Horas después de terminado el partido entre Uruguay y Colombia el sábado pasado, y para intentar aliviar la ira –sin viñas pero con Viña en la cancha– originada por el mal juego y el resultado adverso, vi en Netflix la película polaca Prime time estrenada ese mismo día. Es promocionada como un thriller de última generación, un policial con mucho suspenso, supuestamente. Es decir, era un filme ideal para pasar un rato fuera de la realidad y sus consecuencias. Apenas la película empezó, los minutos comenzaron a transcurrir cargados de tedio, sin que pudiera saber de qué iba la cosa y si había algo que me estaba perdiendo y me impedía disfrutar de lo poco, más bien nada, que pasaba. La promoción del filme decía lo siguiente: “En la víspera de Año Nuevo de 1999, un hombre armado entra en un estudio de televisión durante una transmisión, toma como rehén al presentador y hace una exigencia: transmitir un mensaje en vivo”.
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