El cambio climático trasciende las fronteras nacionales y puede tener consecuencias de largo alcance. Si bien los efectos del cambio climático en el mundo desarrollado serán graduales, serán inmediatos en muchos países en desarrollo, ya que el cambio climático actúa como un “multiplicador de amenazas”, lo que agrava las tensiones subyacentes y aumenta la inseguridad política, social y económica.
En ninguna parte esto es más agudo que en el continente africano, donde muchos países ya están bajo una grave presión por la pobreza, la escasez de agua, el crecimiento de la población, los conflictos étnico-religiosos y la disfunción de la gobernanza.
Según afirma en una nota para Responsible Statecraft la investigadora Kyila Terry, del Quincy Institute, los Estados Unidos, que es uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero (GEI) del mundo, tiene la responsabilidad de abordar estos problemas entrelazados y también un fuerte interés de seguridad en hacerlo. Si bien hubo un enfoque en la competencia de las grandes potencias con la invasión rusa de Ucrania y la creciente rivalidad con China, las preocupaciones en torno al cambio climático y estos estados vulnerables no desaparecieron. Como ya es evidente en la región del Sahel y los Grandes Lagos, estos peligros incluyen desplazamientos masivos, epidemias y extremismo violento.
Los Estados Unidos se comprometió con varios acuerdos climáticos internacionales, incluida la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Acuerdo de París, que tiene como objetivo reducir radicalmente las emisiones de GEI para limitar el calentamiento de la Tierra por debajo de 1,5°C.
A nivel nacional, también hay una serie de órdenes ejecutivas que abordan el calor extremo y la energía eólica marina, la justicia ambiental y las industrias de energía limpia. A pesar de estos compromisos, los Estados Unidos, específicamente el Pentágono, contribuyó acumulativamente con la mayor cantidad de GEI que cualquier nación o región. De hecho, el Departamento de Defensa (DoD) tiene una huella de carbono equivalente a 140 países combinados y, al igual que los desastres de evolución lenta, causó daños durante décadas.
Sus operaciones militares y navales dependen en gran medida de los combustibles fósiles. Y esas operaciones, incluida la producción y el transporte de materiales de defensa, aumentaron a la luz de las amenazas reales o percibidas a los intereses de seguridad de los Estados Unidos en el extranjero. Además, la construcción, la operación y el mantenimiento de la infraestructura intensiva en energía del DoD, como las instalaciones de capacitación, los centros logísticos y las bases, requieren recursos significativos que, a menudo, se obtienen a expensas de la tierra circundante que está deforestada y contaminada con materiales peligrosos.
Terry señala que, desafortunadamente, el Pentágono no informa pública o regularmente sus emisiones de GEI y las estimaciones se basan en el Departamento de Energía (DoE), que reveló que el DoD, en 2017, el año más reciente del que hay estadísticas disponibles, produjo un promedio de 59.000.000 de toneladas métricas de CO2. Además, las industrias estadounidenses que producen y albergan materiales de defensa incluyen más de 560.000 instalaciones con más de 275.000 edificios en 800 bases ubicadas en 108.000 kilómetros cuadrados de tierra en los Estados Unidos y el resto del mundo.
En enero de 2021, el secretario de Defensa Lloyd Austin dijo que su departamento “tomará de inmediato las medidas políticas apropiadas para priorizar las consideraciones sobre el cambio climático en nuestras actividades, ya que es un problema de seguridad nacional”. Sin embargo, muchos argumentarían que el Pentágono y su contribución al cambio climático es un problema de seguridad tanto global como nacional, ya que contribuye a la inseguridad en áreas clave del mundo.
Diecisiete de los 20 países que se estima que son los más vulnerables al cambio climático se encuentran en África. Muchas economías y medios de vida africanos dependen en gran medida de sectores sensibles al clima, como la agricultura y el pastoreo. Los impactos relacionados con el cambio climático, como la sequía, las inundaciones y las olas de calor, afectan negativamente a la actividad agrícola, lo que provoca una disminución del rendimiento de los cultivos y la muerte del ganado.
Esto contribuye a la inseguridad alimentaria, los precios inflados de los alimentos y la inestabilidad económica. A partir de 2022, alrededor de 6,3 millones de personas en Sudán del Sur, por ejemplo, estaban experimentando una inseguridad alimentaria aguda. Al igual que 5,6 millones en Somalia; 4,4 millones en Kenia; 1,1 millones en Uganda, y 4,4 millones en Etiopía.
El cambio climático también afecta la disponibilidad de agua y muchas regiones ya experimentan escasez y suministros poco confiables. Las zonas de sequía tienden a superponerse con áreas de alta pobreza e, incluso cuando llueve, aumenta la transmisión de enfermedades transmitidas por vectores como el dengue, la malaria y la fiebre amarilla. En países del sur de África, como Malawi, Mozambique y Zimbabue, las epidemias de cólera son recurrentes, ya que los suministros de agua a menudo están contaminados y la capacidad institucional limitada en varios países no puede brindar atención médica de calidad.
La pérdida de medios de subsistencia y el aumento de la competencia por los escasos recursos también conducen a desplazamientos y conflictos inducidos por el clima. Si bien la migración funcionó tradicionalmente como un mecanismo de supervivencia ante un clima cambiante, los pequeños agricultores y pastores están invadiendo las tierras de los demás con mayor frecuencia.
En Nigeria, las precipitaciones irregulares intensificaron la competencia por los recursos entre agricultores y pastores, lo que exacerbó la violencia entre comunidades hasta el punto que, en 2018, la violencia mató hasta seis veces más personas que la insurgencia del grupo terrorista dirigido por Boko Haram en el noreste del país.
Durante un tiempo, el desplazamiento inducido por el clima ocurrirá internamente, pero dentro de estos países habrá un aumento de los enfrentamientos, el reclutamiento de grupos rebeldes, el desplazamiento y las tensiones entre comunidades debido a las tensiones en los sistemas sociales, económicos y políticos.
Estos efectos también podrían extenderse a los países vecinos y provocar una mayor inestabilidad regional. La Ley de Autorización de Defensa de los Estados Unidos de 2019 dice que “a medida que aumentan las temperaturas globales, las sequías y las hambrunas pueden conducir a más estados fallidos”.
Debido a las críticas originadas en el incumplimiento de los Estados Unidos de las metas de reducción de emisiones, se multiplicaron los llamados y las iniciativas destinados a cambiar esa situación.
La Resolución 767 de la Cámara de Representantes, propuesta por la demócrata Barbara Lee, es un buen ejemplo de ello. Sin embargo, limitar las emisiones de CO2 requiere una acción estatal consistente durante un largo período de tiempo. Y aunque el DoD redujo su consumo de combustibles fósiles mediante el uso de energías renovables (es decir, vehículos eléctricos y solares), estos esfuerzos por “ecologizar” a las fuerzas armadas abordan sólo una fracción de las emisiones generadas por el aparato militar para la defensa.
La autora de la nota afirma que se requiere tener una acción nacional militar sostenible que permita una estrategia de reducción clara que sea consistente con el Acuerdo de París, establezca un límite estricto en las emisiones del Departamento de Defensa, priorice la descarbonización en lugar de la adaptación climática y considere las implicaciones de las emisiones al decidir cómo enfrentar las amenazas.
El planeta se está calentando a una velocidad que los compromisos climáticos internacionales existentes no pueden atenuar. Y si bien existen incertidumbres en torno a la capacidad del mundo para cumplir con sus objetivos ambientales, las tendencias demográficas y las proyecciones de conflictos y desplazamientos, es una certeza que la escala y la naturaleza del DoD contribuye con mucho al cambio climático y plantea desafíos continuos para todos los países del mundo.