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Darío: “En 2002, nos faltó darnos cuenta de que iba a ser la única oportunidad de disputar un Mundial”

Darío Rodríguez habló de la importancia de la familia, Peñarol, la selección, su notable pasaje por Schalke 04 de Alemania, sus días en la cárcel por una riña en un clásico y su dopaje positivo
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07 de junio de 2020 a las 05:03

Fue ídolo  de Peñarol y Schalke 04 de Alemania. Darío Rodríguez llegó a la selección, jugó un Mundial y quedó eliminado de otro. Una vida llena de enseñanzas más allá del fútbol.

¿Qué cambió de aquel chiquilín de Maroñas a este Darío de hoy?

La experiencia, la madurez. La esencia de aquel chiquilín es la misma en cuanto a la dedicación, al trabajo, a la pasión por el fútbol. El hecho de haber vivido cosas que llevan a que hoy uno esté más pensante. No dejo de soñar, sigo soñando y me guardo los sueños para mí, los comparto muy poco, pero trabajo en pos de esos sueños. En eso, sigo siendo el mismo.

¿La fama es puro cuento?

Sí, sin duda. Eso siempre lo tuve presente. Mi familia es futbolera. Cuando llegué a Primera división, mi hermano había jugado en la selección, había sido campeón con su equipo, era capitán, estaba en el extranjero, pero para mí era mi hermano, el de siempre. Mis padres nos marcaron bien, de que cada día había que arrancar de cero, mantener la humildad, o pegarse un baño de humildad y arrancar el día, como hizo mi viejo durante más de 30 años para ir a trabajar a Ancap. Eso nos permitía a nosotros tener algo para comer a diario. Las luces, son luces. Por ahí, a veces sos muy joven y te pueden deslumbrar un poco, pero después se apagan. Tratamos de aprender que ni soy un fenómeno, ni un desastre. Hay mucho más detrás de eso. Cuando te alababan mucho, había que tratar de no creérsela, porque cuando viniera el palo, tampoco eras ese “desastre” que se puede dejar de ver. Soy simplemente una persona que trata de superarse día a día y yo como jugador, era así. Muchas veces me equivoqué, algunas veces tuve algún acierto, pero lo externo, traté de que me entrara lo menos posible. Igual, con tantas demostraciones de cariño, es lindo y gratificante lo que sentís. Eso no te lo voy a negar, pero traté de tomarlo como parte de la profesión en la que trabajaba y tener bien en claro quién era el Darío Rodríguez de puertas hacia adentro y no el de la cancha de fútbol solamente.

¿Esa humildad se la transmitió a sus hijos?

A mi hija mayor, Fátima, cuando era chica la llevaba a veces a mostrarle en dónde viví yo en Maroñas cuando era chico, para que viera las diferencias. Alguna vez se puso mal como para llorar y entendí que ella había entendido lo que le quería transmitir, que hoy ella tenía otro pasar, pero que valorara las cosas buenas. Porque no es fácil para ningún niño sobre todo cuando uno cuando padre trata de darle todo lo que puede y a veces en ese “todo lo que puede” se puede mucho. Y las cosas más importantes van por otro lado.

“Si la plancha que metió Neymar en la final de la copa, la metía yo, me expulsaban y pedían 11 meses”

¿Por ejemplo?

Los valores son otros. Lo material pesa porque uno quiere darle lo mejor a sus hijos, mandarlos a un buen centro de estudios, que tengan las cosas necesarias para desarrollar su infancia de la mejor forma posible, pero a veces también, el tiempo, una reunión familiar, pasan a ser mucho más importantes que otras cosas que pueda tener el niño.

El haber jugado en Alemania seis años, también le debe haber dejado otras enseñanzas.

Sí, y también la idiosincrasia. Ahí entendí un poquito más cómo somos nosotros y que de alguna manera diferente también se pueden lograr cosas. Entendí lo que era tener una gran infraestructura en un club y cómo se le puede sacar ventaja al que no la tiene. También entendí que siempre, el material humano es lo más importante que hay. Siempre es el jugador. A nivel de vida, es otra forma de vivir tanto la vida familiar, la de trabajo, la social. Por estos lados somos más demostrativos y tratamos de compartir, por más que en estos casos de pandemia no se pueda. Allá tenías que hacer una cita previa un mes antes y avisar de qué hora a qué hora iba a ser, lo que no quiere decir que sean mejores o peores, son costumbres. Guardo los mejores recuerdos de Alemania, me recibieron con las puertas abiertas y cuando me fui, me trataron aún mejor.

Es que usted no era un goleador al estilo de Luis Suárez, y Schalke 04 le hizo un partido de despedida a estadio lleno.

En el momento, mi deseo era regresar e integrarme lo más rápido posible a Peñarol. Disfruté ese momento, pero mis perspectivas eran otras y estaba concentrado en ellas. Pero viéndolo ahora, fue de una trascendencia increíble, porque como decís, fue algo inesperado porque yo no era un goleador, ni un defensa al estilo Roberto Carlos. Lo mío pasó siempre por otro lado. Me llena aún más de orgullo el haber dejado bien representado al jugador uruguayo dentro y fuera de la cancha, sobre todo, afuera. Tuvo mucho que ver con eso que logré, que fue un partido de despedida y hasta el día de hoy me sigan llamando del club y la gente quiere saber de nosotros, porque también involucro a (Gustavo) Varela. Fue inesperado, increíble, y que nunca me lo voy a olvidar. Me acuerdo la emoción de mucha gente que miraba mientras daba la vuelta olímpica para saludar al público. Son de las cosas gratas que me ha regalado el fútbol y al cual siempre le voy a estar agradecido eternamente. A Dios y al fútbol por haberme dado tanto.

“No dejo de soñar, sigo soñando y me guardo los sueños para mí”

Allí tuvo muchos compañeros reconocidos, pero los de más renombre fueron Manuel Neuer y Mezut Özil.

Özil era de los más jóvenes de la escuela de Schalke. Jugaba en la regional en el Schalke 2. Logró ascender de categoría a base de su nivel. También estaban Neuer, Matip de Liverpool, Draxler, Sané de Manchester City. Todos salieron de esa escuela. Ellos dos eran sumamente jóvenes y alternaban. Se fueron integrando de a poquito. Un año después, eran los dos prácticamente titulares. Luego llegó Rakitic que había venido de la sub 20 de Croacia. Tuvimos la fortuna con Gustavo (Varela) de inculcarles algo y ellos con esa energía y frescura, confirmaron lo que pintaban: ser jugadores totalmente diferentes. Neuer jugaba al tenis y cuando subió a entrenar con nosotros, jugaba de central, muy rápido, alto, manejaba bien ambas piernas. No tenía el freno lógico, pero yo lo atribuía a que era muy joven, pero en realidad, lo hacía entrenar allí porque se había luxado un codo, tenía como una férula y para que no perdiera entrenamiento, lo hacían entrenar como zaguero. Al mes ya empezó a entrenar de arquero, cosa que nos llamó la atención con Gustavo: “Mirá, ¿este no era el zaguero alto que entrenaba con nosotros?”. Con cara de niño todavía, de arquero nos dimos cuenta las condiciones que tenía. Además de la seguridad de manos, es altísimo y tiene una potencia de piernas que le permitía desplazarse rapidísimo y hacer voladas muy efectivas para tapar el arco. Pasó de tercer arquero a ser el titular en poco tiempo. Con Gustavo ya decíamos que iba a ser el mejor del mundo porque con su personalidad, demostraba que no se la iba a creer. Por más que le dijeran que era el mejor, no iba a dejar de entrenar. Al revés, cada día iba a entrenar y perfeccionarse más. Y ahí es donde sacan la diferencia los jugadores de similares condiciones. Y él tenía tan buenas condiciones que sabíamos que en algún momento iba a ser el mejor del mundo como lo ha sido, lo es y ha marcado una época. Con él mantengo más contacto que con Mezut, más por un tema generacional. Hace dos años viajé a Alemania, estuve con Manuel en Múnich, estaba también Rafinha quien también había sido compañero mío en Schalke y me hicieron más fáciles las cosas para ver el entrenamiento de Bayern. Un amigo argentino quería el teléfono de Jupp Heynckes y yo lo conseguí con Manuel.

Manuel Neuer

Los dirigió a ustedes antes de ganar la Champions con Real Madrid.

Era sumamente exigente desde el lado de parar bien un balón o de tirar bien la pelota. No le gustaba que si parabas el balón se te fuera muy lejos. Cuando dabas el pase a un compañero, que lo dieras con ventaja. Quiere decir que si el compañero va corriendo, que la pelota quede delante para que el rival esté más lejos. No te dejaba pasar una. Fuera de la cancha, era otra persona. Era el entrenador, pero le gustaba hablar, sabía de nuestras costumbres, del mate, del asado, le gustaban mucho los jugadores argentinos. Guardo un gran recuerdo de él. Y tenía una forma de jugar que nos vino muy bien porque Bayern en Alemania tiene ventajas económicas, y salimos dos veces subcampeones porque jugábamos bien. Te daba la confianza como para poder tomar riesgos.

“Mis padres me marcaron de que había que pegarse un baño de humildad cada día”

Recién hablaba de la idiosincrasia alemana, de repente eso tuvo que ver con que la Bundesliga fue la primera en volver.

Sí, si había un lugar por disciplina, orden, trabajo y dedicación, la Bundesliga debía ser la primera en volver. Tampoco escapa lo de todo el mundo, que es un negocio y había equipos menores con problemas económicos y era necesario que se volviera por el tema de la televisación, no solo a nivel mundial, sino también dentro de Alemania. Tienen un contrato con la Bundesliga que es por la cantidad de partidos jugados, como acá. Era necesario que se volviera y ahí trabajaron como son ellos: prendieron la locomotora y cumplieron a la perfección cada cosa para poder llevar a cabo lo que queda de temporada con el menor riesgo posible, que no escapa que mañana pueda pasar algo, pero puede ser lo mínimo porque están en cada detalle. Hay cosas que por acá serían imposibles, pero ellos están en todo.

Recién hablaba de Heynckes reconocido mundialmente. Más allá de los 10 años que estuvo con Julio Ribas como técnico, ¿qué significó ser dirigido por Passarella?

Todos nos dejan enseñanzas. Vos y yo a través de la charla, te escucho y algo me queda y capaz que viceversa. Recién dijiste algo que fue así: Julio me dirigió mucho tiempo. Solo había sido dirigido por Garisto y el Zurdo López en Toluca, después me había dirigido siempre Julio en Sud América, Bella Vista y Peñarol. Lo que hizo muy bien Daniel en mi caso, fue exigirme otras cosas, que si bien era en la misma posición, el esquema de juego era diferente al que desarrollaba con Julio mucho tiempo. Eso me hizo mucho bien porque me di cuenta que también pude sumarle otras cosas y después las sumé en Peñarol. Cosas que me hicieron crecer como jugador. En muchas cosas era parecido a Julio, en cuanto a la intensidad que quería que jugáramos. Me dio más participación en jugadas de ataque y me fue pidiendo otras cosas que no tenía tan acostumbradas hasta ese momento. En ese sentido, me hizo bien. Era Passarella, campeón del mundo, venía de dirigir a la selección argentina en el pasado Mundial, para él no fue tan difícil entrarle al jugador.

¿Qué le faltó a Uruguay en ese Mundial de Corea-Japón 2002?

Nos faltó un poquito de experiencia a todos. Saco al entrenador que era Víctor (Púa) que había disputado Mundiales de juveniles que no es lo mismo, pero tenía esa experiencia, también el Polilla Da Silva que había ido como jugador en 1986 y era el ayudante técnico. Tambíén a nivel dirigencial faltó un poco. Nos fuimos bastante antes del Mundial, hicimos partidos muy lejos entre uno y otro y después, a los jugadores nos faltó darnos cuenta de que iba a ser la única oportunidad de que jugásemos un Mundial. Nos preparamos y dimos lo que teníamos que dar, pero no sé si teníamos la real conciencia de la trascendencia que tenía jugar ese Mundial. Así y todo, con el famoso cabezazo de Víctor y del Chengue que no fue, si hubiésemos hecho ese gol ante Senegal en la hora, habríamos pasado y quién sabe hasta dónde podíamos haber llegado porque nos iba a dar una gran cuota de confianza y nosotros sabíamos que éramos difíciles para cualquier equipo.

El golazo de Darío ante Dinamarca en el Mundial 2002

Usted hizo aquel golazo contra Dinamarca y el diario inglés The Times lo eligió cuarto entre los mejores de la historia de los Mundiales.

De chico soñé y me imaginaba que era el “9” de la selección del momento y si hacía un gol en la canchita soñaba que era ese “gol de…” y decía el nombre del que había hecho el gol. Ese gol contra Dinamarca me dejó el haber cumplido con ese niño que soñaba alguna vez –no tan conscientemente– tener la camiseta de Uruguay puesta y gritar todo un gol, que lo gritara todo un país. Con ese niño quedé al día. Pudo estar en el Mundial y gritar un gol propio. Si bien no sirvió para mucho ese tanto, eso lo rescato: poder haber cumplido con ese niño que soñó.

“Las luces, son luces. De joven te pueden deslumbrar, pero después se apagan”

¿Cómo fue aquel problema que se suscitó en el vestuario contra los jugadores de Senegal cuando se fueron al entretiempo perdiendo 3-0?

No me gusta hablar mucho de temas de vestuario, pero habíamos terminado con algún altercado con jugadores rivales. Y bueno, con Richard (Morales) tomamos la decisión de ir a su vestuario a reclamar cuentas, pero no tomamos en cuenta de que eran muchos de Senegal y pocos de Uruguay. Después nos tuvimos que ir como pudimos. Lo que sí recuerdo, es que Richard me dijo: “Cualquier cosa, les pegamos a todos”. Y entramos al vestuario nuestro y arengamos a todos (se ríe), como que los habíamos puesto en su sitio. Víctor dio la charla técnica y empezamos a dar vuelta ese partido que para el espectador debe haber sido uno de los más lindos del Mundial por lo cambiante, y para los uruguayos estuvo a punto de ser una hazaña más de nuestra linda historia con la celeste, ya que luego de ir perdiendo 3-0, pudimos remontar el partido y muy cerquita de poder darlo vuelta y clasificar a la siguiente fase.

El haber quedado afuera del Mundial de Alemania 2006 en aquel repechaje ante Australia y por penales, debe haber sido durísimo.

Sí, fue un dolor muy grande, más de lo que te podés imaginar. Recuerdo que después nos reunimos todos en el hotel y a Fossati hablando, la tristeza interna que hasta ese momento nunca había tenido. También el vuelo de vuelta a Alemania que me fui con Varela y no hablamos en todo el vuelo que era muy largo. Me duró mucho tiempo ese dolor. Fue una de las grandes tristezas de mi carrera deportiva porque además de la ilusión, sabíamos lo que significaba quedar fuera para el uruguayo. Uno de los dolores más grandes que he sentido en el fútbol.

“No sé si teníamos la real conciencia de la trascendencia que tenía jugar ese Mundia de Corea-Japón 2002”

En 1999, a su hermano Héctor lo enfrentó varias veces con Peñarol y él en Nacional. En la finalísima del Uruguayo usted hizo un gol, y luego ganaron 2-1 y fueron campeones. Debe haber sido especial enfrentarlo.

Sí, sin dudas. Pero más que nada en el primer clásico que nos enfrentamos. Ya el hecho de que fuese un clásico, uno se prepara diferente, aparte, estábamos definiendo el año, era la primera final que disputaba contra Nacional y la vivía con mucha intensidad interna desde antes. Cuando me enteré que en el rival iba a jugar mi hermano, traté de abstraerme. El hecho de entrar a la cancha y verlo vestido con otros colores, me dio muchísima ansiedad, como de tener que demostrarle que yo también era bueno o algo así. Porque yo lo admiraba mucho como referente por hermano mayor y como deportista. Me daba ciertos nervios. Con el correr de los minutos, uno se enfoca más en el partido y trata de sacar las cosas adelante para Peñarol, pero esos minutos previos en la cancha que lo veía, tenía mucha ansiedad dentro mío. Ese año significó mucho para mí. Ese gol ayudó luego para que consiguiéramos una victoria y ganar la final ante el tradicional rival, afianzarme en Peñarol. A nivel familiar era lindo y raro porque después de muchos años estábamos los dos jugando en Uruguay, y la familia vivió esas finales de una manera particular. Siempre fue un placer verlo jugar y tratar de hacer alguna de las cosas que él hacía. Es una de las personas que más quiero y adoro. En la cancha, no.

No hubo demasiados hermanos que hayan jugado en la selección uruguaya y ustedes son un par de ellos. Por poner un ejemplo, los Scarone, por citar un caso.

Te voy a contar algo que nunca dije en una nota. Ahora dijiste Scarone que fue campeón olímpico y del mundo en 1928. Uno piensa que somos futboleros de ahora. Hace poco escuchaba que a las mujeres hoy les gusta más el fútbol que antes. Mi papá no conoció al suyo, lo conoció después de grande y lleva el apellido de mi abuela, Rodríguez. Y el nombre de mi padre es Héctor René y nació en 1928. Mi abuela le puso así por aquel gol de “Tuya Héctor” por la jugada que hicieron René Borjas y Héctor Scarone ese año en los Juegos de Ámsterdam. A veces pienso, ¡lo que significa el fútbol en Uruguay! Y fue una señora, mi abuela, la que lo hizo. Otra vez, con mi vuelta en Peñarol, fuimos a Tacuarembó y se acercó un señor con su hijo para que le firmara y le pregunté al nene: “¿Cómo te llamás?”. Y me respondió: “Octavio Darío”. Y me dijo el padre: “En 2002, estábamos esperando familia y dije: nuestro hijo llevará el nombre del primer jugador uruguayo que haga un gol en el Mundial”. ¿Entendés lo que es el fútbol para el uruguayo?

¿No le removió algo eso?

¡Claro! Lo abracé al botija muy emocionado. No me olvidé más. Lo mismo del nombre de mi papá. No es una cosa de ahora, es una cosa de siempre. Por eso acá todo es muy futbolero. Cuando era niño, la vecina de casa me veía llegar de los partidos de baby fútbol y no me preguntaba si me había divertido y me decía: “¿Y m’hijo? ¿Ganaron?”, y yo le respondía que sí y otras veces le decía que habíamos perdido. Y entonces me decía: “¿Y qué pasó? ¿Por qué perdieron?”. Uno no se daba cuenta porque era niño, pero con los años, piensa: “Me preguntaba si ganaba, no me preguntaba si había pasado bien, o si me divertía. Es increíble”.

Usted junto a otros jugadores de Peñarol y Nacional, estuvieron detenidos durante algunos días en Cárcel Central por una riña en un clásico. ¿Cómo fue esa experiencia?

Sí, siempre se aprende y más en circunstancias así, tan extremas y que no son lindas. Quizás uno aprenda más. Si bien uno valora y hace un ejercicio para valorar día a día las cosas, esto lo valorás mucho más y tratás de darle la importancia que tiene cada situación. Por ahí, yo perdía un partido y no salía por tres o cuatro días. Iba a entrenar y nada más. Capaz que tenía que hacer un mandado o ir a ver a mi padre y no iba, me quedaba encerrado. Si bien es un partido de fútbol y tiene que doler, también hay que saber que te tenés que quedar con que diste todo en tratar de que no fuese ese el resultado. No te digo que salgas a festejar y a comer, pero si tenés la oportunidad de ver a tus seres queridos u otro tipo de compromiso, lo hagas, porque tenés esa libertad que allí no la teníamos.

“Con el gol ante Dinamarca quedé al día conmigo, con ese niño que una vez soñó hacer eso en un Mundial”

Entre 2010 y 2011 tuvo un momento espectacular. En 2010 fueron campeones uruguayos ganando un torneo con 43 puntos de 45 y en 2011 haber llegado a la final de la Libertadores.

Lo de 2010 se coronó con el campeonato ante el tradicional rival. Por esos años, hacía un tiempo que Peñarol no lograba ser campeón por diferentes circunstancias y salir de esa forma después de haber quedado bastante lejos en el Apertura y la Anual y haber ganado de esa forma el Clausura invictos con récord de puntos hasta hoy, no es poca cosa y es mérito de ese grupo de muchachos y de muchísimos jugadores jóvenes surgidos en Peñarol con un semestre espectacular. En la Copa ya teníamos la experiencia de haber jugado un tiempo y nos reforzamos aún más. El grupo estaba armado y creció más en calidad de jugadores y calidad humana. Apostamos por la Copa, descuidamos un poco el Uruguayo que íbamos primeros y podíamos haber sido bicampeones. Pero se llegó a la final de la Copa y el hincha de Peñarol que tenía menos de 30 años lo disfrutó porque cada partido era una fiesta. Digo los menores de 30 porque los más grandes ya estábamos acostumbrados a ver a Peñarol en finales. Yo lo vi siendo campeón en 1982 y 1987. Para los más jóvenes fue un recuerdo imborrable de poder ver a Peñarol en lo más alto. Fue muy disfrutable aunque no pudimos cumplir con la historia.

Siempre va a quedar la duda de aquel gol de Diego Alonso en la hora que fue anulado y la lesión que le infligió Neymar a Alejandro González que lo sacó en la final de vuelta.

Hubiese sido fundamental ganar acá. Yo también tuve una chance clara, y no se dio. Allá hubiésemos jugado de otra manera. Igual la lesión de Ale (González) nos jugó en contra. Si era al revés, si Ale le metía esa plancha a Neymar, hubiese sido expulsión para él. Si hubiese sido yo, era expulsión y pedían 11 años. No se mide siempre con la misma vara. En pos del espectáculo o qué, a veces se protegen ciertas cosas. Fue una pena.

También vivió el clásico del 5-0 de 2014.

No me tocó estar desde el arranque, pero era lo mismo, lo viví como si lo hubiera jugado porque también uno lo juega desde el lugar que esté, estando dentro del grupo. Entre los dos equipos por ahí, no había esa diferencia de goles, pero ese día a nosotros nos salió todo y al rival nada, y se consiguió esa victoria y el hincha de Peñarol no se va a olvidar nunca más. Fue una gran alegría.

Darío junto a Barrera fue a declarar por su dopaje positivo

Con el tema de la suspensión por dopaje que después se demostró que le habían suministrado Oxa B12, un corticoide, y lo suspendieron por dos meses, ¿cómo lo sobrellevó?

Sí, fue algo muy feo, sobre todo en el momento en que me tocaba. Mi hija estaba más grande, tengo sobrinas que me preguntaban qué había pasado porque le comentaban en el liceo. Cuando surge algo así lo primero que te preguntan es si te drogaste. No es nada agradable, era un momento evitable si se hubieran seguido los procedimientos que se tenían que seguir, porque no era nada ilícito como lo dije en su momento. Jamás había tomado nada para sacar una ventaja deportiva y jamás lo hubiese hecho. Sí me acuerdo que tuve que explicar a nivel familiar y no está nada bueno. También el desenlace fue desagradable porque estaban involucrados compañeros de trabajo de muchísimos años en el club (el médico Alfredo Rienzi y el kinesiólogo Germinal López). Desde donde lo veas, fue algo feo para mí. Hubiese elegido no haberlo vivido.

“El dolor de haber quedado fuera del Mundial 2006 me duró mucho tiempo”

¿Sigue leyendo bastante?

Ahora un poco menos, desde que nació Santiago que tiene dos años, se complica un poco más. Siempre me gustó leer, desde chico. La Biblia la leí y la sigo releyendo porque abras la página que abras, siempre algo te deja. Es uno de mis libros de cabecera.

¿Es creyente?

Sí, tengo una relación con Dios. No soy religioso, pero a mi manera tengo una relación con Dios que trato que día a día se mantenga o que vaya aumentando.

¿Cree que faltó que se hiciera un partido de despedida con Peñarol?

No, no sé. En realidad me propusieron hacer un partido de despedida, y en su momento no quise. Está bien así. La gente en la calle me demuestra el cariño y respeto hasta el día de hoy, no solo la de Peñarol y eso es muy importante para mí.

El día después, ¿logró sobrellevarlo o fue demasiado fuerte?

Las dos cosas. Me preparé porque me retiré muy grande de edad. Hasta el último día di lo todo lo que tenía para dar. En eso estaba tranquilo, de que no había más nada pendiente. Y me había preparado los últimos dos años para cuando ese momento llegara. Al principio fue muy satisfactorio porque me retiré en diciembre y viví un verano muy diferente a los que venía viviendo los pasados 20 años, estando mucho con mis hijos, yendo a la playa a la hora que quisiera todos los días si quería, levantándome a la hora que quería. Pero con el correr de los meses, uno empieza a extrañar la rutina, el día a día, y el hecho de no soñar, como dice la canción de Rada, “soñar con ser campeón”, que soñamos todos los uruguayos, es bravo. Cuando fui ayudante técnico traté de inculcarle a los jugadores más jóvenes, que valoraran lo que tenían, el hecho de tener un objetivo y que se sintieran privilegiados de poder soñar con ser campeones. Si bien cualquier trabajo dignifica, el trabajo de jugador de fútbol, te hace privilegiado. Resumiendo, sí, me había preparado para el retiro, pero me costó.

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