El imperio del atraso

El triunfo del atraso proteccionista y un golpe debilitante a su propio gobierno fue el resultado del Plenario del Frente Amplio sobre el Tratado de Libre Comercio con Chile. Postergar sin fecha una decisión no solo deja mal parados al presidente Tabaré Vázquez, a sus ministros principales y a los líderes del MPP, el expresidente José Mujica y la vicepresidente Lucía Topolansky, que habían expresado su apoyo a la ratificación parlamentaria del TLC. Deteriora además la imagen de país serio y moderno de que tanto pretende ufanarse Uruguay, al evidenciar que una mayoría de la fuerza gobernante , aunque exigua, sigue creyendo que nuestra minúscula economía puede aislarse o imponer condiciones excesivas a otros países.

El tratado firmado por Vázquez y la entonces presidenta Michele Bachelet a fin de 2016 es claramente beneficioso. Por un lado, en realidad solo amplía acuerdos bilaterales ya existentes. Por otro, abre una puerta de mayor acceso a los mercados del Pacífico, especialmente a poderosos clientes potenciales del Lejano Oriente así como a través de la Alianza del Pacífico, que Chile integra con Perú, Colombia y México. Pero por tres votos en 157 el Partido Comunista y el grupo Casa Grande de la senadora Constanza Moreira, acompañados por delegados de las bases, lograron seguir trancándolo. Los inducen temores de que el ingreso de bienes y servicios más competitivos de otros países perjudique a rubros locales débiles y empeore el ya deteriorado nivel de empleo. No toman en cuenta, en cambio, que la experiencia en otros muchos países confirma que la apertura de la economía genera más actividad y empleo que lo que se pierde.

El Plenario aprobó en general un documento preparado por una comisión partidaria sobre inserción internacional, con opciones para negociar tratados comerciales. Pero la aprobación tiene escaso peso ya que, pese a la vaguedad de su texto, fue objetado por quienes, por ignorancia o ideología, defienden el proteccionismo. Es un curso que, aunque siempre equivocado, pueden permitírselo potencias poderosas que no necesitan de nadie, como Estados Unidos. Pero lleva al estancamiento a un país como Uruguay, pequeño y a años luz de ser autosuficiente.

No puede soslayarse que la postergación indefinida de una decisión sobre el TLC, después de un año y medio de desavenencias y tironeos internos, golpea a los principales dirigentes de la alianza de izquierda y, por dos lados, al Poder Ejecutivo. Uno es que su autoridad queda erosionada. El otro es que el TLC pudo haber sido ratificado hace mucho tiempo con los votos parlamentarios ofrecidos por partidos de la oposición, respaldo que el gobierno optó por no tomar para no profundizar las disidencias en el Frente Amplio. Buscar apoyo legislativo de la oposición para aprobar asuntos de importancia nacional es un camino habitual en las democracias más desarrolladas, como ocurre en Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y otros muchos países, donde los legisladores cruzan a veces barreras partidarias de acuerdo a sus convicciones. Es un procedimiento idóneo que el gobierno prefirió dejar de lado en defensa de una imposible imagen de unidad frenteamplista, cuya inexistencia traba y demora las únicas vías naturales de desarrollo, como quedó demostrado el domingo en un Plenario partido por la mitad.