Portugal está llamando la atención en Europa por la victoria electoral del socialista António Costa, el domingo 6, lo que le permite mantenerse como primer ministro por un nuevo período de gobierno.
El apoyo al líder socialista se interpreta como un reconocimiento a una inédita estabilidad, a un exitoso acuerdo de gobernabilidad, al empuje económico y a la virtud para el establishment político de que hasta las elecciones del domingo pasado había logrado mantener a raya a las expresiones ideológicas populistas de extrema derecha que pululan en buena parte de Europa.
Para envidia de muchos, el déficit de Portugal fue de 0,5% a fines de 2018 cuando cuatro años antes había trepado a 7% del PIB; el desempleo se redujo a la mitad, a menos de 7% el año pasado.
Además, Portugal ha cumplido con el Fondo Monetario Internacional (FMI ) devolviendo de forma anticipada el rescate por la crisis financiera, y el ministro de Finanzas, Mário Centeno, fue reconocido por la política económica del país y elegido presidente del Eurogrupo.
En tal sentido, David Lipton, número dos del FMI, dijo que “Portugal es una lección para el resto de Europa, incluso para el mundo”.
En las elecciones, de un total de 230 escaños, el Partido Socialista (PS) obtuvo 36,6% de los votos y 106 escaños (20 más que en 2015). Le siguió el Partido Social Demócrata (PSD) con 28% y 77 escaños. Bloque de Esquerda alcanzó 19 asientos legislativos (igual que en 2015), el Partido Comunista 12 (tenía 17), el Partido Popular (CDS) logró 5, el Partido Personas-Animales-Ambiente (PAN) 4 diputados y las nuevas entradas de Chega y el ecológico Livre, un diputado cada uno. Con Chega, la ultraderecha entrará por primera vez en el Parlamento.
“Los portugueses desean la continuidad de la actual solución política, ahora con un Partido Socialista más fuerte”, declaró Costa la noche de la elección.
La interrogante en estas horas es si el PS — que ha gobernado durante los últimos cuatro años y en la elección del domingo pasado quedó a 10 escaños de la mayoría absoluta— podrá reeditar el pacto de gobernabilidad.
La estrategia del avance de Costa en la escena política es objeto de estudio. En 2015, Costa, en ese entonces alcalde de Lisboa, perdió las elecciones generales, pero igual terminó convirtiéndose en primer ministro al conseguir el respaldo de los partidos de izquierda más pequeños: Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués.
Recordemos el hecho: la mayoría de los votos había sido obtenida por la coalición Portugal Ahead, liderada por el entonces primer ministro Pedro Passos Coelho, pero la suma de sus tres competidores de izquierda formaba una nueva mayoría parlamentaria. El gobierno de Passos Coelho fue tumbado muy rápidamente por una moción de censura y, tras una segunda ronda de contactos, Costa se convirtió en el nuevo primer ministro de Portugal.
La alianza de las izquierdas fue conocida como una “geringonça” (que significa “artilugio”) y, si bien subestimada por sus opositores al principio, les permitió a los socialistas gobernar en minoría en aquel momento.
La “geringonça” se refiere a acuerdos de leyes, pero no para ocupar cargos en el gobierno, un modelo que intentó concretar el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez con la izquierda ortodoxa de Unidas Podemos.
El pacto parlamentario entre el PS, Partido Comunista, Bloco de Esquerda y Los Verdes, por el que se acordaron “posiciones conjuntas” durante el periodo legislativo que ahora llega a su fin, le dio al gobierno una rotunda mayoría que explica que haya sido la etapa más estable de las últimas décadas.
Costa fue ganando popularidad al proponer el fin de la austeridad del programa de rescate financiero internacional, e incluso logró revertir la medida de los recortes a los salarios y pensiones del sector público, introducidos por el anterior gobierno liderado por los socialdemócratas, a raíz de la crisis de la deuda de la eurozona.
En los últimos años, los gobiernos de coalición han sido la modalidad más extendida en Europa para alcanzar la gobernabilidad, pero pocos han tenido un gran resultado por las dificultades que supone la convivencia de partidos de ideologías diferentes.
Hay gobiernos de coalición en Alemania (donde gobiernan los bloques conservador y socialdemócrata); Italia (primero en una alianza de los populistas del Movimiento Cinco Estrellas y la derechista Liga y luego el primero de ellos con la socialdemocracia); y en Reino Unido (Partido Conservador gobierna en minoría desde 2017 y llegó a un pacto de apoyos puntuales con el ultraconservador Partido Democrático Unionista de Irlanda del Norte), por mencionar algunos ejemplos.
Luego de conocido el resultado electoral, se esperaba que el PS reeditara la alianza con alguna de las izquierdas que lo llevó al poder en 2015.
Pero el escenario de hoy es distinto por diferencias que han habido entre el gobierno y algunos partidos de izquierda en torno a medidas económicas que provocaron conflictos sindicales, y críticas al jefe de gobierno de estar más preocupado por cumplir con la disciplina fiscal europea en lugar de mejorar los servicios públicos, por ejemplo.
Por otra parte, está el riesgo de que el Bloco de Esquerda, que ya es una fuerza consolidada, quiera empezar a jugar sus propias cartas. El partido gobernante se muestra confiado en estas horas de que podrá reeditar el acuerdo con los partidos de izquierda o por lo menos con algunos de ellos.
De acuerdo a un comunicado del PS, difundido el jueves 10, después de mantener conversaciones con otros partidos, dijo que “está claro que el Partido Socialista está en medida de formar un gobierno, pues todos los partidos han indicado su intención de contribuir a cuatro años más de estabilidad política”, señaló el PS en un comunicado publicado tras una reunión política.
Los partidos de izquierda mostraron su intención de “implementar un diálogo permanente a lo largo de la legislatura para encontrar soluciones” con el objetivo de aprobar un presupuesto y otras leyes, explicó Costa.
En esta ocasión, el PS no necesita acordar con toda la izquierda, sino con el Bloco de Esquerda o el Partido Comunista para garantizar la gobernabilidad. Es decir, Costa solo necesita a uno de sus importantes antiguos socios de la geringonça para que su programa de gobierno supere la votación en la Asamblea de la República.
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