada por todos los senadores oficialistas.
Como se ve, la casa de la coalición de gobierno parece haber soportado sin zozobras el huracán que sopló en los últimos días.
La que puede haber quedado dañada es esa estructura humana y política llamada Luis Lacalle Pou. Una construcción que se había mantenido enhiesta aún en las complicadas jornadas del caso que involucró a su exjefe de custodia, Alejandro Astesiano.
Demasiadas chambonadas en su entorno, un jerarca tratando a otro de tarado, un asesor muy cercano proponiendo una práctica no muy santa, el propio presidente involucrado de alguna manera en la maniobra.
Al presidente se lo vio ciertamente cansado a su regreso de Estados Unidos el sábado 4 cuando –en una rueda de prensa en la que fue poco exigido por los periodistas– dejó entrever que estaba enterado de la propuesta de su asesor Lafluf para borrar los chats, pero no abundó acerca de si la iniciativa fue suya o si solo avaló lo hecho. “Sí, pasé por la reunión, según me dicen los participantes. Pasé a saludar, no llegué a los dos minutos. Es acá arriba en el piso 11. No participé de la reunión. Sí, fui yo el que pedí que se convoque a los efectos de tener una línea única de trabajo y acción", dijo.
Este lunes en la inauguración del hospital del Cerro evadió las preguntas de la prensa sobre el caso Marset, y nada hace entrever que en el corto plazo ofrezca una explicación más certera sobre lo ocurrido. Eso sí: se subió a la tribuna y allí apareció un Lacalle Pou combativo, un tanto furioso, dispuesto a pelear contra sus detractores. Entre la gente que le manifestaba su apoyo, algunos militantes de la izquierda se acercaron con carteles que hablaban de corrupción, de connivencia con el narcotráfico, y promesas presuntamente incumplidas.
“Hay un cartelito allá, entre todos los que me han dedicado, que dice: Presi, hacete cargo… De más está decir…”, ironizó mientras extendía su brazo señalando el flamante hospital. “Estoy tratando, jefe. Estamos en eso”, le respondió con indisimulada bronca a otra persona que también pidió que se hiciera cargo de lo hecho por los jerarcas del gobierno.
Habrá que ver si Lacalle Pou avanza en sus explicaciones de lo sucedido y espanta la sensación de que, esta vez, no estuvo a la altura de las circunstancias. Los próximos sondeos tal vez nos den alguna pista acerca de cómo influyó este escándalo en la popularidad del mandatario.
Por lo pronto, los nacionalistas precisan como el agua que el presidente siga siendo “el dos de oro”, ese con el que se gana casi cualquier mano, y fundamentalmente, el que puede darle lustre al resto de las barajas blancas que disputarán la próxima elección.
Por ahora, en el caso Marset, la tradicional invitación del presidente a “dormir sin frazada" dejó a demasiada gente tiritando.