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El freno sindical
Es frecuente escuchar que a los empresarios nacionales les falta coraje. Que carecen de iniciativa y que le temen a la palabra riesgo.
La quimera y el oro (Arpoador, 1996) libro del investigador Raúl Jacob narra con detalles la visión de los empresarios que construyeron el sector privado a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Lo que hicieron a puro riesgo desde la industria, la agropecuaria, la construcción, el turismo y la banca es admirable. Desde un punto de vista económico y social generaron empleo, prosperidad en el entorno y dejaron un país mucho mejor para las nuevas generaciones.
Adentrarse en las páginas del libro es un viaje a una forma de percibir la actividad empresarial decidida y ligada al desarrollo. En una historiografía nacional excedida de política y caudillos, conocer las razones y estrategias de estos emprendedores resulta fascinante. Hoy los empresarios dispuestos a jugarse por el Uruguay se cuentan con los dedos de las manos. Para peor son vistos como enemigos por la nefasta moral colectiva reinante.
Adentrarse en las páginas del libro es un viaje a una forma de percibir la actividad empresarial decidida y ligada al desarrollo.
Tras escuchar los discursos de los oradores del PIT-CNT ante la sede del Ministerio de Economía durante el último paro general parcial, cabe preguntarse si el gremio de trabajadores uruguayo es de este planeta. Ya el extinto presidente colorado Jorge Batlle había puesto en duda su origen terrestre.
El nuevo paro en un día de semana se realizó bajo la consigna “Si a los trabajadores nos va bien, al pueblo le va bien”. Una obviedad gigante como el Estadio Centenario que se construyó en tiempo récord entre 1929 y 1930.
La Diaria consigna la movilización relatando que tanto la vicepresidenta del PIT-CNT, Soraya Larrosa, como Fabio Riverón, presidente del combativo Fuecys, se refirieron a lo que sucede en Argentina y Brasil donde “campean la desocupación y el hambre”. Según ellos allí “se ha barrido con todas las conquistas” logradas por “los trabajadores” y “los gobiernos progresistas”. De la corrupción generalizada, las coimas y los emplazamientos judiciales de sus exgobernantes ni mención.
Por su parte la vicepresidenta del PIT-CNT advirtió que el Partido Nacional y el Partido Colorado representantes de la “clase dominante”, “nos van a venir a sacar todo a todos” y advirtió que “acá todo está en peligro”. Además, relacionaron a los partidos fundacionales con los militares en clave década del setenta. “Volvió la añoranza de las épocas más oscuras”, remató falseando una vez más a la historia reciente, y apelando infantilmente a los cucos que nadie quiere.
Es justo preguntarse adónde hubiese llegado el Uruguay de haber reinado a principios de siglo esta mentalidad sindical obtusa, corta y aldeana. Es seguro que Uruguay sin un desarrollo privado fuerte y vigoroso no hubiese podido acompañar el crecimiento institucional ni la consolidación de su democracia como sí lo hizo.
Escuchando el discurso permanente del PIT-CNT y viendo su accionar en el pasado reciente es hasta posible comprender a los empresarios y entender el temor a arriesgar en Uruguay. Es hasta comprensible irse incluso al Paraguay para poder prosperar. Es una tristeza ya que todo indica que se rindieron y que no quieren ni saben cómo participar de un debate democrático que Uruguay merece dar por lo alto, de frente y sin titubeos.
