Fútbol > EL TAPADO DE LA FECHA

El zaguero que jugó con Decurnex y le arruinó el debut a Nacional

Alejandro Cappuccio, técnico de Rentistas, es además preparador físico, escribano, abogado y docente de entrenadores, y se deleitó en una charla con el sueco Eriksson
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18 de febrero de 2020 a las 05:04

"No querés tomar un poco de agua?”, parecía decirle con la mirada el entrenador sueco Sven-Göran Eriksson, ante tanta pregunta de fútbol.

El actual técnico de Rentistas,  Alejandro Cappuccio, tenía 23 años y había participado con Nacional Universitario de la Gothia Cup en Gotemburgo, Suecia, un torneo en el que tomaron parte 58 países. Los primeros ocho clasificados –Nacional terminó quinto– podían cenar con el DT sueco que entonces dirigía a Lazio antes de hacerlo en la selección inglesa.

“Para mí, era como si fuera un congreso. Fueron cinco o seis horas de charla con él y yo no solo no lo podía creer, sino que lo exprimía, le preguntaba de todo. Por eso me miró como para que hiciera una pausa”, dice Cappuccio a Referí con una sonrisa.

Para Alejandro, era “un adelantado. Ya había comenzado a estudiar el principio de juego de posición que después perfeccionó Pep Guardiola”.

Había llegado en 1995 a ese equipo y en 1997 jugó con José Decurnex, el actual presidente de Nacional, quien jugaba de golero, y Enrique Campos, el delegado de los tricolores en la AUF, como zaguero. “Era muy buen arquero; a Enrique le agradezco que me fue a saludar el domingo al vestuario”, cuenta.

En aquellos años, fueron el sparring de la sub 20 vicecampeona del mundo en Malasia con Víctor Púa, de la selección argentina de José Pekerman que justamente le ganó la final a la celeste, y de la selección mayor de Daniel Passarella.

“Venían todos a jugar contra nosotros porque teníamos la mejor cancha. Nos dirigía Wilmar Cabrera, un crack. Jugamos contra Aimar, Riquelme, grandes jugadores”, recuerda.

¿Cómo había llegado a Nacional Universitario? Previo a eso, luego de hacer el baby en Mirador Rosado y de jugar como volante, Gabriel Moreira lo llevó a la Preséptima de Nacional en 1990. Estuvo cuatro años, pero le cambiaron el puesto. De volante pasó a zaguero porque “llegó Martín Gambetta, sobrino nieto de Schubert (campeón del mundo con Uruguay en Maracaná en 1950) que era muy bueno, por lo que dejé de ser el ‘8’”.

Por entonces, debido a su nivel, lo subieron de Quinta a la Tercera que dirigía Hebert Revetria. En la Quinta el DT era el Chino Salva y enfrentaban a una generación tremenda de Peñarol con Claudio Flores, Gonzalo De los Santos, Nicolás Rotundo, Antonio Pacheco, Martín García y Federico Magallanes, entre otros.

Igualmente lograban títulos ya que dos veces fue campeón sudamericano en Brasil con los tricolores: con Manuel Origoni en la Sexta y con Humberto Grondona en la Cuarta.

Este tuvo mucho que ver en lo que se vendría antes de Nacional Universitario.

“Me dijo: ‘Sos muy chiquito para jugar de zaguero’, y de a poco me fue sacando y no me puso más. Tenía 18 años. Entré en una depresión grande, no quería nada. Sentir que de un día para el otro dejar de ser prescindible, fue muy duro. En esa época no había psicólogo deportivo”, explica.

Sus padres, Héctor y Teresita, y sus hermanos, Álvaro y Silvana, más sus amigos, jugaron un papel fundamental para que no se bajoneara más.

Rafael Anavitarte lo llevó a Nacional Universitario y fue como renacer. No hubiera conocido a Eriksson, no habría estado 70 noches en el exterior en distintos viajes a Estados Unidos y dos a Europa, una como jugador y otra como técnico y preparador físico. Es que Alejandro se recibió en el ISEF. Allí recuerda que con 15 años jugaba Agustín Viana, “un gran botija y muy buen jugador”. 

 En marzo de 2000, con 24 años, se recibió de escribano. Siguió con los estudios porque le gustaba ser abogado penalista y se recibió en 2007. Pero después no le gustó el ambiente y luego de ejercer en derecho laboral, comercial y de familia durante cuatro años, se dedicó solo a la escribanía.

¿Cómo compagina sus días? De 7 a 13 está en el Complejo Rentistas para dirigir al equipo entre semana. Luego se va a la escribanía y se toma un tiempo para llevar a sus tres hijos –Juan Ignacio, de 13 años, Joaquín, de 10 y Gonzalo de 5– a entrenar en Unión Vecinal en el baby fútbol. Cuando no puede, lo ayuda su esposa María Gabriela.

“Los dos grandes son hinchas de Nacional y el chico, de Peñarol, pero primero, que le vaya bien a papá, dicen”.

El domingo, luego del triunfo ante los tricolores en el debut del Uruguayo, vivió un momento i-nolvidable: “El grande me abrazó y lloraba. Estaba feliz porque yo lo dejo y me arma las jugadas en la tablet. Es como si fuera mi ayudante técnico”, comenta orgulloso.

Alejandro dice que además “fue muy emocionante todo para mí. Había como 50 personas entre amigos y familiares. Para mí fue muy fuerte porque el hecho de no haber llegado como futbolista y jugar contra el campeón uruguayo como entrenador, cuando iba por el túnel previo al partido, se me cruzó todo, aquellos años de tristeza”. 

Entre 2011 y 2012, dirigió en las inferiores de Wanderers. Un año después, lo hizo en Juventud. En 2014 pasó a Fénix y enfrentó a la sub 16 de Peñarol que venía invicta 48 partidos. Allí jugaban Federico Valverde, Santiago Bueno, Diego Rossi y Enzo Martínez, entre otros. “¡Y le ganamos 2-0 en Las Acacias! En mi equipo estaban Leonardo Fernández, Emiliano Mozzone –quien hizo los dos goles–, el Indio Fernández, Cristian Cruz que jugó el otro día en Cerro ante Peñarol. Gracias a que le ganamos a Valverde y a ese gran equipo, Juan Ahuntchain se fijó en mí y me llevó a Peñarol. Él impulsó mi carrera. Le tengo muchísima admiración. En la Sexta tuve a Facundo Pellistri, Ezequiel Busquets, Facundo Torres, el arquero que entró el otro día contra Cerro, Martín Correa, entre otros. En Peñarol aprendí mucho”.

En 2017, lo llamaron de Wanderers para la Cuarta. Ahunthain le dijo: “Si querés dirigir en Primera división, andá a otro equipo, porque acá en Peñarol va a ser difícil que puedas llegar. Y volví a Wanderers. En poco tiempo, Amaranto Abascal, que era el DT de la Tercera, se fue a Tacuarembó y él quedó allí. “Y Jorge Giordano –a quien admiro y agradezco– me sumó al equipo de trabajo”.

Entonces llegó la llamada que esperaba para dirigir en Primera. Fue Nicolás López, el presidente de la Sociedad Anónima Deportiva de Rentistas y excompañero suyo en las inferiores de Nacional, quien lo fue a buscar. Lo tomó en la B, lo ascendió y debutó ganándole al campeón uruguayo.

Pero este escribano, abogado, preparador físico, director técnico y padre, no se conforma solo con eso. También es docente en el curso de entrenador de la Asociación Cristiana de Jóvenes. Allí da la materia “planificación”.

“En esos cursos tuve a varios futbolistas como el Chapa Blanco, Malaka Martínez y José Luis Tancredi, entre otros. Conocí a (Andrés) Rodales allí y me lo llevé a jugar a Rentistas”.

Es lector empedernido. Le gustan los libros de fútbol y de historia. “Herr Pep”, de Martí Perarnau lo deslumbró. Y también le gustó mucho “11 anillos”, del mítico Phil Jackson, ganador justamente de 11 títulos de la NBA. “Es muy bueno para la gestión de manejo de grupos”, comenta.

El domingo comenzó muy bien. Se llevó por delante al campeón y busca seguir sorprendiendo.

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