Algún día, cuando tengamos la perspectiva histórica suficiente, los uruguayos podremos reflexionar con serenidad acerca de todo lo que hemos vivido desde la irrupción de la pandemia. Es posible que, en ese momento, nos asombre el éxito obtenido por Uruguay entre marzo y diciembre de 2020 en el control del virus, y que también nos sorprenda el pico de contagios que sufrimos en marzo y abril del 2021. Probablemente, los historiadores dedicarán un tiempo a analizar los méritos del liderazgo presidencial, y la dinámica de la coalición de gobierno. Sospecho que también llamará mucho la atención que, en medio de una pandemia inusual de escala global y efectos devastadores, en lugar de buscar acuerdos políticos para buscar las mejores soluciones y trasmitir calma a la población, el sistema de partidos uruguayo haya escalado en sus niveles de confrontación. De todos modos, quiero detenerme a analizar tres señales recientes muy alentadoras, que van en la dirección opuesta, es decir, en la del diálogo entre gobierno y oposición. Cada una de ellas, además, proviene de un partido distinto.
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