Los técnicos son muy importantes en el fútbol. Más allá de que el inefable y fenómeno de Johan Cruyff dijo en su momento que son solo un 7% y que el resto son los jugadores, es insoslayable la trascendencia que estos tienen a favor o en contra de cualquier equipo.
Álvaro Gutiérrez fue el autor intelectual del gol agónico de su equipo.
Faltaban 4 minutos y Nacional jugaba muy nervioso. Perdía mal, porque no merecía ir en desventaja, y a eso, se le sumó un penal, bien decretado por el árbitro argentino Darío Herrera, pero el VAR revisó la jugada y antes de la mano de Wanderson, hubo una falta sobre Igor Gomes.
Todo ese nerviosismo siempre juega en contra de cualquier equipo. Así se pierden pases, se abusa de centros sin sentido, se protesta todo y se pierde tiempo.
Pero en ese minuto 86, Gutiérrez miró el banco de suplentes. En vez de apostar por lo seguro o por lo más obvio, la experiencia y la altura de Emmanuel Gigliotti, le dio la confianza a Bruno Damiani, el joven de 21 años que hasta ahora, no había podido convertir un gol.
“Dale guacho, que llega el primer gol”, contó Damiani que le dijo Gutiérrez cuando fue a entrar. Y así fue, tan solo 2 minutos luego de ingresar a un campo de juego que hervía.
“Lo bueno no es que empatamos, sino hacer otro gol en la hora y depender de nosotros para clasificar. Es una emoción muy grande y me va a dar mucha tranquilidad para los próximos partidos que me toque entrar. Todavía no caí. Estoy muy agradecido por la oportunidad y es un premio al esfuerzo que hice hasta ahora”, sostuvo el delantero que fue el más buscado tras el partido por lo que significó su gol.
Hace dos semanas, Emmanuel Gigliotti definió a su compañero Bruno Damiani como el “Haaland uruguayo” y en un partido trascendente y casi decisivo ante un rival brasileño y cuando casi se acababa el mismo, apareció con mucha clase para ganar en el área rival.
Nacional fue muy superior a su rival. Se paró muy bien en la cancha y salvo algunos errores que llevaron a que Sergio Rochet demostrara en tres ocasiones por qué es el mejor arquero del fútbol uruguayo salvando a su equipo, dominó las acciones.
Además del golero, hubo jugadores que demostraron que manejan los hilos del equipo.
Diego Zabala aportó sacrificio y fútbol y Diego Rodríguez jugó en un nivel altísimo. Transmite y juega mucho.
Ese mediocampo le da tranquilidad a Nacional, el cual demostró en esta Copa Libertadores que no se entrega hasta que el árbitro pita el final. Por eso ha convertido tantos goles en este mismo grupo en la hora o en los minutos de adición. Y eso habla muy bien del grupo y del entrenador.
Esa entrega de todos, tapa un nuevo error de Franco Fagúndez -como ocurrió el pasado sábado en Jardines ante Cerro- que le dio el gol al rival.
Nacional supo jugarle muy bien a un rival técnicamente superior, que maneja muy bien la precisión en velocidad, una de las cosas más complejas en el fútbol.
El equipo de Álvaro Gutiérrez se lo terminó llevando puesto a Internacional, el líder del grupo.
Despejó toda duda que pudiera haber y logró un empate que fue más que merecido porque no había hecho méritos para perder y porque siempre creyó en el gol de la igualdad. Este es un equipo que mal o bien, guste o no, aunque no juegue bien a veces -sobre todo, en lo local-, nunca se entrega. Y ese es uno de los atributos que debe tener cualquier equipo para intentar lograr cosas grandes.
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