Economía y Empresas > Entrevista

Cofundadora de Rapsodia: "Llegué a la cima del éxito pero por dentro no me sentía feliz"

La empresaria habló sobre la creación de su marca y de la necesidad de reencontrarse con su esencia
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14 de diciembre de 2016 a las 05:00
Verborrágica, utilizando muchas metáforas para hablar sobre su vida y los 17 años de la marca Rapsodia, cocreada junto a su amiga Sol Acuña. Así es la argentina Josefina Helguera. Ese emprendimiento la catapultó como una exitosa empresaria, premiada junto a su socia como emprendedoras del año en 2013, reconocimiento que otorga la consultora E&Y.

Con el deseo de hacer "algo diferente", a contracorriente de las tendencias de moda minimalistas que se imponían en la década de los 90, recurrieron al apoyo de Francisco De Narváez –amigo de ambas–, quien les pidió que armaran un plan de negocios en seis meses, que "plasmara nuestros sueños". Hoy Rapsodia tiene 900 empleados con 45 tiendas en Argentina y otras 45 entre Uruguay, Chile, México, Colombia, Venezuela y Paraguay, con una facturación de más de US$ 250 millones.
Hace unas semanas Helguera brindó una charla invitada por el programa Más Emprendedoras, en donde se refirió a sus momentos más difíciles, en los que poner un freno laboral fue la solución.

¿Cómo surgió Rapsodia?
(En 1998) Yo estaba trabajando en Via Vai, una marca de Alan Faena y Paula Cahen D'Anvers, supervisando los locales, las colecciones, y había aprendido todo sobre la rueda operativa de una compañía de indumentaria de moda. Alan vendió Via Vai y yo seguí trabajando para el nuevo dueño; la contratamos a Sol (Acuña) como modelo para las gráficas de una campaña. Nos hicimos amigas y pensamos que sería bueno hacer algo juntas.

Empezamos a buscar la forma de realizar el sueño, hacer algo que resonara con nosotras y lo fuimos a ver a Francisco de Narváez, amigo de ambas. Le contamos la idea, le interesó un montón y nos propuso escribir un plan de negocios. Ahí dijo que si le interesaba se sumaba como inversor, y si no nos ayudaba a conseguir alguien que nos diera una mano. Estuvimos seis meses escribiendo la idea, empezamos a soñar en grande.
La experiencia de Francisco (de Narváez) como empresario fue el motor que nos impulsó.

¿Cómo se llegó a la primera tienda en Las Cañitas?

No encontrábamos recursos en el mercado argentino para hacer posible el plan de negocios que habíamos armado. Salimos a recorrer embajadas. Cuando llegamos a la de India, vimos que había una cultura textil divina, la cultura en general era increíble, los colores, todo perfecto. Todo lo que buscábamos de prendas diferenciadas y los valores estaban allí. Nos llamó como un imán. Viajamos a la India y ahí tuvimos la certeza de ir en el camino correcto. Concretamos la primera colección, buscamos la tienda y la abrimos.

¿Cuál es el valor de Rapsodia para las clientas?

Es un vínculo afectivo con la marca, con la experiencia de compra, con la persona que te recibe. Hay un detalle para el corazón en el gesto y en el servicio.
Así nació Rapsodia, todo lo que decía el plan de negocios estaba ahí, en esa primera tienda.
Todo lo que planeábamos vender en el semestre se vendió en el primer mes; fuimos a la India de vuelta para armar otra colección. La gente siempre quiso más, la pelota iba adelante.
Rapsodia viene a ofrecer el paradigma de la libertad, la propia elección.

¿Cómo fue la evolución de la marca a lo largo de los años?

Para nosotros la moda es una línea paralela que nos tira algunas coordenadas pero no nos condiciona. Arrancamos en 1999 cuando lo icónico era lo blanco y negro.
Entramos fuerte con un arcoíris de colores, de vida, en un momento en donde las cosas iban totalmente por otro lugar.

El momento más fuerte de la compañía fue la incorporación del departamento de RRHH en 2005, cuando pudimos estructurar un poco los procesos y organizarnos, porque antes llevábamos las cosas a cuaderno, bien artesanal.

Has dicho que estás "en la búsqueda de la esencia". ¿Qué significa eso para ti?

Lo que yo había aprendido del éxito era que si vos llegabas a tener una compañía exitosa y ser económicamente sustentable y salir en las revistas, eso alcanzaba para ser feliz. Me puse ese objetivo, subí la montaña y un día llegué a la cima.

Por dentro no me sentía feliz: me estresé de tanto trabajar. Después, comencé una búsqueda que tiene que ver mucho más con el plano interno y encontrar de nuevo el verdadero ser, la esencia. En esa dimensión, es donde se ve que el éxito no te mueve la aguja.

Uno de los grandes cambios tiene que ver con vivir en el presente. Era necesario para mí apostar a eso, en un momento en donde todo lo material lo tenía cubierto, pero faltaba algo más. l

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