El año pasado fue el único uruguayo en superar la primera ronda de la
Copa Sudamericana. Nada menos que en la primera aventura internacional de su historia. Este año contagió con su ímpetu a otros dos equipos y a pesar del gran recambio de jugadores que experimentó, se aferró a sus ideas y volvió a trascender fronteras.
Sí. El equipo de
Alejandro Apud goleó a Jaguares de Colombia 3-0 en el Franzini y absorbió, con luz y buena nota, la desventaja de un gol que trajo del partido de ida al perder 2-1 tras hacer una buena presentación.
Aquella vez no pudo aguantar un golazo de Gonzalo Mastriani y en un par de minutos pasó de vencedor a vencido.
Tal vez por eso planteó el partido con cierta cautela inicial. No desde la conformación del equipo (tres zagueros, dos carrileros, doble cinco, enganche y dos puntas) sino desde la actitud.
Porque no salió a presionar arriba desde el arranque sino que, con inteligencia, trabajó la victoria con paciencia.
Primero logró que el 4-2-3-1 con el que llegó la visita se replegara contra su campo y que los extremos y el mediapunta que jugaron por detrás de Eder Steer Lara se recostaran sobre su campo para abocarse a defender.
Pero el buen trato de pelota que aseguraron los talentosos Federico Gallego, Diego Scotti y Robert Flores en el medio, no fue acompañado con la intensidad suficiente para que el equipo llegara masiva y profundamente en posiciones de ataque.
Por eso, en la media hora inicial Gonzalo Mastriani se debatió solo en el ataque y Matías Zaragoza no encontró circuitos de juego para desestabilizar con su habilidad.
Un tiro libre de Flores a los 25' y una buena llegada combinada por derecha a los 29' en la que cerraron justo la definición de Scotti por el medio acercaron al Boston al tanto de la apertura.
Y a los 41' se abrió el partido. Flores se conectó con Mastriani, otra vez por derecha, y este habilitó a Scotti que llegó a la carrera. Su control fue perfecto para matar la pelota y permitirle sacar un remate imponente que se metió cruzado en el ángulo superior derecho de Nelson Ramos.
Para el arranque del complemento,
Boston River redobló el ritmo. Como para liquidar el partido y no dejar despertar al rival.
Y en apenas un minuto se puso 2-0. Generó otra pelota quieta cerca del área, pero en vez de jugarla en largo (llovida como la noche y anunciada), la jugaron corta, triangularon y Flores metió un contra uno por banda como en sus mejores épocas del River de Carrasco. Enganchó hacia adentro y la puso al corazón del área donde el zaguero Joaquín Pereyra la mandó a guardar. El mismo que el año pasado había anotado los dos primeros goles del club, en el Parque Central, ante Comerciantes Unidos de Perú.
Antes de que el rival reaccionara y se adelantara en el campo, el rojiverde sentenció la llave, esta vez de pelota quieta. Centro de Flores y cabezazo de Scotti sobre el primer palo. Cosa juzgada.
Luego, Boston River se limitó a defenderse y sin pasar apuro alguno, selló su clasificación.
El proyecto del club, sólido desde lo dirigencial sigue rindiendo en la cancha. ¿Por qué? Porque hay un entrenador convencido de sus ideas futbolísticas que asimiló el recambio redoblando la apuesta por el buen juego.
En el Apertura, el equipo terminó 10º, lejos del quinto lugar del Apertura 2017. Pero a nivel internacional, esta fórmula ratifica su vigencia.