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El universo cannábico en clave de arte
Un día de semana a la tarde en cualquier plaza céntrica entre personas que recién salen de la oficina, una juntada con amigos un sábado a la noche, una salida en pareja, momentos en solitario y varias situaciones hipotéticas pueden tener un componente en común: la marihuana. Y de fondo, todo el universo casi que desconocido que engloba a los cultivadores y su trabajo diario.
Incluso antes de que se aprobara la ley en 2013 y que años más tarde comenzara a venderse en farmacias y se regularizara el cultivo en particulares registrados, el consumo de cannabis en Uruguay tiene varias décadas encima y está cada vez más normalizado.
Uruguay es pionero en legalizar el mercado de la planta, la producción, la comercialización, la tenencia y los usos medicinales y recreativos de la marihuana. Y la cultura cannábica está instalada en la escena local desde hace rato. Pero aunque fumar marihuana ya no es cosa que solo hacen (o dicen que hacen) quienes integran un grupo específico –que por un tiempo en el imaginario colectivo fueron los jóvenes, los hippies, los desprolijos–, determinadas manifestaciones que circundan el mundo cannábico siguen dirigiéndose a un público objetivo. Tal es el caso de lo que tiene que ver con la estética de los grow shops, el merchandising que circula relacionado con la marihuana y el arte que expresa esta cultura.
Los colores verde, amarillo y rojo, personajes jamaiquinos y ciertos rasgos que se repiten una y otra vez. Las imágenes que hablan del escenario cannábico se limitan a determinada estética que, aunque no es ajena a ese universo, no engloba la diversidad de personas que podrían sentirse identificadas.
Una mirada diferente
Es argentina, proviene del mundo de la moda y, era ajena al universo de los clubes y los cultivadores cannábicos hasta hace unos tres años, cuando decidió comenzar a explorar con su lente la belleza detrás de las plantas de marihuana. Su nombre es Lelen Ruete (32) y su vocación por la fotografía comenzó con su primera cámara, a los 7 años.
Sin buscarlo en una primera instancia, el trabajo de indagación e investigación de la fotógrafa argentina sobre la movida del cannabis en Uruguay devino en una muestra fotográfica que expone un lado pocas veces difundido de esta planta.
Herbarium es el nombre que eligió Ruete para la exposición fotográfica que estará hasta el 24 de setiembre en Casa Arbus; luego pasará por el Museo del Cannabis, la ExpoCannabis Uruguay y La Bourgogne en Punta del Este y visitará ciudades del mundo, como Hamburgo, Nueva York y Los Ángeles. Se trata de la primera muestra global de fotos de cannabis.
A través de fotos que inspiren, generen un impacto y muestren la belleza que resulta de la simbiosis entre el arte y la naturaleza, la artista busca que este trabajo sensibilice y desestigmatice el mundo cannábico.
Entre la expresión y la investigación
Al entrar a la sala donde están expuestas las fotos de Ruete, las plantas de marihuana son las quinceañeras que acaparan la atención. Pero no por su olor ni por sus efectos, sino por el poder que pueden brindar solo a través del detalle plasmado en una imagen. La mayoría con fondo negro, otras con fondos de colores y un par que interactúa con una modelo que dialoga con la naturaleza, sin invadirla. Todo se corresponde a una selección de 30 fotos (que irá mutando cuando la muestra vaya moviéndose por los distintos puntos de exhibición) pertenecientes a cientos de variedades de plantas de varios cultivadores y clubes cannábicos.
Además, parte de los cogollos (flor de la marihuana) que exhibe Ruete pertenece a plantas que participaron de la Copa cannábica Canguro. Entre más de 600, la fotógrafa con ayuda de cultivadores que tiene como referentes eligió algunas de las flores que incluye ahora en la muestra. Tiene de las ganadoras, pero también tiene, por ejemplo, una que fue descalificada. Esa última, pese a verse perfecta estéticamente, tenía un hongo que la dejó afuera de competencia.
Toda la información que recabó Ruete con sus fotos es “invaluable”, según le comentó uno de los cultivadores. Porque tiene plantas de las ganadoras, las descalificadas, otras que ya ni existen y cientos de variedades. Sin contar las que va a seguir sumando, porque su labor en esta área continúa. En definitiva, toda su investigación se podría llegar incluso a materializar en forma de catálogo o libro si ella quisiera.
La fotógrafa destacó que en este tiempo de diálogos con los cultivadores aprendió mucho. Porque ciertas veces, un cogollo que a ella le resultaba increíble para fotografiar, no era el recomendado por ellos. En ese ida y vuelta se fue adentrando en la cocina del universo cannábico.
“La gente no lo sabe pero los cultivadores trabajan literalmente los 365 días del año. La planta tiene que comer y tomar agua todos los días. Invierten un montón de dinero en las plantas, los equipos y, muchos, en la seguridad. Es un trabajo redemandante”, afirmó Ruete.
Contó que empezó a fotografiar la planta sin ningún propósito en particular. Pero cuando se adentró en su forma y textura y vio la vitalidad que ganaba con una buena iluminación, se fascinó. “Son como señoras que posan”, dijo la fotógrafa entre risas.
Aunque quizá ahora haya alguno, la artista dijo que cuando empezó a fotografiar marihuana no conocía a ningún fotógrafo local que se dedicara a eso. Entonces, tomó como referentes a estadounidenses que fotografiaban a las plantas con un fondo negro y les sumó su propia perspectiva y estilo.
La argentina remarcó que su muestra no apunta únicamente a la mirada del mundo cannábico, sino que busca introducirle la esencia de la planta a otra gente que quizá está más ajena al tema. “Por supuesto que yo no soy una salvadora ni ellos lo necesitan, pero busco mostrar el trabajo de los cultivadores para homenajearlos, darles visibilidad y para que la gente los respete”, sostuvo.
Las fotos de Ruete comenzaron con la interacción entre el fondo negro y las plantas, pero luego se sumaron más colores para hacer de ese arte algo más amigable y brindarle una visión más femenina y pop. Luego vino la parte más compleja, de involucrar a una modelo. “Me comí la cabeza pensando cómo podía fusionar el mundo de la moda –que es de donde vengo– con toda la naturaleza del mundo cannábico, para crear algo con mucha más fuerza. Ahí es donde viene la idea de incorporar una modelo”, explicó.
Herbarium cuenta con la marca país, porque además de mostrar la cultura cannábica puertas adentro, representará un aspecto de Uruguay en otras localidades del mundo. Aunque ya se sabe que legalizó la marihuana, acercar esta realidad con una visión artística y cuidada es algo nuevo. “Todavía queda mucho trabajo por hacer y me encanta ser un poco activista de esto. Es necesario entender que el trabajo detrás del cultivo (legal) de marihuana es serio, ayuda al progreso y es un campo donde Uruguay es pionero”, concluyó la argentina.
Ruete habla de la marihuana como la planta del futuro, pero se corrige enseguida: “No, del presente”. Cuenta que en Argentina la gente la fuma pero que aún son estereotipados quienes lo hacen. Y quizá fue su mirada externa e importada la que le permitió resaltar en este país que la planta de marihuana necesitaba de una expresión artística que encontrara su belleza estética y la convirtiera en un objeto de arte.
“Sé que mi obra no solo habla por mí –sostiene la fotógrafa en el catálogo de la muestra, y también recuerda–: el arte es una expresión cultural inspirada en el contexto”.
