Crecen en Haití los grupos de autodefensa para enfrentar a las bandas que azotan al país

Según los medios locales, lo que comenzó en las últimas semanas como una serie de asesinatos extrajudiciales de presuntos miembros de las bandas criminales que se disputan el poder en diversas zonas del país y en especial en la capital, Puerto Príncipe, se ha convertido en un movimiento de vigilancia parapolicial llamado Bwa Kale, término que significa "madera pelada" en el creol haitiano.

Recientemente, varios presuntos integrantes de la pandilla Kraze Baryè fueron asesinados los días 7 y 8 de mayo en el barrio de Petionville, en Puerto Príncipe, según el periódico haitiano L'Exclusivité. La banda es liderada por Vitel'Homme Innocent, a quien se sospecha implicado en el asesinato del presidente Jovenel Moïse, en julio de 2021.

La chispa que detonó el movimiento Bwa Kale se registró el 24 de abril último. Fue cerca del barrio Canapé Vert, al sur de Puerto Príncipe, cuando la policía detuvo a 14 pandilleros en un micro. La muchedumbre reunida en el lugar presionó a los agentes para que liberaran a los detenidos y se los entregara. Los videos del hecho, que se regaron como fuego en las redes sociales, muestran a la turba lapidando primero y quemando con neumáticos después a los sospechosos.

Según los medios haitianos, en incidentes similares han muerto decenas de personas en otros barrios desde finales de abril, en un contexto en el que las autoridades se han negado a comentar el tema y tampoco han informado sobre el número de víctimas. Por su parte, observadores locales han advertido que el crecimiento de los grupos de autodefensas incrementa el riesgo de que finalmente se fusionen en las bandas criminales.

El movimiento Bwa Kale está conformado, principalmente, por grupos de civiles provistos de armas improvisadas, que persiguen y asesinan a los presuntos pandilleros y queman sus cuerpos, lo que acrecienta el riesgo de que civiles inocentes puedan también ser víctimas de la furia de estos grupos.

El fenómeno, sin embargo, no se registra solo en Puerto Príncipe. En la ciudad de Miragoane, oeste de Haití, un alto oficial de seguridad, Jean-Ernest Muscadin, se ha hecho popular por liderar ejecuciones extrajudiciales y comandar milicias sin autorización de la policía. Al hacerlo ha sido objeto de condenas generalizadas por parte de las oenegés y de las organizaciones de derechos humanos que trabajan en el país.

En abril, las Naciones Unidas (ONU) reportó que la policía de Haití solo tenía 9.000 agentes en servicio activo en un país de más de 11 millones de persona; es decir, solo un agente por cada 1.200 personas, una tasa bajísima si se la compara con el Departamento de Policía de Nueva York, que cuenta con unos 36.000 agentes para solo 8,5 millones de habitantes.

Aunque la policía no se está promoviendo las ejecuciones extrajudiciales, tampoco se están oponiendo, señaló Henri-Louis Mars, director ejecutivo de Lakou Lapè, una organización con sede en Puerto Príncipe que impulsa negociaciones para construir un escenario que facilite la pacificación del país. "El gobierno está aceptando toda la ayuda que puedan recibir de la población", acotó Mars.

Los observadores independientes señalan que la falta de capacidad y recursos de los sistemas judicial y de seguridad han alimentado estos movimientos y proporcionan un contexto ideal para que los grupos parapoliciales se extiendan a otras actividades ilegales, como ha ocurrido en otros países de América Latina y el Caribe.

En este sentido apuntan que aunque estos grupos empiezan luchando contra organizaciones criminales, a menudo aprovechan el apoyo popular y la falta de capacidad del Estado para introducirse en economías criminales, como la extorsión, el tráfico de armas y drogas y los asesinatos por encargo.

En México, por caso, varios grupos criminales reconocidos, como los Viagras y el cartel de Tepalcatepec en el estado occidental de Michoacán, comenzaron como "movimientos de autodefensa" localizados, donde los civiles se alzaban en armas contra otros grupos. Sin embargo, con el tiempo, muchos se terminaron asociando con bandas criminales para terminar adoptando las estructuras que alguna vez se propusieron erradicar.

En El Salvador, los grupos de autodefensas que se presentaban como policía comunitaria, suelen perpetrar desde hace años tiempo ejecuciones extrajudiciales de pandilleros, en especial durante campañas del gobierno contra las pandillas. Sin embargo, investigaciones de los medios de comunicación salvadoreños mostraron cómo estos grupos habían sido infiltrados por policías y militares activos, dejando como resultado casos de tortura, tráfico de armas y extorsión.

En Colombia, el caso más conocido es el de los paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que comenzaron como un escuadrón de la muerte que perseguía a los grupos guerrilleros en la década de 1980, pero pronto victimizaron y extorsionaron a activistas, líderes sindicales y población civil.

"Es una reacción de una población que no contó con la protección de la policía, ni del gobierno, entonces han tomado las cosas por su cuenta", observó Mars. Mientras tanto, el Consejo de Seguridad de la ONU debate desde hace meses la viabilidad de una misión internacional ante la grave crisis humanitaria y la anarquía que hacen estragos en el país más pobre de América latina y el Caribe.

"Los miembros del Consejo están muy preocupados por el deterioro de la seguridad y la situación humanitaria en Haití", indicó mediante una declaración el órgano que integran Rusia, China y Estados Unidos, entre otros países; texto que menciona los secuestros, la violencia sexual, la trata de personas, las ejecuciones extrajudiciales y el reclutamiento de niños en grupos armados.

(Con información de la agencia de noticias AFP e Insight Crime)