Rusia 2018 > LA FINAL

El mundo es de los nobles y los valientes

Francia es campeón, Croacia perdió la copa, pero dejaron uno de los mejores mensajes de los mundiales: el equipo está por encima de las individualidades
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15 de julio de 2018 a las 15:08
¿Qué es el fútbol, o el deporte, sino una reducción de 90 minutos de la vida? ¿Y qué es la vida si no es jugarse por lo que uno quiere, ser valiente e irse a dormir con la conciencia tranquila?

Mientras los franceses se abrazan, mientras los croatas se reúnen en una ronda y el DT parece decirles "mantengan la cabeza en alto porque dejaron todo", pienso en el Mundial. Y en esta final. Y pienso que ninguno de los dos tiene nada que reprocharse.

"Hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a ofenderte, sólo porque perdiste. En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados", dijo hace un tiempo Marcelo Bielsa.

Y cuando el telón del Mundial empieza a caer, cuando Francia aplaude a Croacia y Croacia aplaude a Francia, no puedo dejar de pensar en la nobleza de los recursos utilizados.

Porque si algo tuvieron estos dos equipos fue nobleza. Sacrificio. Unión de grupo. Conciencia de que para conseguir el fin, los medios importan. Y anteponer, siempre, el colectivo a lo individual. Porque solo en grupo se festeja, solo en equipo se gana.

Ahí anda Griezmann corriendo y haciendo coberturas. Dueño de un talento único, de una capacidad de desnivelar como pocos. Hasta de credenciales para exigir un trato especial, como lo muestra el hecho de que participó en tres de los cuatro goles del Mundial y fue elegido el mejor jugador del partido decisivo. Privilegios que sí reclaman otras estrellas, en otros equipos que vieron la final por TV, entrenadores que se vanaglorian de no leer o planificar, u otros que se van tras el primer billete que se les cruza por delante.

Griezmann, más que nadie –vaya a saber si influyó en algo esa formación uruguaya de la que se enorgullece- entiende que a veces hay que acomodarse atrás y defender porque hay un compañero adelante, luchando por el gol. Que no siempre hay que ser protagonista, porque los premios individuales no fabrican legados ni leyendas. En el deporte y en el resto de las cosas.

También festeja Giroud, el delantero centro al que todos critican por no patear al arco, pero se rompió la cabeza bajando centros a sus compañeros. Siendo una pieza de rol, a pesar de ser una estrella en su club. Si hasta Mbappe, ese adolescente al que no le pesa nada ser la figura de un equipo campeón del mundo a los 19 años, se sacrifica por el colectivo y baja a defender cuando es necesario. O Kanté, la figura defensiva del Mundial, que se fue corriendo y calladito a los 53 minutos porque el DT entendió que, con amarilla, no podía seguir en cancha marcando a Luka Modric.

Y qué decir de Croacia, unidos como un puño, luchando hasta el final. Disimulando alargues eternos, lesiones musculares, crisis dirigenciales, empresarios prófugos de la justicia, guerras fratricidas. Siempre yendo para adelante, coherentes con su historia de pelea.

Era el Mundial del estudio, de la planificación, del "todo está estudiado", y con eso el riesgo de una final aburrida, planificada, estudiada. Pero la vida, a veces, te da un golpe, y te obliga a adaptarte. Entonces, la historia de esos equipos preparados para defender se transformó en la de un partido vibrante, abierto, lleno de errores. De jugar con el corazón en la mano, mirando a los compañeros a los costados, y hacerlo por ello.

Eso, ni más ni menos, fueron los seis goles en la final de un Mundial. Desde el comienzo, la necesidad de tirar a la basura los planes previos, o al menos dejarlos en segundo plano. Y salir a buscar otro plan, pero convencido de la meta original.

Durante todo el torneo, Francia y Croacia defendieron cuando hubo que defender. Pero lo hicieron convencidos de lo que se habían planteado como colectivos. No es poco en un fútbol como el moderno, donde las estrellas parece que brillaran solas.

Al principio del Mundial, el colega Nicolás Tabárez escribió estas líneas sobre Islandia: "Son un rayo de esperanza en el fútbol actual. Porque rescatan una de las bases del fútbol, esa cuestión de igualdad y de paridad, en la que el chico siempre le puede ganar al grande (...) muestran que aunque el Real Madrid, el Barcelona, el Bayern Munich y el PSG nos quieran demostrar lo contrario, los torneos de selecciones – y sobre todo los Mundiales- nos siguen regalando las mejores historias".

En Rusia 2018, el colectivo pesó más que las individualidades. El todo más que la suma de sus partes. El grupo más que las estrellas, porque las estrellas decidieron que así sea. Más allá de quien levantó la copa, me quedó con eso como el gran legado de este Mundial.

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