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El caballo que cincha del carro

Columna de opinión publicada en El Observador Agropecuario
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10 de noviembre de 2017 a las 05:00

Por Luis Romero Álvarez, especial para El Observador

En su discurso del Prado, el señor (Enzo) Benech expresó que no debemos buscar la competitividad a través de los costos. No quiero levantar una crítica haciendo estribo en esta frase contra el señor Benech porque puede ser que no represente bien su pensamiento.

Pensar que un país que necesita ser un gran exportador y agregar valor a sus materias primas no debe evitar ser caro en dólares es un error garrafal. Para hablar de competitividad hay que saber de Economía porque es un asunto holístico; muchas variables interactúan a la vez.

Empecemos por algo bien simple: para exportar más y agregar más valor a nuestros commodities, ¿nos conviene un combustible y una electricidad caros o baratos en una comparación internacional? Creo que nadie puede decir que es bueno tener energía cara, ¿verdad?

Cuanto más caros en dólares somos, más se extensifica nuestra producción porque retrocedemos para refugiarnos en la competitividad que nos da el sol, la lluvia y los suelos.

Cuanto más caros en dólares somos, más se extensifica nuestra producción porque retrocedemos para refugiarnos en la competitividad que nos da el sol, la lluvia y los suelos. Cuanto más caros en dólares somos, más se extensifica nuestra producción porque retrocedemos para refugiarnos en la competitividad que nos da el sol, la lluvia y los suelos.

Yo creo que la confusión viene por el lado de los salarios; el señor Benech debe haber querido decir que no quiere buscar la competitividad en base a salarios bajos. Pero los gobernantes no pueden en el mediano y largo plazo fijar por decreto las variables reales de la economía (salario real, tipo de cambio real, etc.) que es lo que importa; sólo pueden armar las condiciones para que esos indicadores se muevan en una u otra dirección.

Para entender mejor pensemos en una caricatura. Imaginemos que se necesita hacer una zanja de 100 metros de largo, por uno de ancho y uno de profundidad. Ese trabajo lo puede hacer un peón a pico y pala en un mes o una retro en cinco horas a un costo de 50 dólares la hora. El peón no puede cobrar más que 250 dólares por ese mes porque aún a ese bajo salario no compite con la retro que entrega el trabajo hecho en cinco horas.


Ahora pensemos que el gobierno considera que ese salario es demasiado bajo y emite decretos que lo elevan a 500, 750 y 1.000 dólares en tres años. ¿Se defiende así al peón y a la economía del país? Los que no saben nada de economía dirán que sí.

Lo que un gobierno así habría logrado sería liquidar las chances de ese peón de conseguir un trabajo, salvo en negro a sueldos aún más bajos y habría bloqueado la economía. ¿Por qué? Porque la forma de aumentar en términos reales y duraderos el salario del peón es aumentar su productividad y/o aumentar la demanda de trabajo.

Para eso se precisa que un empresario invierta en comprar una retro y pagarle al peón un curso de chofer de retro. Ante un gobierno que sube por decreto los salarios de 250 a 500, 750 y 1.000 dólares ningún empresario querrá invertir y no habrá ni retro para aumentar la productividad ni nuevos emprendimientos para aumentar la demanda de trabajo.

Esto es así porque los empresarios son como los ajedrecistas; piensan en las siguientes jugadas. Si el gobierno sube salarios por decreto sin entender nada, no importa si ahora son los salarios de los peones nomás, pronto vendrán subas igual de insensatas para otros.

Si a esto le agregamos un sindicalismo radicalizado que ocupa fábricas como si esto fuese lo más normal, sin pensar que en el Brasil industrial gobernado por el PT jamás se ocupó una fábrica, la voluntad de invertir de nuestros empresarios baja mucho. ¿Y quién se perjudica más? Los más pobres y menos capacitados.

Esto es así porque los empresarios son como los ajedrecistas; piensan en las siguientes jugadas. Esto es así porque los empresarios son como los ajedrecistas; piensan en las siguientes jugadas.

Los que saben Economía recordarán la ley de Pareto: cuanto menos productiva es una sociedad, más desigual es y viceversa, y esto no se arregla por decreto. Para competir bien, agregar mucho valor, tener bajo desempleo y altos salarios reales hay que tener tipo de cambio real alto, costos país bajos y reglas de juego serias y estables (lo opuesto a "lo político por encima de lo jurídico").

Así los empresarios invertirán mucho y el círculo virtuoso girará. Algunos consideran al empresario un lobo que hay que abatir (serían nuestros sindicalistas y radicales de izquierda); otros lo ven como una vaca para ordeñar (estos serían los de nuestro equipo económico); y muy pocos lo ven como el caballo que cincha del carro, como dijo Winston Churchill.

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