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Claudia Umpiérrez: la mujer justa

La insistencia, la capacidad y la perseverancia la llevaron a convertirse en la primera mujer en arbitrar fútbol en primera división en Uruguay. Árbitra de vocación y abogada de profesión, Claudia Umpiérrez es una defensora de lo justo y está siempre dispuesta a ir por más
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18 de julio de 2018 a las 05:00
[Por Agustina Amorós]

Encontrar un hueco en la agenda de Claudia Umpiérrez (35) es algo excepcional; en las mañanas entrena, las tardes las pasa en su trabajo en el Banco de Seguros del Estado y las noches las disfruta junto con su familia. Pero bien dispuesta y organizada logra encontrar un momento para la entrevista. La imagen que tenía de ella como una mujer de carácter inquebrantable se disipa apenas admite que es de llanto fácil. La cuestiono respecto a la compatibilidad de esa sensibilidad con los vericuetos de su profesión, pero el ruido de una puerta interrumpe la charla. Desde la habitación contigua se asoma su hija Naomi (4) junto con Aron, un golden retriever, parte de la familia. "Mamá ya va", atiende con dulzura la jueza y se vuelve nuevamente hacia mí para continuar la conversación. "Nunca permití que me afectaran los insultos. En la cancha me concentro, voy a hacer mi trabajo", sentencia. Dual y segura, así es la mujer que se mueve en el mundo del deporte con el silbato listo para hacer justicia.

Calentamiento

De una auténtica familia futbolera, Claudia es la única niña del matrimonio de Margarita y Julio. Se balancea como la hermana del medio entre dos varones: uno cinco años mayor que ella y otro dieciséis años menor. Llegó al mundo con una luxación congénita de cadera, una malformación que atentaba contra la correcta postura de sus piernas. El diagnóstico sorprendió a sus padres con dos alternativas: una riesgosa operación o un riguroso tratamiento. Optaron por lo último, lo que implicó inmovilizar las piernas de su hija durante los primeros dos años de vida y ponerla en tratamiento hasta que cumplió los ocho. "Ese tratamiento me cambió la vida. Iba a ser renga", dice. Su padre se opuso en su momento a que hubiera registros de esa época y su madre le recuerda, hasta hoy, que su vida fue una lucha constante para superar obstáculos. Los primeros recuerdos de su niñez son de Capurro, el barrio que la vio nacer. Su padre era entrenador de fútbol en los clubes Fénix y Bella Vista. En este último, Claudia tocó la pelota por primera vez jugando al baby fútbol.

"Mi mamá era ama de casa y con el sueldo de mi padre como retirado militar no nos alcanzaba", explica Claudia, lo que los llevó a aceptar la ayuda de los abuelos maternos y a trasladarse a la ciudad de Pan de Azúcar (Maldonado), donde los esperaba una buena dosis familiar y la idea de abrir un almacén de barrio. Abandonar los afectos y la vida en Capurro fue duro para ella. Se instalaron en el barrio Las Brisas, al lado de la casa de sus abuelos, con más de veinte primos a la redonda. Su adolescencia en el interior fue libre y futbolera, combinada con su innata disciplina. Le gustaba estudiar y su esfuerzo la embanderó con el Pabellón Nacional en la escuela y en el liceo. "Mi hermano mayor era muy inteligente. A mí, en cambio, me costaba todo mucho más. Él se aprendía todo en media hora y yo tenía que estudiarlo dos días", recuerda entre risas.

Aunque sus padres la incentivaron para que estudiara magisterio (lo que le permitía estudiar sin tener que irse del departamento), una profesora de Educación Cívica le vio el perfil para estudiar Derecho y, al terminar quinto de liceo, Claudia estaba segura de querer dedicarse a las leyes. La decisión implicaba dejar Pan de Azúcar y establecerse en la capital del país. "Mi padre estaba fulminado, siempre tuvimos un vínculo especial: lo acompañaba a la cancha y a las prácticas, era la niña mimada". Se armó de coraje y valijas para cursar el primer año de abogacía en Montevideo. En convivencia con dos amigas de Pan de Azúcar, el primer año lo llevó con disfrute y voluntad. "En la crisis del 2002 mis padres tuvieron que cerrar el almacén y mudarse a Atlántida", cuenta. Por lo que, para evitar gastos, su segundo año de carrera lo completó desde allí, viajando diariamente a clases. Durante esos años también se enamoró, se casó, y consiguió un trabajo estable en Montevideo para ayudar a sustentar su carrera.

Primer tiempo

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Fue a través de un comunicado en el informativo que Claudia se enteró del curso de árbitro de la AUF y no demoró en asimilarlo como una potencial oportunidad de trabajo para los fines de semana. Tomó la prueba física de ingreso y en 2003, con 20 años, comenzó los cursos. Sus profesores notaron que reunía características favorecedoras: casi 1,80 m de altura, gusto por el fútbol y los conocimientos natos de haber crecido en cuna futbolera. "Teníamos como profesores a Ernesto Filippi y Carlos Velázquez. Recibía buenas devoluciones de los partidos y me mantenía entusiasmada", recuerda. El ritmo de facultad empezó a enlentecerse y el arbitraje a tomar más cancha: al finalizar el curso comenzó a arbitrar en cuarta división.

El ritmo era intenso: trabajaba en una empresa nueve horas diarias, estudiaba Derecho en la noche y los fines de semana los dedicaba al arbitraje. "Me podían tocar hasta cinco partidos en un fin de semana. Para llegar puntual, a veces necesitaba tomar dos ómnibus y salir a las seis de la mañana de mi casa", recuerda Umpiérrez. Al tiempo logró comprarse una moto para ganar en tiempo y descanso. Fueron cuatro años de arbitrar en cuarta división y, en el último año, el entusiasmo se fue diluyendo entre el cansancio y las devoluciones poco estimulantes.

Que un hincha le grite: "¡Andá a lavar los platos!" no la hiere ni la desconcentra. Admite, incluso, tomarse con humor los insultos ingeniosos. Las injusticias del ambiente, en cambio, la desesperanzaron. En diciembre de 2007 Claudia estaba a la espera de recibir su puntaje anual. Cada año los árbitros reciben un promedio de su desempeño y obtener un buen puntaje, es decir, estar bien ranqueados, los acerca a ascender de categoría. Ese año eran 31 árbitros en la categoría esperando a recibir su devolución cuando un miembro del Colegio de Árbitros la llamó para notificarle que había quedado en el puesto 33. "¿Cómo puede ser, si somos 31 en la categoría?", reaccionó confusa. "Es que sos tan mala que dejamos dos lugares por si aparece alguien más", arremetió el miembro del tribunal. Claudia había quedado última en el ranking, pero el dolor sobrepasaba al dato. "La misma persona me había dicho 'devolvé el silbato' en otra oportunidad, pero sentí que esto era demasiado. Me fui del tumulto y me largué a llorar. Fue muy duro para mí", recuerda. Entre el enojo con el sistema y el desánimo, decidió no entrenar durante la pretemporada. "Estaba renunciando a muchas cosas para dedicarme a algo que no veía que progresara ni que me sirviera. Sentí que no gustaba", admite.

Segundo tiempo

El cambio de año trajo un aluvión de nuevas personas al Colegio de Árbitros, por lo que Ernesto Filippi, que había sido su profesor, la llamó y le insistió para que volviera. "Regalate un año más. Estoy seguro de que te va a ir bien", recuerda Claudia con palabras textuales. Así, en 2008 siguió y consiguió el ascenso a tercera división.

En 2009 ya estaba arbitrando en segunda, pero cuando las cosas en la cancha empezaron a ir bien, lo personal jugó una mala pasada. "Me divorcié y estaba anímicamente muy mal. Adelgacé mucho y mis colegas me decían que ya no corría, que me arrastraba", cuenta con la cuota de humor que regala la perspectiva. En 2010 la FIFA le otorgó el escudo internacional, lo que la habilitó a arbitrar fútbol femenino a nivel mundial. "Viajé a torneos internacionales, conocí árbitras de otros países, hice amigas. Me hizo muy bien", resume. Y mientras empezaba a arbitrar internacionalmente, una amistad con su colega Gabriel Popovits devino en una relación de pareja y se transformó en su gran amor. "Me ayudó a sanar y a sortear las nuevas adversidades", afirma.

Paralelamente al mundo del arbitraje, Claudia se desenvolvía como administrativa en el laboratorio Gautier, con las complicaciones de combinar un trabajo estable con las demandas del fútbol. "En 2012 me designaron para el Mundial sub-17 Femenino en Azerbaiyán, pero en mi trabajo hubo cambios radicales. En marzo tenía que ir a un Sudamericano y el nuevo jefe no me daría el permiso para ausentarme. Les expliqué la importancia de ir, que ese año era el Mundial y que era la oportunidad para que me conociera la FIFA, pero me pusieron entre la espada y la pared: 'Si te vas, te vamos a echar'", recuerda.

Viajó y a la vuelta tenía en las manos el telegrama de despido. La vida la obligaba a arremeter y no perdió el tiempo: ayudándose con el dinero de la indemnización, preparó las materias que le restaban para recibirse. Entre abril y junio rindió los exámenes libres, en agosto de 2012 se recibió de abogada y en setiembre estaba arbitrando en el Mundial de Azerbaiyán. "Una carrera de seis años la hice en once. Entre los viajes y el fútbol me llevó el doble de esfuerzo, pero valió la pena", analiza.

Alargue

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La vuelta del Mundial fue recargada. Al año siguiente se cumplirían cuatro años de arbitrar en segunda división y no ascender se volvía menos comprensible para Claudia. Dentro del ranking anual estaba entre los primeros lugares, siempre a un paso de subir de categoría. "Pedí una reunión en el Colegio de Árbitros para consultar qué podía hacer para mejorar. Me dijeron que, para subir, tenía que aprobar la prueba física de los hombres", explica y advierte que para rendir bajo la misma exigencia que los hombres, ella necesita entrenar el doble. Se preparó, rindió la prueba y la aprobó. No ascendió, quedó cuarta en el ranking anual.

"En 2012 se filtraron y trascendieron los puntajes con los promedios de todos los árbitros. Las notas demostraban que había tenido el puntaje necesario para el ascenso, a pesar de que no me lo habían dado. Hubo un gran problema administrativo, a la gente que estaba la sacaron; pero entendí que estaba cargado de subjetividad y que subir de categoría no dependía de mi esfuerzo", lamenta. No habían sido justos y eso era insostenible para Claudia. Permaneció tres años más en segunda, a pesar de que ahora las notas de los veedores la hacían merecedora del ascenso. Dudó si continuar, especialmente porque estaba postergando su maternidad en pos de un cambio que no llegaba.

Penales

El 2013 empezó con mejores oportunidades en la cancha. "Habían quedado expuestos con la injusticia, por lo que empecé a recibir mejores partidos y buenos augurios para ese año. Me decían que ese sería mi año como árbitra, pero me enteré de que estaba embarazada. Iba ser mi año, sí, mi año personal", recuerda.

En enero de 2014 —tras dar a luz a su hija—, le llegó la designación para el Mundial sub-20 Femenino, que sería en agosto de ese mismo año en Canadá. "Volver era muy complejo. La cesárea implicaba 45 días de inactividad. Recién en marzo pude empezar a correr y la prueba física la tenía que rendir en junio. Me esforcé, entrené doble horario, pero no pasé la velocidad. Quedé afuera. No pude viajar", explica y señala que al mes ya lograba cumplir con los tiempos requeridos. El sub-20 era la antesala para el Mundial Femenino de mayores, previsto para junio de 2015 en el mismo país. "Sentí que el Mundial de mayores, que era mi objetivo, estaba perdido".

Así que volvió a arbitrar en segunda división de Uruguay, lo que la ayudó a retomar la rutina y el entusiasmo, hasta que una llamada de Jorge Larrionda de FIFA la devolvió a la cancha internacional. La propuesta era que viajara a Portugal a un curso de formación. "Demostrá lo que sabés hacer y que estás bien después de tu embarazo", le dijo Larrionda, consciente de que se trataba del paso previo al Mundial de mayores. En abril de 2015 recibió la confirmación de que estaba seleccionada para Canadá y en julio ya se encontraba en la otra punta del continente: la Copa Mundial Femenina había llegado.

La victoria

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Claudia destaca el primer partido que le tocó arbitrar en Canadá, en el que Estados Unidos enfrentaba a Australia. Lo recuerda con exactitud: "Fue espectacular. Había 33 mil personas. Tenía un nudo en la garganta de la emoción: estaba dirigiendo a Estados Unidos, una potencia en fútbol femenino", reconoce con admiración. "Pasé de ir a las seis de la mañana al Parque Bossio (de Huracán FC) a estar en Winnipeg en un estadio increíble", se ríe con orgullo.

En 2015, mientras Claudia dirigía cuartos de final en el Mundial, la noticia de su arbitraje generó atención mediática en Uruguay. Aterrizó en Montevideo con la idea de que era "ahora o nunca" y aplicó su fórmula de cabecera: insistir, persistir, resistir y nunca desistir. Una vez más, golpeó las puertas del Colegio de Árbitros. Le pidieron que tomara nuevamente la prueba física de hombres y Claudia no dudó en agendarla para la semana siguiente. Su esposo insistía en que era una locura prepararla en tan poco tiempo, pero ella estaba convencida de que la iba a pasar. Aprobó. "Sabía que lo había dado todo. Ya no estaba en mis manos. Las personas que estaban a cargo fueron honestas: las notas me daban, había superado la prueba y se animaron a darme la oportunidad. Subí a primera", cuenta.

Desde entonces, se desempeña como árbitra internacional y trabaja en la categoría más alta del fútbol uruguayo. Aunque fue la primera mujer que dirigió un partido como árbitro central, no pierde oportunidad de aclarar: "Laura Geymonat ya había estado como árbitro asistente en esta división. Es de la primera generación de árbitras y fueron las que más barreras tuvieron que romper para llegar hasta allí", afirma.

"Di todo para estar en igualdad de condiciones que los hombres. Hago todo lo que depende de mí: entreno fuerte, salvo las pruebas teóricas, trato de dar lo mejor. Sentí que tuve que demostrar más por ser mujer y no quiero que nada sirva de excusa para que crean que no puedo dirigir. Estoy feliz de haber llegado y demostrar que no fue por un tema de equidad de género: me lo gané con esfuerzo y por estar siempre dispuesta a más", dice. Si bien el objetivo de llegar a primera división está cumplido, Claudia aún sueña con arbitrar un clásico o que le toque una designación junto a Gabriel, su marido. Siempre hay objetivos nuevos en la vida de la justiciera.

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Próximas fechas

En agosto de este año Claudia viajará a Francia a arbitrar en el Mundial sub-20 Femenino. Está preseleccionada para el Mundial de mayores, que tendrá lugar en junio de 2019, pero todavía no es una certeza. "Estoy concentrada en el Mundial sub-20 y preparándome para ir con la mejor condición física posible. Es el momento de demostrar que quiero estar ahí en 2019".

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