Carlos Pazos

De héroes y villanos que se intercambian en lo que tarda un tuit en caer

Salinas no es el primer ni el último jerarca hundido y endiosado con días de diferencia

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19 de junio de 2020 a las 22:01

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Lo que hoy es bueno mañana no lo será tanto. Lo que hoy es malo habrá que ver si se hace algo más bueno en el futuro. Es ley de vida. Casi nada es estático. Lo mismo aplica para los líderes y jerarcas políticos. Denostado y arrastrado por el fango hoy, mañana podría convertirse en un héroe improbable.

Este ciclo natural de bipolaridad que tenemos los seres humanos -te amo, te odio, te vuelvo amar- y que se extiende mucho más allá de la política, se ha vuelto mucho más dinámico y cada vez más corto y caótico, en buena parte gracias a al griterío ininterrumpido en el que se han convertido nuestras queridas y denostadas redes sociales.

Hace pocos días la exsenadora argentina María Eugenia Estenssoro publicó una columna en La Nación titulada “¿Por qué no hacemos como Uruguay?”, en la que toma como ejemplo las decisiones tomadas aquí para cuestionar las llevadas adelante allá. En un pasaje de ese texto se refiere a la relación estrecha entre gobierno y ciencia y resalta un episodio que hasta ese momento no había sido publicado por medios uruguayos. A fines de febrero, antes de asumir, Daniel Salinas se reunió con Gonzalo Moratorio, uno de los científicos uruguayos que ya entonces investigaba qué era ese virus que contagiaba a miles en China. De hecho su equipo ya había comenzado a desarrollar un test molecular de PCR en tiempo real.

Salinas, actual ministro de Salud Pública e integrante de Cabildo Abierto, había llegado hasta la oficina de Moratorio tres días antes de asumir.  “Yo no lo conocía. Me dijo que necesitaba aprender sobre el nuevo virus. Vino a las 8 de la mañana y se sentó frente a mí como un alumno”. Y agregó: “Fíjate que él es de Cabildo Abierto. A mí no me importó y al ministro tampoco. Es que la salud está primero”.

La reunión Salinas-Moratorio es parte del éxito que hasta el momento ha logrado Uruguay a la hora de controlar al covid-19, porque demuestra que en este país la coordinación desinteresada entre gobierno, políticos, científicos, sector privado y la población entera, da frutos jugosos.

Pero hoy me quiero centrar en otro aspecto que deriva de esa reunión: durante los casi cuatro meses que Salinas lleva al frente de Salud Pública, en incluso desde antes, ha sido blanco de críticas durísimas, algunas justificadas y otras no tanto, al menos a la luz del paso incluso de tan poco tiempo.

 Pasó en cuestión de horas de ministro burócrata, que no sabía comunicar, que dijo una cosa que supuestamente iba en contra de lo que recomendaba el gobierno, que no había hecho nada de antemano para contener la pandemia, a ejemplo de jerarca que con responsabilidad se preocupó por una pandemia que se adivinaba -tímidamente, es cierto, y eso nos pasó a casi todos- pero que no se había encarado a tiempo.

Siempre me maravilla la corta memoria que tiene la gente con el fútbol, incluyendo a los comentaristas. No soy fan del deporte madre de los uruguayos pero una vez fui a un partido de Copa América en La Plata, en el que Uruguay jugaba con México. Uruguay parece que jugó horrible (eso dijeron los comentaristas). Dijeron que jugó espantoso, que era una muestra de la falta de preparación, que así de vuelta no había forma de ganar ni a la bolita. Volvimos a casa y a los tres o cuatro días Uruguay se había convertido, sobre todo para la prensa argentina pero también para la nacional, en un equipo sólido, con objetivos claros, con un conductor como el maestro Tabárez que sabía hacia dónde iba...y seguían las loas. Uruguay se transformó en cuestión de horas en todo lo que no era Argentina. Parece que tenían razón, pero incluso en la final que ganó frente a Paraguay, yo seguía pensando en la sarta de horrores que habían dicho sobre Uruguay en el partido de La Plata.

Inés Guimaraens

Malos partidos tenemos todos. Pero los malos partidos en política y en épocas de crisis, tal vez no deberían juzgarse apresuradamente desde ninguno de los “bandos”. Salinas fue primero el ministro de un gobierno que no había previsto a tiempo lo que se venía; luego fue el ministro que no comunicaba bien, sobre todo cuando dijo en esos primeros días de desconcierto ya no nacional sino mundial que “20 minutos de salir a caminar sin estar aglomerado, no le va a hacer mal a la persona y no le va a hacer mal a su sistema inmune”. Entonces el mensaje unívoco era “Quedate en casa” y estaba bien que así fuera.

Lo que dijo Salinas parecía en su forma contradecir lo que pedía el resto del gobierno. Sus expresiones, que a la luz del tiempo tienen lógica y hasta sustento científico, generaron entonces una catarata de críticas. Salinas dio detalles sobre lo que había dicho: que en ningún momento habían hablado de confinamiento sino de evitar aglomeraciones y que se aconsejaba dos metros de distancia al menos. Nada de eso sirvió mucho porque le cayeron con todo. Eran días en que algunas figuras de la oposición -entre ellos el expresidente Tabaré Vázquez- pedían cuarentena, al igual que el propio Sindicato Médico.

El ministro ya venía cuestionado desde antes de asumir, por temas relacionados a una empresa privada en la que se lo relacionaba como socio con el psiquiatra Martín Gutiérrez, acusado de nazi y torturador durante la dictadura, algo que Salinas explicó públicamente y en una entrevisa con el presidente Luis Lacalle Pou. Casi al mismo tiempo se supo que el Consejo Directivo del Casmu había resuelto dar cuenta a la Justicia sobre presuntas irregularidades cometidas por Salinas cuando era gerente de Recursos Materiales en la mutualista. Pero finalmente dio marcha atrás con la denuncia y cambió el eje de la responsabilidad hacia el presidente del Consejo Directivo de entonces.

Hay varios ejemplos que van en la misma línea, incluyendo un mini escándalo cuando el ministro fue a Solís en medio de la cuarentena nunca decretada para -según explicó después- acercarle víveres y otros elementos a su cuñado que había llegado del exterior y estaba aislado.

Salinas no es el primero ni será el último jerarca hundido y endiosado con pocos días de diferencia. Diría que resistir embates es incluso parte de las tareas, algunas insalubres, que asume un político cuando acepta un cargo o cuando decide dedicarse a la función pública.

La cuestión en todo caso no es solo el ministro que ahora sí respeta a la ciencia y ahora sí se adelantó a la pandemia (¿antes no?) sino la guadaña de cierta opinión pública que se sube a todos los carros para endiosar o denostar a figuras públicas sin datos certeros que avalen ninguna de las dos conductas. No estoy hablando de casos comprobados de corrupción, de cuestiones en las que la ética queda severamente comprometida o en las que no hay forma de disimular la hipocresía. De esos casos también está llena la política y la vida.

Tan peligroso como “enterrar” a Salinas por decir que el ejercicio físico siempre es recomendable si se toman las medidas a las que obliga este virus, es criticar rabiosamente a un presidente porque le erró en la forma de estructurar una conferencia de prensa para explicar la vuelta a clases. Es cierto que esa conferencia fue muy entreverada. Tal vez sirva de enseñanza para que otra sea más clara. Mientras tanto, las clases ya comenzaron. Así como el mundo idealiza la figura de cowboy moderno del expresidente José Muijca, con sus particulares dichos y sus frecuentes incongruencias e inexactitudes, así cada día endiosamos o enterramos a otros sin perspectiva de lo que pasó ni de lo que vendrá.

Hay temas mucho más de fondo, hay actitudes mucho más reprobables o loables, hay metidas de pata que se transforman en delitos. Pero en el camino siempre media el tiempo, la única variable que nos permite aquilatar con un poco más de justicia lo que hace o no hace, y cómo lo hace, un gobernante. Siempre habrá gente que opinará tomando como parámetro un tamiz político partidario, pero también hay muchos uruguayos que pueden y quieren juzgar a los políticos en base a sus actos y sus pensamientos, incluso si estos se ubican en las antípodas de los propios. Un poquito de paciencia, por favor. 

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