Eugenio Figueredo

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El día que le dieron el ultimátum a Figueredo: así fue la caída del presidente de Conmebol

En su libro, El fútbol y mi verdad, Wilmar Valdez cuenta con detalles cómo en agosto 2014, tras la muerte de Grondona, se tejió el nuevo mapa político de Conmebol y FIFA, con la salida del uruguayo
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07 de marzo de 2021 a las 05:02

Primer día de agosto de 2014. El FIFAgate estaba fermentando, pero aún no había indicios de lo que ocurriría unos meses después. El fútbol estaba afectado por la muerte del vicepresidente de la FIFA, el argentino Julio Humberto Grondona, uno de los hombres fuertes de aquella organización que se manejaba bajo los parámetros que establecía Joseph Blatter.

En su libro El fútbol y mi verdad, que editorial Planeta publicó esta semana, Wilmar Valdez, expresidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol, contó con detalles cómo se produjo la salida de Eugenio Figueredo, a quien lo bajaron de Conmebol.

Tras ocupar durante años la vicepresidencia y mantenerse en distintos cargos en Conmebol, Figueredo asumió el 30 de abril de 2013 la presidencia tras el alejamiento de Nicolás Leoz.

La vida de Figueredo transcurría en Asunción, pero silenciosamente habían comenzado a planificar su salida.

Aquella primera semana de agosto de 2014 fue el principio del fin para el dirigente uruguayo.

El 30 de julio murió Grondona, y cuando aún el fútbol argentino procesaba su duelo, apenas se había realizado el sepelio en Buenos Aires y con la cúpula mayor del fútbol mundial en Argentina, se comenzó a tejer el futuro político de Conmebol y de FIFA.

En su libro de 392 páginas, que fue publicado esta semana por editorial Planeta y en el que repasa su vida, desde su niñez en Tala hasta la actualidad, incluidas historias desconocidas hasta el momento que ocurrieron en los últimos años en el fútbol de la AUF, de Conmebol y de FIFA, Valdez repasa qué ocurrió en aquellos tiempos.

Tapa del libro El fútbol y mi verdad, de Wilmar Valdez, que publicó Editorial Planeta

Recuerda que llegó al sepelio en Buenos Aires sin conocer a muchos dirigentes. Llevaba cuatro meses como presidente en la AUF y había atravesado episodios que lo marcaron: levantar  en Conmebol la suspensión que le aplicaron a la AUF, que le impedía jugar el Mundial, y luego la excesiva sanción de FIFA a Luis Suárez, en el Mundial de Brasil 2014.

Tras un almuerzo con Blatter, con quien no habló del tema Suárez porque el presidente de FIFA no dio espacio para eso, Juan Ángel Napout, EugenioFigueredo y Luis Bedoya, presidente de la federación colombiana, en el restaurante del Hotel Hilton de Puerto Madero, el tema avanzó así:

“Terminó el almuerzo y emprendí el regreso a Montevideo. Tenía trabajo y muchos asuntos que resolver en la AUF al día siguiente de la elección. Napout también regresaba para Asunción. Los dos salíamos de Aeroparque y me invitó a ir en el mismo remise. Pero esa invitación no fue casual.

En el trayecto Napout me contó el acuerdo político al que habían llegado en el sepelio de Grondona. Estaba todo sellado y precisaban contar con Uruguay.

El acuerdo consistía en lo siguiente: el cargo de vicepresidente de la FIFA vacante lo ocuparía Figueredo, quien seguiría hasta fin de año como presidente de la Conmebol. Napout sería el nuevo presidente de la Conmebol y quería el apoyo de Uruguay.

Como el remise avanzaba a paso lento por el siempre pesado tráfico de Buenos Aires, el momento era ideal para una larga charla.

–Yo soy nuevo en todo esto, pero, si están todos de acuerdo, confío en vos y tengo amigos que confían en vos como Ache y Rivero. Tenés el voto de Uruguay. Si está acordado no voy a ser obstáculo, pero quiero que respeten el lugar de Uruguay, que debe tener un protagonismo importante –le dije.

En diciembre, en función del acuerdo, todos en la Conmebol se corrían un cargo: Napout pasaba a ser presidente, Esquivel asumiría como primer vicepresidente, Jadue como segundo y, de reciente creación, la tercera vicepresidencia sería para mí. Napout me la había ofrecido en pleno viaje al aeropuerto.

Cuando llegamos a Aeroparque nos enteramos de que los vuelos se habían cancelado por niebla. Para hacer un poco de tiempo, nos quedamos charlando en la cafetería del aeropuerto.

En un momento, Napout llamó a Marco Polo del Nero y le dijo: ‘Hola Marco, estoy en el aeropuerto con Wilmar. Todo bien, todo arreglado’. Luego me pasó el teléfono para que saludara a Marco Polo, con quien nunca había cruzado una palabra. Napout quería tener un testigo del arreglo y utilizó a Del Nero para sellar el compromiso. Él había conseguido su objetivo y poco más tenía para hablar.

Napout se quedó en Buenos Aires, pero yo decidí retornar a Montevideo por barco”, cuenta Valdez en su libro.

La caída de Figueredo

Sorpresivamente, porque Valdez desconcía el arreglo que tenían los demás dirigentes, derivó en el abrupto final de Figueredo en la Conmebol. Y así lo relata en su libro: “El asunto continuó a la semana siguiente en Asunción. El 8 de agosto citaron a reunión urgente del comité ejecutivo en la sede de la Conmebol. Era mi primera reunión en la capital de Paraguay y también la primera vez que pisaría la sede de la Conmebol y su lujoso hotel Bourboun.

Enfocado en el trabajo doméstico de la AUF y en lograr el voto número 12 para acceder definitivamente a la presidencia, veía aún lejano el mundo del lobby internacional.

Llegué a Asunción solo un día antes de la fecha fijada para la reunión. En el trayecto del aeropuerto al hotel recibí una llamada de Napout. Quería saber dónde estaba porque tenía que hablar conmigo en forma urgente. Le dije que estaba yendo al hotel y que estaría en 15 minutos en mi habitación.

No habían pasado el cuarto de hora cuando tocaron a la puerta. Eran Napout y Jadue.

–Tenemos que hablar ahora – me dijeron al unísono.

–Déjenme vestirme y hablamos –les respondí.

–No hay tiempo, es ahora” –dijo Jadue–. Llegamos a un acuerdo. Está cerrado lo que hablaste en Buenos Aires y es ahora –agregó.

–¿Ahora? –le dije sin entender nada.

Una semana antes me había dicho Napout que todo se iba a cristalizar a fin de año, Figueredo iba a estar hasta diciembre o los primeros meses 2015 como presidente de la Conmebol. Aunque ya había comenzado a entender cómo se manejaban estos temas, aún no había visto nada.

–Si no estás de acuerdo quedás afuera de todo –me apuró Jadue.

–Yo no te estoy diciendo que no estoy de acuerdo, ya le dije que sí a Juan Ángel. Pero me sorprende porque el tema era diferente hace una semana, todo se iba a hacer a fin de año –le insistí.

–En media hora tenemos reunión en la suite de Marco Polo. Andá así como estás porque tiene que ser ahora –me dijeron y se fueron.

Julio Humberto Grondona

Esos asuntos eran urgentes, nadie podía correr el riesgo de cambiar de opinión. A la media hora subí a la suite de Marco Polo del Nero, una de las más grandes del hotel, con dos habitaciones enormes. Allí estaban Marco Polo, Bedoya, Jadue y Napout. Figueredo no estaba. Ya tenían todo cocinado. Me dieron para firmar el acta, que ya habían firmado todos y que refrendaba el acuerdo. Firmé y Uruguay asumía la tercera vicepresidencia de la Conmebol. Así se manejaban todos los asuntos políticos en la Confederación.

Yo no tenía experiencia en esos temas, pero sí sabía que había que cuidar el lugar de Uruguay, que debía mantener una silla en la mesa chica de las decisiones.

–¿Quién va a llamar a Figueredo? –preguntó Jadue.

Figueredo sabía del acuerdo de su salida porque lo habían hablado una semana antes en Buenos Aires, se iba a la vicepresidencia de la FIFA en lugar de Grondona, pero lo que no sabía era que sería en ese momento. Él estaba seguro de que seguiría cuatro meses más al frente de la Conmebol. Sin embargo, había llegado su final. Allá fueron a buscarlo Bedoya y Jadue.

Cuando Figueredo entró en la habitación, nos vio a los cinco y se le transformó la cara. Un hombre con tantos años en esas lides, sabía lo que se venía. Allí estábamos en una de las salas de la suite de Marco Polo, todos sentados en una gran mesa cuadrada con un plafón que caía cerca del centro de ella haciendo que la luz y la atención se centraran exclusivamente en lo que allí acontecía.

Quien llevó la voz cantante fue precisamente Marco Polo y no por el hecho de que fuera el anfitrión, sino porque así se expresaba genuinamente el poder de Brasil en la Confederación.

Mirando a Figueredo a la cara, le dijo en su cerrado portugués que se tenía que ir de la presidencia de la Conmebol en ese momento, que asumía Napout y que seguía en la vicepresidencia de la FIFA hasta el siguiente congreso de mayo 2015 en el que se celebrarían las elecciones en la FIFA. Se lo dijo en seco, sin margen para otra cosa. Era eso o nada. La cara de Figueredo estaba transformada, pero rápidamente con su vivacidad y experiencia, aceptó y quedó todo cerrado. Napout quedó como presidente de la Conmebol en forma interina hasta las elecciones de 2015”.

El relato de Valdez en su libro El fútbol y mi verdad, cuenta cómo le aplican el ultimátum a Figueredo en Asunción, cuando ya no tenía el apoyo de Grondona, quien había fallecido, ni de Leoz. Lo que no sabían los dirigentes era que en mayo del año siguiente varios serían detenido por la Justicia e ingresaría en la investigación del FIFAgate.

Wilmar Valdez presenta su libro

En el libro que salió a la venta, el expresidente aborda temas sobre su gestión en el fútbol en los que cuenta detalles desconocidos hasta el momento, como su presidencia en Conmebol y la disputa con Alejandro Domínguez en 2015, cómo levantó la sanción que Conmebol le aplicó a la AUF en 2014, su amistad con el presidente de FIFA Gianni Infantino, su llegada a la presidencia de la AUF, la negociación con los futbolistas, anécdotas y vivencias, su etapa como periodista deportivo y sus 25 años en la dirigencia de Rentistas, en una edición en la que cuenta su vida en el fútbol desde un lugar en el que no suelen hacer los protagonistas del deporte.

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