Riz Ahmed en El sonido del metal

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El sonido del metal: una película triunfal sobre la pérdida de la audición y las heridas del pasado

Protagonizada por Riz Ahmed, es el sólido relato de un baterista que, de un día para el otro, se queda sordo y debe lidiar con fantasmas pasados y presentes; está en Amazon Prime Video
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06 de febrero de 2021 a las 05:02

Hay actores que se pasan toda su carrera buscando el papel que los saque del colchón húmedo y pegajoso adonde van a parar y morir los intérpretes de medio pelo. A veces hay suerte y llega. A veces no.

El sonido del metal es el papel que Riz Ahmed estaba esperando. Él nunca estuvo metido con los del montón por incapacidad interpretativa o ambiciones cortas, pero sí por oportunidades que le habían sido más bien esquivas y que lo habían relegado a papeles secundarios en los que lograba destacar pero no eclipsar. Que es, o eso parece, para lo que está destinado. Así pasó con Primicia Mortal (2014), Rogue One: una historia de Star Wars (2016), The Sister Brothers (2018) y más.  Y así pasó también con The night of, una miniserie de HBO que se puede tomar como su gran aparición en la pantalla y, hasta el momento, uno de sus mejores trabajos.

Pero ya se dijo: El sonido del metal lo despegó. Y de qué manera. En esta película dirigida por Darius Marder, Ahmed se entrega, de manera total, a la historia de Ruben, un baterista de una banda de Heavy Metal y exadicto a la heroína que, de un día para el otro, pierde casi por completo la audición. Por este papel ya fue nominado esta semana al Globo de Oro y seguramente encuentre una plaza en la próxima edición de los Óscar. Lo merece. Es una de las cinco mejores actuaciones del 2020.

Riz Ahmed en El sonido del metal

Ahmed se preparó fuerte para este salto. Londinense de raíces pakistaníes, educado en Oxford, músico y escritor, el actor de 38 años se mudó a Nueva York en 2018 y dedicó ocho meses a la construcción de Ruben. Para eso pasó cada uno de esos días aprendiendo lengua de señas, tocando la batería como un poseso, trabajando con su coach de actuación y haciendo pesas. Así logró edificar un personaje que es vulnerado por las fortuitas circunstancias biológicas, pero que también funciona como un organismo que, al menos por fuera, se ve poderoso, tenso, rítmico. En ese sentido, las escenas en la que la cámara se aferra a sus músculos mientras aporrea la batería en la oscuridad son un contrapunto perfecto para el abismo flaco en el que comienza a caer por la sordera.

El sonido del metal es una gran película. Unas de las mejores del último año. Marder retrata las múltiples dimensiones de lo que significa tener una discapacidad en la sociedad contemporánea con destreza y escapando de los caminos transitados y quemados.  A la vez, toca notas certeras a la hora de explorar la manera en la que el alma de Ruben, cargada con las heridas frescas de la adicción, acusa los nuevos golpes y resquebraja de a poco su coraza para dejar entrar una nueva manera de vivir y de experimentar la existencia. La película podrá ser cruda, pero jamás cometerá la traición facilonga de regodearse en el sufrimiento de su protagonista ni en el de su pareja y compañera de banda, interpretada por Olivia Cooke. No le interesa hacerlo y al tomar esa decisión, se eleva.

Riz Ahmed en El sonido del metal

Se ha destacado que su gran logro es la manera en la que transmite la sordera de su protagonista, la utilización del sonido y, sobre todo, de su ausencia. Del pitido residual que queda sostenido en los oídos del protagonista y los espectadores. Y es cierto. El silencio, el nuevo silencio en el que vive Ruben, es constante, penetrante, a veces brutal, otra veces necesario y reconfortante. Es como un latigazo suave que se va clavando con constancia en la conciencia del personaje de Ahmed y que hace que sus consecuencias terminen contaminando las vidas de su novia y también de su mentor –interpretado de manera brillante por Paul Raci– del centro de adaptación para sordos al que se apunta.

Uno ve El sonido del metal y piensa que Riz Ahmed existe para ella. Impacta su entrega, su carisma quebrado, las fisuras emocionales que traslucen sus enormes ojos, su respiración entrecortada, impacta esa escena terrible en la que se aferra entre lágrimas a un alambrado en la noche sin sonidos, y también esa que es maravillosa y en la que, cada vez más acostumbrado al lenguaje de señas y a lo que significa volver a comunicarse, empieza a disfrutar de una charla de sobremesa después de mucho tiempo.

El sonido del metal es el salto/consagración de Riz Ahmed. Nunca fue de esos actores de medio pelo, de esos eternos secundarios empantanados; le dieron la oportunidad y lo demostró. Ahora está listo para seguir.

Riz Ahmed en El sonido del metal

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