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"Mi hijo nació hace semanas pero aún no he podido conocerlo"

Manuel nació hace siete semanas, pero sus padres no han podido viajar a recogerlo porque las fronteras están cerradas para contener el coronavirus
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18 de mayo de 2020 a las 12:17

Cuando Flavia Lavorino decidió tener un bebé por gestación subrogada, buscó Ucrania en un mapa y calculó la distancia.

Unos 12.800 kilómetros separan Buenos Aires, en Argentina, de la capital ucraniana, Kiev.

"Cuando ya estábamos vencidos y sin esperanzas y habíamos decidido dejar de intentarlo, un compañero de trabajo nos comentó de la gestación subrogada en Ucrania", le dice Flavia a la BBC.

"De repente se volvió real, posible. Nos entusiasmamos muchísimo".

Ella y José Pérez, su pareja desde hace 15 años, habían probado todos los tratamientos de fertilidad posibles.

Flavia logró quedar embarazada a través de un procedimiento complejo y doloroso solo una vez, pero tuvo un aborto natural.

"Así que cuando nos confirmaron que el embarazo de la gestante en Ucrania iba bien, estábamos emocionadísimos", cuenta José.

Pocos podían predecir que, para cuando naciera el bebé, estarían varados al otro lado del Atlántico debido a la pandemia de coronavirus.

Su hijo, Manuel, tiene ya siete semanas, y ellos aún no han podido conocerlo.

José y Flavia en el aeropuerto de Kiev.
CORTESÍA LAVORINO/PEREZ
José y Flavia viajaron a Ucrania en julio del año pasado, pero en marzo ya no podían entrar en el país debido a las restricciones por el conoravirus.

"Esta es la peor pesadilla. Imagínate todos los años que llevamos esperando y ahora la espera se alarga todavía más, sin que tengamos siquiera idea de cuándo vamos a poder viajar", dice José.

Ucrania, como muchos otros países, ha cerrado sus fronteras a los visitantes internacionales en un esfuerzo por limitar la propagación del covid-19, que ha matado a más de 300.000 personas en todo el mundo.

Eso ha dejado en el limbo a decenas de bebés nacidos de madres gestantes ucranianas, y que debían ser recogidos por sus padres extranjeros, en uno de los principales focos del turismo de fertilidad en el mundo.

Argentina también ha prohibido todos los vuelos comerciales hasta septiembre como parte de un estricto confinamiento para combatir el coronavirus, lo que hace imposible que la pareja pueda viajar en un futuro inmediato.

"Sabemos de la importancia del contacto físico para su desarrollo en esta etapa. Él tiene que estar con nosotros y nosotros con él", reclama José.

Planes truncados

Flavia y José comenzaron su camino a la subrogación en diciembre de 2018 y viajaron a Kiev cuatro meses después para crear sus embriones a partir de sus óvulos y su esperma.

Manuel, el bebé de Flavia y José.
CORTESIA LAVORINO/PEREZ
Manuel -o Manu, como lo llaman sus padres- nació el 30 de marzo.

Estos embriones hechos en laboratorio se transfirieron luego al útero de la madre subrogante, a la que habían contactado a través de una clínica local.

"No conocimos a la gestante, no hubo oportunidad… La clínica nos dijo que ellos se encargaban del contacto, eso nos pareció bueno. No sabemos mucho de la relación de la gestante con la clínica. Sí sabemos que le pagamos, claro", explica José.

La subrogación comercial es legal en Ucrania, y también es un gran negocio.

El precio del paquete promedio de reproducción asistida aquí oscila entre los US$30.000 y losUS$50.000, una fracción de lo que cuesta en Estados Unidos y otros países donde el negocio de los vientres de alquiler es legal.

Para la pareja argentina, supuso pedir un préstamo y también dinero a la familia.

No dicen cuánto han gastado, pero sí que estuvo "dentro de esos rangos, y la mitad al menos fue para la gestante".

"Desde que nos confirmaron el embarazo, comenzamos a programar todo con mucha antelación. Todos los detalles, la estadía y los viajes resueltos. Queríamos llegar varios días antes de la fecha de parto, que estaba calculada para el 10 de abril", cuenta Flavia.

Dos madres subrogantes.
BBC
La demanda de vientres en alquiler está en aumento en Ucrania.

"Mientras tanto, el embarazo lo fuimos viviendo mes a mes con las ecografías y la información sobre el crecimiento del feto que nos iba mandando la clínica", agrega José.

La pareja había reservado vuelos transatlánticos para el 2 de abril, con una escala en Madrid.

A medida que el coronavirus comenzaba a extenderse y afectaba ya gravemente a España, se dieron cuenta de que su viaje podría no ocurrir como estaba planeado.

"Ni Flavia ni yo tomamos conciencia, creo que por el optimismo tuvimos un punto de ceguera. Así fue que seguimos planeando todo como si nada, y mientras tanto ya iban cerrando los aeropuertos", dice José.

"Pensé que iba a ser de otra escala, 'uh, cómo nos va a costar poder llegar hasta Ucrania'. Yo pensé que íbamos a ir unos días después, en un vuelo excepcional dadas las circunstancias. Pero no", agrega Flavia.

A medida que los países europeos iban cerrando sus fronteras y Argentina decretó una cuarentena temprana, a mediados de marzo, la pareja comenzaba a desesperarse.

Flavia y José frente a una iglesia en Kiev.
CORTESÍA LAVORINO/PEREZ
Flavia y José viven a 12.800 km de la capital de Ucrania.

"Cuando comenzaron a cerrar fronteras primero en Europa y después acá, ahí ya me agarró un terror terrible", dice la mujer.

El panorama se complicó aún más por el hecho de que ambos trabajan en el sector de la salud.

Flavia es asistente social y José es medico de cuidados intensivos en un hospital del conurbano, a las afueras de la ciudad de Buenos Aires.

Como trabajadores esenciales, al principio no se les permitía tomar días libres. José tuvo que tratar a pacientes de covid-19 él mismo.

"Nos comunicamos con las empleadas hispanoparlantes de la clínica por WhatsApp a medida que armábamos un plan", dice él.

Quédense ahí, era el mensaje. El centro de fertilidad había establecido un lugar para que Manuel se quedara mientras esperaba a sus futuros padres.

"Ellos nos dijeron mil veces que los bebés iban a estar resguardados, cuidados, alimentados…".

"Nos tranquilizaron, hasta donde era humanamente posible tranquilizarnos", cuenta José.

Nacimiento temprano

El hijo de la pareja nació antes de lo previsto, el 30 de marzo.

Los ansiosos padres recibieron mensajes de texto en las primeras horas de esa mañana, cuando se dirigían al trabajo.

Hileras de cunas en un cuarto del hotel Venice.
SERGEI SUPINSKY / AFP
Hileras de cunas en un cuarto de hotel reconvertida en sala de neonatos.

"Nos avisaron que nuestro hijo había nacido, y nosotros estábamos a 12.800 km de distancia. Casi chocamos, tuvimos que parar en un puente que está cruzando al trabajo", recuerda Flavia.

Más tarde ese día pudieron ver por primera vez a su bebé sano, de 3,720kg y 52cm, a través de una fotografía.

"La gestante pidió la posibilidad de mandarnos un WhatsApp y comunicarse con nosotros y nos felicitó, nos remarcó que había sido un embarazo feliz y que estaba muy contenta por habernos cumplido un sueño que había demorado tanto", dice José.

"Nosotros le dijimos que, sin conocernos, nos había completado la familia y nos había cambiado la vida", agrega Flavia.

Sin embargo, la pareja nunca consideró dejar al bebé con ella. En otros países, algunos niños nacidos por subrogación se quedaron con sus madres gestantes, ya que el coronavirus detuvo muchos procesos de subrogación.

"Yo creo que es mejor que se haga así, donde la gestante no contacta con el bebé", apunta el flamante padre.

"En definitiva el cuidado del bebé hecho por la gestante o por niñeras o por cuidadoras capacitadas tiene la misma función: velar que no corran riesgos ni su salud ni su desarrollo. Pero no se va a conseguir el cariño, el amor de padres que solo le podemos dar nosotros".

Una enfermera con un bebé.
SERGEI SUPINSKY / AFP
Enfermeras cuidan a los recién nacidos hasta que los padres puedan entrar al país.

Hotel de bebés

La clínica ucraniana hizo las gestiones para que los bebés varados se quedaran en un pequeño hotel que la compañía posee en las afueras de Kiev.

No está solo Manuel: unos 50 recién nacidos están siendo atendidos en un gran cuarto reconvertido en guardería.

Y el número puede seguir creciendo, ya que hay más partos programados para las próximas semanas y es poco probable que se levanten las restricciones de la cuarentena.

"Tenemos bebés chinos, bebés italianos, bebés españoles, bebés británicos...", dice Denis Herma, portavoz del Centro Biotexcom para la Reproducción Humana, la compañía detrás del hotel y una de las agencias de subrogación más populares de Ucrania.

El hotel Venecia normalmente se ofrece como alojamiento para los padres biológicos que vienen a Kiev a recoger a sus hijos.

Ahora está dirigido por un equipo de enfermeras que trabajan las 24 horas bajo estrictas reglas de cuarentena, dice la compañía de fertilidad.

Enfermeras y bebés.
BIOTEXCOM
La clínica reveló imágenes del hotel para mostrar los efectos de la pandemia en la gestación subrogada.

Las cunas están dispuestas en filas, los nombres están impresos en colores brillantes en el pijama de cada bebé.

"Sentimos mucha pena por ellos, sabemos que nadie puede reemplazar a sus padres", le dijo la enfermera Olha Kuts a la BBC.

José y Flavia reciben actualizaciones diarias de las enfermeras en turno que pueden hablar español.

"Nos mandan fotos para que lo vayamos viendo. También nos hicieron una videollamada para su 'cumplemes', le hablamos y lo vimos en directo", relata Flavia.

"Fue una llamada larga, yo creo que no daban más las chicas de tenerlo en brazos porque es grandote y con muy buen peso", dice y se ríe la madre.

"Pero nosotros entendemos que cada vez hay más bebés y la posibilidad de brindar el tiempo a cada padre para charlar o ver al bebé se hace cada vez más difícil", anota su compañero.


Bebé en una clínica ucraniana.
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La cuarentena y el debate sobre el turismo de fertilidad

Análisis de Zhanna Bezpiatchuk, BBC News Ucrania, Kiev

Desde 2015, y cuando los centros de subrogación en Asia comenzaron a cerrar uno por uno en medio de reportes de explotación, Ucrania se convirtió en un foco global para la subrogación comercial.

Con precios relativamente bajos en comparación con otros países, regulaciones más flexibles y una demanda creciente en el extranjero, las clínicas de reproducción en Ucrania están en auge.

Muchas mujeres ucranianas, en su mayoría de pueblos pequeños o áreas rurales, ven esto como una oportunidad económica.

El paquete completo puede costar alrededor de US$50.000 y una madre subrogante suele obtener menos de la mitad, pero sigue siendo una gran cantidad de dinero para los estándares ucranianos.

Una madre gestante debe tener al menos un hijo propio para ser elegible.

Ella no tendrá un vínculo genético y nunca cuidará al recién nacido. Esta es una regla estricta diseñada para evitar cualquier apego emocional.

La cuarentena puso al descubierto una dura verdad que los funcionarios de salud ucranianos parecen haber ignorado durante demasiado tiempo. Nadie sabe exactamente cuántos bebés nacen aquí cada año a través de la subrogación.

Dos meses después de la cuarentena, al menos 100 bebés están separados de sus padres.

Para muchas parejas que sufren infertilidad, la subrogación puede ser la única oportunidad de tener un hijo.

Pero para los críticos de las gestaciones subrogadas, las sorprendentes imágenes de hileras de cunas en uno de los hoteles de Kiev han alimentado el debate sobre las llamadas "fábricas de bebés" y el turismo de fertilidad.

Un doctor en una prueba de ultrasonido a una madre subrogante.
BBC
Las madres subrogantes acuden regularmente a revisiones médicas en las clínicas y agencias de subrogación.

Negociaciones diplomáticas

Las fronteras de Ucrania llevan cerradas para los extranjeros desde marzo.

El gobierno "decidió no permitir que los extranjeros vengan a Ucrania, incluso si tienen un bebé nacido en el país", dice Denis Herma, de Biotexcom.

Sin embargo, algunas familias han logrado viajar con permisos especiales y los países participan individualmente en negociaciones con las autoridades ucranianas, a través de embajadas y consulados.

Los padres de 15 bebés han sido admitidos hasta ahora, incluida una pareja de Suecia que llegó a la capital ucraniana en un avión privado pagado por un donante anónimo, según le dijeron a la BBC.

En Argentina hay otras 16 familias esperando, además de Flavia y José, todos con madres subrogantes ucranianas.

Ya han nacido tres bebés, el resto se espera entre finales de mayo y septiembre.

Han lanzado una petición conjunta para que el gobierno responda a su solicitud.

El aeropuerto internacional Boryspil vacío
Getty Images
El aeropuerto internacional Boryspil, el mayor de Ucrania, cerró el 16 de marzo por decisión presidencial.

"Tuvimos un tiempo de espera que nos pareció lógico, dada la situación mundial, de unos 20 días. Con el paso de las semanas nos fue comiendo la desesperación y la ansiedad. Entonces empezamos a hacer trámites por vía legal", dice José.

Presentaron un amparo ante la Justicia argentina, que se resolvió rápidamente.

Luego, las negociaciones con Ucrania avanzaron y ya les dieron luz verde para ser admitidos en el país, una vez logren llegar.

Ahora solicitan a la Cancillería argentina que los deje viajar en vuelos especialmente programados por razones humanitarias.

Esperan una resolución "antes de finales de este mes".

"Tengo mucha confianza en el gobierno y las personas responsables y creo que antes de que termine mayo vamos a estar viajando".

Pero la espera no terminará cuando aterricen en el otro lado.

"Tenemos que estar en aislamiento 14 días antes de reunirnos con Manu", explica Flavia.

"Tiene sentido, con los riesgos que implica viajar. Y también haríamos [la cuarentena] aunque no fuera obligatoria pensando en el bebé."

¿Y la vuelta?

Mercado de Zhytniy en Kiev.
Maxym Marusenko/NurPhoto
Kieve ha empezado a levantar lentamente algunas medidas de confinamiento. El mercado de Zhytniy retomó su actividad a medidados de este mes.

Tendrán que procesar los documentos del bebé antes de regresar a Argentina, y tal vez incluso esperar a que se vuelvan a abrir las fronteras.

"Nos costó muchísimo, desde lo emocional y lo físico, tener a este hijo. Nuestro objetivo es encontrarnos", insiste Flavia.

El costo para los abuelos, tías y tíos ha sido pesado, dice Flavia llorando.

"La familia es la que nos apoya, nos da incentivos y fuerza. Nosotros somos los papás, pero los abuelos, los tíos, los primos lo están pasando mal", señala la mamá.

"El tiempo que nos lleve luego volver a Argentina pasa a segundo plano. Tenemos un hijo que no conocemos. Y que está lejos. Estamos haciendo lo imposible por llegar a él".

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