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El día de la Lealtad se celebra haber liberado a un antirrepublicano

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21 de octubre de 2020 a las 05:03

Por Sandra Choroszczucha

Cada 17 de octubre se celebra el llamado Día de la Lealtad, en alusión a la conmemoración del 17 de octubre de 1945, día en que una enorme movilización y protesta obrera-sindical en Buenos Aires reclamó por la libertad del entonces prisionero, Juan Domingo Perón, quien fue detenido y llevado a la Isla Martín García durante cinco días.

Quién haya leído mucha historia conocerá que quienes debieron liberar a Perón fueron sus propios camaradas que lo habían encarcelado, camaradas que junto a Perón en el año 1943 conformaron el Grupo de Oficiales Unidos (GOU) y realizaron un golpe de Estado, del cual por supuesto Perón participó. Durante la gestión del GOU, Perón ocupó tres cargos simultáneos, el de Secretario de Trabajo y Previsión, Ministro de Guerra y Vicepresidente de la Nación. Cuando Perón formó parte de esta logia golpista militar, su crecimiento político y su acercamiento hacia los sectores obreros y sindicales fue descomunal. Tamaña presencia del joven líder y la simpatía que despertaba entre los sectores trabajadores sindicales, cuyos reclamos empezaban a ser atendidos, comenzaron a alarmar a quienes deseaban seguir conduciendo el movimiento de oficiales unidos, y así Perón fue encarcelado por los suyos, y más tarde, fue aclamado por las masas obreras y los sindicatos que pretendían continuar manteniendo un vínculo híper estrecho con él y pedían por su libertad. Poco tiempo después de liberado, Juan Domingo Perón, como corresponde, decidió presentarse en elecciones en lugar de tomar el poder por la fuerza, y fue elegido a través de comicios electorales por la mayoría de los argentinos.

Quienes hayan leído mucha historia, tampoco podrán negar que, previo al golpe del GOU, el modelo agroexportador hermanado a las fuerzas conservadoras en el poder resultaban en un tipo de vida muy injusta para la gran mayoría de los argentinos, donde un puñado de ricos terratenientes y no más de doscientas familias poderosas políticamente, eran los grandes beneficiados por una economía que generaba enorme cantidad de riqueza pero que se distribuía muy inequitativamente.

Si la única verdad es la realidad, la realidad fue que la mayor justicia social pretendida para el pueblo argentino, no fue promovida por un partido político progresista, sino por un sector de un grupo de oficiales unidos que realizó un golpe de Estado, y que de ese grupo de golpistas formó parte el aun hoy venerado Juan Domingo Perón.

Para la autora Elisabeth Noelle-Neumann, a través de una percepción cuasi estadística, los individuos perciben el clima de opinión, la opinión que consideran dominante, y así adhieren a esa opinión volviéndola cada vez más dominante. El motivo de esta adhesión es el temor a quedar aislados o a ser rechazados si no se opina como supuestamente opina la mayoría. Así, una “espiral del silencio” sigue circulando “inercialmente”. Para Noelle-Neumann los seres humanos que viven en sociedad, cuentan con una suerte de segunda piel, la piel social, “capaz de percibir lo que se puede y lo que no se puede expresar en cada momento”. Expresar que Perón fue el conductor de una gran masa del pueblo, que bajo su primer gobierno se implementaron políticas sociales que incluyeron y otorgaron importantísimos beneficios y derechos a los sectores trabajadores, en el marco de una sociedad oligarca donde un grupo de conservadores se alternaban en el poder, se puede decir. Expresar que el General Perón realizó junto a sus camaradas (un grupo de oficiales) un golpe de Estado en el año 1943, y que a partir de haber sido elegido presidente de la Argentina en 1946, el “modelo de Perón” fue imponiendo que la doctrina predomine sobre la educación, la uniformidad sobre el pluralismo, la arbitrariedad sobre la libertad, el enemigo político sobre el adversario político, no se puede decir, y si lo decís sos “gorila”.

El estilo de gobierno elegido por Perón fue propio de un esquema verticalista de gobierno, donde las masas debían seguir “ciegamente” a su líder, quien debía conciliar el trabajo con el capital (porque Perón protegió con vehemencia al modelo capitalista, y quien lo niegue, también debería estudiar más historia). El peronismo gozó de un obsceno pragmatismo, empoderando al ala izquierda peronista como Montoneros o la Juventud Peronista cuando le resultó beneficioso, y cuando no, se abrazaba con José López Rega, el encargado del “Bienestar Social”, quien desde su máximo cargo conformó la Triple A (la Alianza Anticomunista Argentina) que atacó y asesinó a miles de militantes de la izquierda peronista y no peronista.

¿Se podía ser el representante de los “descamisados” y de repente trabajar codo a codo con al creador de la Alianza Anticomunista Argentina? Se podía, se pudo, Perón pudo. Pero en el mundo de los “gorilas”, orgullosamente no se puede.

Perón manifestó innumerables veces discursos absolutamente antirrepublicanos, filofascistas, y el archivo es interminable. Y lo más grave no fueron sus dichos, sino que sus palabras se sustentaron en actos una y otra vez, porque el peronismo, desde Perón en adelante, es pragmatismo, es acción, lo que dice se hace.

El actual presidente, Albero Fernández, apenas asumió en funciones nos comunicaba preocupado y enfadado sobre aquellas personas que se aprovechan de la crisis argentina, obteniendo réditos, y así, puso de relieve la cantidad de especuladores que ponen en jaque el bienestar de Argentina. Afortunadamente se trató de una manifestación entre varias, donde pudo expresar su malestar, denunciar esta realidad, pero sin propósitos violentos. En uno de sus innumerables discursos, Juan Domingo Perón anunciaba como presidente: “con referencia a los especuladores, el gobierno está decidido a hacer cumplir los precios, aunque tenga que colgarlos a todos. Hasta ahora he empleado la persuasión, en adelante emplearé la represión, y quiera Dios que las circunstancias no me lleven a tener que emplear las penas más terribles”. Proseguía el gran líder de antaño comunicando “el adoctrinamiento realizado en los agentes y funcionarios de la administración pública no ha dado en general los resultados esperados, por ello cabe destacar la necesidad de seleccionar ideológicamente al personal de la administración pública. Los directores de las grandes reparticiones serán los responsables de la identificación ideológica de los agentes de su dependencia, a fin de eliminar de ella a los funcionarios que no estén completamente identificados con el gobierno, con la doctrina y con el gobierno justicialista”.

Finalizaba en aquellos momentos su discurso Perón, enfatizando “no se necesita libertad política, ahora se necesita libertad para trabajar para el país, ninguna libertad política, en eso somos tiranos, dictadores”. El peronismo trasmutó, y así se presentó y se sigue presentando en sus diferentes variantes, pero un punto en común une al peronismo de todos los tiempos: su adoración, admiración y ovación por Perón. Y esto es lo que no se entiende en el mundo de los republicanos.

¿Se puede seguir aclamando la figura de un líder que orgullosamente manifestaba “para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista” o “al amigo todo, al enemigo ni justicia” o “la guerra es la madre de todas las cosas”?

Se puede, pero el que defiende a un líder que manifestó la variedad de aberraciones enunciadas y obró en consecuencia, no tiene la autoridad moral para cuestionar a quienes no adherimos a dicha doctrina.

 El peronismo desde sus inicios, significó conciliar la manera de obrar con la índole de las circunstancias, por eso el peronismo puede ser bienestar social para el pueblo en los años de posguerra, o puede ser relaciones maravillosas con “el Imperialismo” cuando en los 70 el mundo se híper transformaba, el peronismo puede ser estatista, nacionalista e industrialista cuando hay que serlo, y neoliberal e impiadosamente ortodoxo cuando hay que serlo también.

El peronismo sigue transformándose y podrá seguir mutando en variantes más o menos republicanas, pero Perón además de haber sido un golpista, jamás fue un republicano.

“No se necesita libertad política, ninguna libertad política” decía y repetía el conductor de la gran masa del pueblo. Quien expresaba estas palabras, cada 17 de octubre es honrado en una jornada que pretende conmemorar la lealtad.

 

Sandra Choroszczucha

Politóloga y Profesora (UBA)

www.sandrach.com.ar

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