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El documental que muestra la voz de Bergoglio

El retrato de Wim Wenders nace de una admiración sincera al papa Francisco
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31 de mayo de 2018 a las 11:15
Glenn Kenny - New York Times News Service

El director Wim Wenders también es el narrador de El papa Francisco, un hombre de palabra, un retrato documental del líder actual de la Iglesia católica. Al inicio, Wenders señala tres hechos pertinentes acerca del hombre y de su posición: es el primer papa jesuita, el primero de origen americano (nació en Argentina en 1936 y lo bautizaron como Jorge Mario Bergoglio), y es el primer pontífice en adoptar el nombre de san Francisco de Asís.

Para Wenders, este último hecho es muy importante. La cinta comienza con una larga toma desde un ángulo alto del pueblo italiano de donde era originario el santo, realizada con la técnica de cámara rápida para lograr transmitir lo que el cineasta considera que es la naturaleza atemporal del lugar.

Durante gran parte del documental, Wenders encuadra al papa en un sencillo primer plano medio y lo invita a expresar lo que piensa. Con su rostro amable, mirada inteligente y sonrisa fácil, Francisco es un personaje amigable y cautivador. Sin embargo, no es un soñador. Demuestra un profundo conocimiento de los horrores del mundo moderno y habla con sencillez, a partir de una investigación filosófica, acerca de lo que la Iglesia católica, apostólica y romana puede hacer para contrarrestarlos.

El singular enfoque de Wenders en el papa Francisco nace de una admiración sincera, pero también constituye una astuta estrategia. Este pontífice es muy controversial y el retrato del cineasta lo saca del contexto de las opiniones polémicas para permitirle hablar sin discutir. "El mundo está sordo en su mayoría", dijo en algún punto. Y continuó con la descripción de su estrategia cuando viaja por el mundo y conoce a los dirigentes: "Habla poco. Escucha mucho". No obstante, en este documental, el papa tiene libertad de palabra.

Las secciones de entrevistas son fascinantes y las partes que abordan los viajes del papa, durante los cuales a menudo lava los pies de quienes conoce, son conmovedoras. El abandono de la pompa del papado y la adopción de una relativa austeridad (que se extiende al uso de un auto muy pequeño llamado papamóvil) refuerza la afirmación del título de la película.



Lo que no ha tenido mucha aceptación son los intentos de Wenders de mostrar la vida de san Francisco. Estos se hicieron con un estilo semejante al del cine mudo, en blanco y negro, con un tenue titilar de la imagen.

No sé qué estaba pensando Wenders en esa parte. Si se trató de un intento extravagante de llegar a un público más amplio, no se logra la extravagancia ni la claridad. Simplemente se ve bobo... y frustrante, en especial si se considera que si Wenders buscaba realizar una cinta clásica para tratar de evocar a san Francisco, no debía ir más lejos de Las flores de san Francisco, la espléndida película de 1950 filmada por Roberto Rosellini.

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