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El histórico pacto fiscal, victoria cultural y política para Macri

Presidente logró compromiso de equilibrio en las cuentas provinciales
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24 de noviembre de 2017 a las 05:00
El tema político del momento en la Argentina es el pacto fiscal alcanzado entre el gobierno central y las provincias, al que Mauricio Macri calificó como "histórico".

Pero el detalle menos comentado, en medio de la euforia, tal vez sea el más elocuente desde el punto de vista político: el acuerdo llevó la rúbrica de la provincia de Santa Cruz, donde gobierna la cuñada de Cristina Kirchner.

Lo que el pacto implica, en definitiva, es una extensión a nivel nacional de las condiciones que Macri le había impuesto a Santa Cruz para ayudarla cuando, en abril pasado, entró en una grave crisis financiera y social. Es decir, comprometerse con un equilibrio de las cuentas provinciales a cambio de mayor ayuda central.

Y, contrariando las acusaciones que en aquel momento había hecho Cristina Kirchner, en el sentido de una discriminación y un ahogo financiero hacia su cuñada, lo que el nuevo acuerdo establece es una menor dependencia de los gobernadores respecto de la Casa Rosada. Es decir, lo opuesto a la política de Cristina, que manejaba discrecionalmente los recursos para premiar a los gobernadores amigos y castigar a los rebeldes.

De manera que el nuevo pacto con la anuencia de todos los gobernadores supone para Macri una doble victoria política. Primero, claro, porque le allana el camino para la aprobación de la ley en el Congreso.

Pero, también, porque le resta argumentos a la oposición kirchnerista para denunciar un plan de ajuste impuesto por el poder ejecutivo: después de la firma, la foto, la conferencia de prensa y la "bendición" al texto del pacto, se hace difícil sostener el mismo discurso acusatorio.

Sin "win-win" en Cambiemos


Macri entendió dos cosas: la primera es que las votaciones importantes del Congreso no se juegan en el recinto, sino en el acuerdo previo con los gobernadores. Y la segunda es que no podía pensarse en una reforma tributaria donde las provincias se vieran a sí mismas como perdedoras.
El esfuerzo demandó cintura política, imaginación, paciencia... y billetera. Porque el que puso el argumento que terminó de convencer a los reticentes gobernadores fue el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, al poner su firma para pagar un bono por unos US$ 4.500 millones para las provincias y hacerse cargo de los déficit de las cajas previsionales.

Fue recién ahí que los gobernadores desistieron de los juicios que mantenían contra el Estado nacional. El gobierno hizo hincapié en transmitir el mensaje de que no había ganadores y perdedores tras el pacto fiscal. Lo que, en la jerga corporativa, se dice una negociación win-win.
Pero no fue secreto para nadie que sí hubo un gran ganador y un gran perdedor. Y, paradójicamente, ambos pertenecen al "riñón" de Macri.

La provincia de Buenos Aires es la que más tiene para festejar, como quedó evidente en la amplia sonrisa de María Eugenia Vidal. De ser una provincia en crisis financiera crónica –y condenada a los cíclicos conflictos con los empleados públicos–, pasó a contar con recursos que le darán más margen económico e impulsar la obra pública.

Cuando asumió, Vidal se sorprendió de la deuda de US$ 8.000 millones que le había quedado como "herencia". Ahora, se encuentra para el año próximo con un apetitoso "premio consuelo" de US$ 2.500 millones por haber renunciado a su reclamo judicial sobre el polémico Fondo del Conurbano.
Con esa billetera, Vidal allana el camino para su reelección y, un detalle no menor desde el punto de vista político, podrá transformar a los intendentes en sus socios, al establecer mecanismos de transferencia de los nuevos fondos hacia los municipios.

En el otro extremo, quien no tiene motivos para festejar es Horacio Rodríguez Larreta, sucesor de Macri en la jefatura del gobierno de la Ciudad.

Debió resignarse a ver reducida una de sus principales vías de captación de recursos, el impuesto a los ingresos brutos, que significa más del 60% de su recaudación. Y Rodríguez Larreta debió aceptar un argumento irrefutable de Macri: él, que tenía como presidenta a Cristina Kirchner, no tenía más remedio que recurrir hasta el abuso a ese impuesto distorsivo para sortear las dificultades financieras a la que lo sometía la ex presidenta con su política de premiar a los amigos y asfixiar a los rivales.
En cambio, el nuevo jefe de gobierno de la Ciudad en el contexto de un gobierno nacional amigo que le firma avales para endeudarse y realizar obras.

Una victoria cultural


Para el gobierno, el acuerdo implica algunas victorias en la "batalla cultural". Primero, el compromiso de las provincias por mantener congelado el gasto público. Resta ver si efectivamente se cumple, pero el solo hecho de haber rubricado la disposición a no seguir aumentando la planilla de empleados públicos ni usar el déficit como motor económico provincial es todo un punto de inflexión, en un país en el que el rojo de las provincias implica un punto y medio del PBI.

Y, tal vez, la mayor victoria política fue haber logrado atar el pacto fiscal a la reforma jubilatoria. Al ofrecerles a los gobernadores un acuerdo según el cual lo que pierden por un lado –el fondo del conurbano, los impuestos provinciales– se compensa con la pérdida de fondos de la Anses –que resigna su 20% del impuesto a las ganancias-, se hace necesario aprobar la nueva fórmula para el reajuste jubilatorio.

Para Macri, este era un punto fundamental en su plan de corto plazo. El sistema previsional se lleva más de la mitad del gasto público y, no por casualidad, es un tema recurrente en los informes de bancos de inversión, así como en las reuniones que tienen los funcionarios con los inversores extranjeros y los enviados de organismos internacionales.

El sistema previsional argentino, que ya estaba entre los más caros del mundo, pasó al tope mundial luego de la "reparación histórica" a los jubilados. Por encima de los países inventores de la seguridad social, como Francia y Gran Bretaña, el peso del sistema argentino dio un salto que los economistas calculan en un 13% del PIB. En definitiva, el tiempo dirá si Macri tenía razón o si exageraba al calificar como "histórico" el pacto fiscal con los gobernadores. En un país donde la pelea por el reparto de los impuestos se hunde en lo profundo de la historia y llevó a guerras civiles como la de los federales y los unitarios, suena algo arriesgado afirmar que las peleas se terminarán.

Pero la primera sensación es que, por lo menos, es una victoria política para el Presidente. Por lo pronto, se anotó como socios a los gobernadores, que pasaron a ser los principales interesados en que su agenda de reformas pueda seguir adelante.

El resto, lo dirán los libros de historia del futuro.

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