Hay instituciones que han tratado de compensar esas pérdidas. Hay acuerdos que se han hecho entre instituciones. Hay instituciones que contratan docentes que quedan sin trabajo. Pero hay una ecuación que no cierra: hay menos alumnos en la educación en general y ese es un dato objetivo. En la educación inicial de ANEP hubo un descenso del 22% de la matrícula en solo tres años. No hay estudios sistemáticos en el sector privado, pero es notorio que la matrícula de enseñanza privada viene decreciendo en términos globales año a año en el marco de un descenso de la natalidad.
El ministro de Educación, Pablo Da Silveira, justificó que el cierre de colegios, más allá de la natalidad, obedece a que la enseñanza pública “está mejor”. Y el sindicato de enseñanza privada argumentó que los colegios gestionan mal y no es cuestión de matrícula. ¿Son argumentos válidos?
Lo digo con humildad: ambos se equivocan. Le preguntaría al ministro Da Silveira por qué descendió la matrícula también en la enseñanza pública. ¿Es porque no están satisfechos con la enseñanza pública? No. Es porque hay menos niños. Con respecto al sindicato, es probable que en alguna institución pueda haber problemas de gestión, pero es ineludible no considerar que hay menos niños en edad de cursar la enseñanza. Más aún en la enseñanza privada que nuclea a sectores medios y altos que son los que tienen menos hijos.
¿Hay un exceso de colegios para la cantidad de demanda?
La piscina es cada vez más chica y sin embargo ha habido más pescadores en los últimos años que aparecieron por vías no tan tradicionales.
¿A qué se refiere?
Hay colegios de 50, 100 o 140 años. Se han adaptado y han encontrado su vigencia en distintas épocas. En los últimos años, en cambio, han aparecido grandes inversiones en educación privada que llaman la atención. Difícilmente en el área educativa tengan una tasa de retorno que justifique una inversión de tal monto.
Han aparecido grandes inversiones en educación privada que llaman la atención
¿Están lavando dinero?
No lo puedo decir porque, de lo contrario, tendría que ir a la justicia a denunciarlo. Solo digo que no me cierran algunas ecuaciones. Hay que prestar atención, sobre todo los organismos pertinentes deberían hacerlo. Es cierto que inversiones grandilocuentes permiten tener infraestructuras vistosas. Pero, aún así, la inversión parece desproporcionada a la capacidad de recuperación futura.
Algunas de esas inversiones se dan en Maldonado, donde se supone que, a contra corriente del resto del país, hay un crecimiento de la matrícula por la llegada de argentinos. Lo mismo pasa cerca de los barrios privados de Canelones. ¿Eso no justifica la apuesta de los empresarios a invertir allí?
Ese es un fenómeno real. Lo distinto, al menos distinto en el ámbito educativo, es la llegada de capitales extranjeros que llegan vinculados a grandes emprendimientos inmobiliarios y lo acompañan con un colegio como servicios incluidos. Algunas de estas inversiones serán legítimas, pero seguro no son tradicionales.
Su advertencia se asemeja a aquella que hacían los almacenes de barrio con la llegada de las grandes superficies. Pero, ¿no se supone que en la educación no todos venden el mismo producto y la competencia no es, por tanto, tan directa?
Bienvenida la diversidad de propuestas educativas. El tema de cuando se convierte en un simple negocio, como parecen algunas inversiones en Maldonado, es que flexibilizás la propuesta para quedar atado a los intereses de las familias, como si fuera una etapa previa al homeschooling (que cada padre pueda enseñar a su hijo en su casa sin la obligatoriedad de asistir a clase). ¿El problema? La esencia de una institución de enseñanza es socializante y no individualizante.
Un constitucionalista podría argumentar que cada padre, madre o tutor tiene el derecho a elegir el tipo de educación que quiere para sus hijos…
No cuestiono el derecho de las familias a elegir. Pero no hay que confundir: la educación, sin importar si es bajo gestión estatal o privada, siempre es un bien público. Toda educación tiene un impacto en la sociedad. Por eso importa qué fines persigue la enseñanza. Un colegio puede formar para que alguien se vaya y sea cirujano plástico en Miami con la intención de convertirse en rico y nada más, o puede proponerse formar para la vida.
La educación, sin importar si es bajo gestión estatal o privada, siempre es un bien público
¿Cuán guetizado está el estudiante promedio de un colegio privado?
El sistema educativo está cada vez más segregado. Lo dicen los informes. La segregación educativa es un problema, pero también hay una segregación habitacional y hay una segregación barrial. No era característica del Uruguay y lo empezó a ser hace algunos años, con profundización en la última década. No está solo entre la propuesta privada y la propuesta estatal, se da también dentro del propio sistema estatal. Hace tiempo que en la escuela no pasa aquello de que el hijo del patrón y el hijo del empleado comparten el mismo banco.
Las últimas pruebas PISA revelaron que los estudiantes de liceos públicos obtuvieron en promedio 406 puntos en matemática, mientras que sus pares de colegios privados llegaron a 478. Pero cuando se compara dejando de lado el contexto y las características de los alumnos, obtienen desempeños similares. ¿En qué hace la diferencia la enseñanza privada?
Ese es el drama de todo el sistema educativo uruguayo: el condicionamiento social de los aprendizajes. Depende de dónde naciste para saber cuáles será tus resultados. Pero yendo a qué sí diferencia a los privados: hay mayor nivel de registro de necesidades educativas especiales y los privados también tienen mejores niveles de culminación de la enseñanza obligatoria.
Algún docente radical podría justificar: “Y si en los privados se paga para pasar de grado”…
Eso es una caricatura que no condice con la realidad. Nadie compra su promoción. Y la demostración está en cómo continúa la trayectoria de esos egresados en el nivel universitario y profesional. No quiero parecer el paladín de la enseñanza privada, porque yo creo que el Uruguay necesita una educación pública de calidad.
PISA reveló que Uruguay es el peor país en autonomía de los centros educativos entre las 81 economías que participaron de las pruebas: ¿ahí radica que la enseñanza privada no pueda hacer la diferencia en desempeños educativos?
Somos los campeones por la negativa. Es un fenómeno que incide, por algo los propios informes de PISA demuestran una correlación entre mayores niveles de autonomía y mejores desempeños. El punto no es la autonomía per sé, sino qué se hace con ella. El gran problema del sistema educativo uruguayo es la inequidad que reproduce. O, dicho de otro modo, la incapacidad para revertir los puntos de arranque de los alumnos. Se supone que la educación no está para reproducir lo que viene de base, sino para generar nuevas oportunidades.
Empieza el año electoral: ¿qué le gustaría leer en los programas de gobierno de los partidos que compiten?
Dos lemas. Uno que diga: “Todos los niños y adolescentes pueden aprender”. Parece una frase inocua y con la cual todo el mundo está de acuerdo. Pero bajar esa frase a la realidad de cada centro en la cotidianeidad se transforma en una verdadera revolución educativa. Hoy no todos los niños y adolescentes pueden aprender en los hechos Segundo: “Generemos un movimiento por la justicia educativa”. La justicia educativa significa que cada uno sea capaz de dar el máximo de sus posibilidades y aprender en su ritmo, a su tiempo y de acuerdo a sus posibilidades. No es tratar igual a todos los que son diferentes. La educación sola no puede. Eso ya lo sabemos. Pero la educación sí tiene mucho para hacer. A veces se dice: “Con hambre no se puede pensar”. O “la letra con frío no entra”. Por supuesto que tenemos que tener políticas de alimentación, políticas de salud articuladas con el sistema educativo, pero el sistema educativo tiene una parte para hacer en esa conjunción de esfuerzos y la justicia educativa implica revertir estos resultados que estamos teniendo hoy. Pese a los esfuerzos de los distintos últimos gobiernos, el egreso del bachillerato en Uruguay sigue siendo muy malo en comparación a cómo avanza el resto del mundo. Para que estos lemas prosperen se necesitan acuerdos mínimos —el mínimo común múltiple— que perduren por más de un período de gobierno.
Todos los niños y adolescentes pueden aprender
¿La llamada transformación curricular dio algún resultado?
La transformación educativa no ha entrado al aula de manera contundente ni generalizada. Falta entrar a la caja negra del sistema, a lo que logra hacer el docente cuando se cierran las puertas del aula. El investigador británico Mel Ainscow dice que el cambio en educación es técnicamente sencillo, pero política y socialmente muy complejo. Con eso se ha topado este proceso de cambio. Se ha discutido en base a una batalla política y no al trasfondo técnico.
Usted, cofundador del sindicato de profesores de Secundaria de Montevideo, ¿considera que la asociación que fundó no está encausando correctamente las batallas?
Los sindicatos de la enseñanza no se han puesto al hombro esta mochila de batallar por la equidad y por la justicia educativa. Les han faltado propuestas. Han peleado por presupuesto que sí ha sido importante. Aunque en esa batalla no puede olvidarse a otros actores que fueron clave, entre ellos el exministro (Danilo) Astori a quien pocos reconocen en ese aspecto. El presupuesto es una condición necesaria, pero no suficiente. Los sindicatos se han opuesto demasiado y han propuesto muy poco. Se han opuesto en su momento el plan ProMejora, por ejemplo, que tendía a fortalecer las comunidades educativas. Se opusieron a la elección de horas por más de un año, siendo un instrumento importante para el cambio y para el beneficio de los docentes. El gran transformador de la educación del siglo XXI no es Wilson Netto ni Robert Silva, es la comunidad docente que logre hacer la diferencia dentro del aula y revierta la inequidad de base.