El Papa finalizó su visita a Sudán del Sur con un llamado a “deponer las armas”

"Depongamos las armas del odio y de la venganza, superemos las antipatías y aversiones que, con el tiempo, se volvieron crónicas y amenazan con contraponer las tribus y las etnias", pidió el Papa en el marco de una celebración ecuménica que reunió a unos 70.000 fieles. Acompañaron a Francisco, Justin Welby, arzobispo de Canterbury y líder espiritual de la Iglesia anglicana, y Iain Greenshields, la personalidad más importante de la Iglesia de Escocia.

“Esperanza es la palabra que me gustaría dejarles a cada uno de ustedes, como un regalo para compartir, como una semilla que da fruto. Con mis hermanos Justin e Iain vinimos hasta aquí y seguiremos acompañando sus pasos, haciendo todo lo posible para que sean pasos de paz, pasos hacia la paz”, agregó Francisco en la que se convirtió su cuarta gira al continente africano, tras haber visitado entre 2015 y 2019 Kenia, República Centroafricana, Uganda, Egipto Marruecos, Mauritania, Mozambique y Mauricio.

A lo largo de una estadía de 48 horas, que siguió a la efectuada a RDC, el Sumo Pontífice hizo repetidas exhortaciones a la paz en Sudán del Sur, un país de mayoría cristiana y de 12 millones de habitantes, dos tercios de los cuales dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir y 2,2 millones viven desplazados desde que se inició en 2013 una guerra civil luego de independizarse de Sudán en 2011, conflicto que dejó hasta el momento unos 380.000 muertos, según Naciones Unidas (ONU).

No es la primera vez que Francisco procura mediar. En 2019 lideró una primera iniciativa cuando en el Vaticano se puso de rodillas y besó los pies de los líderes rivales, el presidente Salva Kiir Mayardit, y Riek Machar, uno de los cinco vicepresidentes, oportunidad en la que les rogó que hicieran las paces. Desde entonces, el progreso del precario acuerdo alcanzado en 2018, en particular la creación de un Ejército unificado compuesto por fuerzas gubernamentales y combatientes de la oposición, fue muy lento.

Antes de la misa, y luego de reclamar una “vida digna” para los desplazados por el conflicto interno, Francisco saludó y bendijo a la multitud durante un paseo en el papamóvil al ritmo de los gritos de alegría, el sonar de panderetas y de una multitud que coreaba su nombre, al tiempo que ondeaban banderas del Estado más joven del mundo y del Vaticano. "Un gran número de niños nacidos en estos años sólo conoció la realidad de los campos para desplazados, olvidando el ambiente del hogar, perdiendo el vínculo con la propia tierra de origen, con las raíces, con las tradiciones. No puede haber futuro en los campos de refugiados", advirtió el pontífice.

En lo inmediato, la visita estuvo precedida por una nueva escalada de la violencia. Horas antes de que el pontífice aterrizara en Juba, milicias armadas mataron a 21 civiles en la localidad de Kajo-Keji, al sur del país, hecho que las autoridades calificaron como "masacre de civiles inocentes en un acto de venganza salvaje" y que se suma a los frecuentes conflictos interétnicos entre comunidades nómades y ganaderas y otras sedentarias y agrícolas, situación que agregó cientos de muertos en varias regiones en los últimos meses.

“Aunque los conflictos, la violencia y los odios hayan arrancado los buenos recuerdos de las primeras páginas de la vida de esta República, sean ustedes los que vuelvan a escribir la historia de paz", dijo el papa. "Lamentablemente, en este país martirizado, ser desplazado o refugiado se convirtió en una experiencia normal y colectiva", afirmó Francisco luego de haber escuchado los testimonios de tres jóvenes.

"Están en mi corazón, están en nuestros corazones, están en los corazones de los cristianos de todo el mundo. Nunca pierdan la esperanza. Y no pierdan la oportunidad de construir la paz", pidió el Papa al finalizar la misa que precedió su regreso al Vaticano, ocasión en la que destacó la “valentía” de las iglesias católicas del país, que al igual que las organizaciones de ayuda humanitaria que trabajan en el territorio son blancos de violentos ataques por parte de grupos rebeldes.

“A María confío el camino de la paz en África y en el mundo. María, nuestra señora de África, está siempre con nosotros", agregó Francisco, al tiempo que pidió “por los hermanos nuestros en la fe que sufren persecución y peligro, y tantas otras personas que padecen conflictos, explotación y pobreza, especialmente en los numerosos países que están en guerra, como la martirizada Ucrania”.

Luego de su mensaje final, Francisco partió de Juba de regreso al Vaticano junto con los jefes de las iglesias de Inglaterra y Escocia, representantes de las otras dos confesiones cristianas con los que llevó a cabo una visita en procura de darle "un nuevo impulso" a la paz en un país al que la ONU y la comunidad internacional acusan a sus dirigentes de alimentar la violencia, reprimir las libertades políticas y malversar fondos públicos; además de imputarles a los ejércitos personales de Kiir y Machar crímenes de guerra.