El autor del crimen se dirige a una base naval y ultima a sangre fría a tres infantes de Marina. El asesino había sido funcionario de la Armada hasta marzo último, conocía esa base y a las víctimas. En la escena del crimen quedaron sus huellas dactilares. En sus championes quedaron manchas de sangre. Huyó pocas cuadras, hasta el domicilio de unos conocidos, a quienes les confesó los homicidios. Ese mismo día ofreció en venta las pistolas y la policía no tardó ni 24 horas en dar con él. En la casa se hallaron los cargadores y una de las pistolas robadas.
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