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Jair Bolsonaro, candidato populista de extrema derecha, es el favorito del balotaje en Brasil ante Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores
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27 de octubre de 2018 a las 05:02

Es una ironía política que, en Brasil, ad portas de la elección más polarizada desde el final de una sangrienta dictadura militar (1964-1985), y en la que el probable ganador levanta en alto las banderas de un populismo de extrema derecha, de moda en el mundo, y en un país carcomido por la corrupción, el libro Cómo mueren las democracias, de los politólogos estadounidenses Daniel Ziblatt y Steven Levitsky, figure en lo más alto del ranking de Amazon de esta semana, según un artículo en el diario británico Financial Times. 

Ambos académicos de la Universidad de Harvard escriben un texto con el foco en su propio país tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca que perfectamente podría extrapolarse al estado de la política brasileña: “los políticos estadounidenses actuales tratan a sus adversarios como enemigos, intimidan a la prensa libre y amenazan con impugnar los resultados electorales. Intentan debilitar las defensas institucionales de la democracia, incluidos los tribunales”. Los profesores universitarios advierten que hoy “las democracias pueden fracasar a manos no ya de generales, sino de líderes electos, de presidentes o primeros ministros que subvierten el proceso mismo que los condujo al poder”.

En un país fastidiado por los hechos de corrupción que salpicaron a todos los grandes partidos de Brasil, y golpeado por altos índices de violencia y desempleo, Bolsonaro conquistó al electorado con un discurso “antisistema” del estilo de Donald Trump.

 

No hay manera de no pensar en el candidato favorito brasileño Jair Bolsonaro cuando los autores plantean si “una vez una persona potencialmente autoritaria llega al poder, las democracias afrontan una segunda prueba decisiva: ¿subvertirá el dirigente autocrático las instituciones democráticas o servirán éstas para contenerlo?”.

Ninguna elección presidencial de Brasil de la historia reciente despertó tanto interés como la que se realizará este domingo 28 en la que los electores decidirán si durante los próximos cuatro años serán gobernados por el ultraderechista Bolsonaro, que lidera cómodamente los sondeos, o por el izquierdista Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT) que a la sombra del encarcelado expresidente Luis Ignacio da Silva, por casos de corrupción, intentó formar un “frente democrático” para impedir la victoria de un candidato que lo comparan a Donald Trump o incluso con Recep Taiyip Erdogan, de Turquía, o Rodrigo Duterte, de Filipinas. 

 

Bolsonaro, un excapitán del Ejército de 63 años, ganó la primera vuelta con 46% de los votos, con el hasta entonces minúsculo Partido Social Liberal (PSL), frente a 29% para Haddad. Los sondeos del balotaje le auguran una victoria por 56% a 44%.  

El prestigioso escritor inglés Geoff Dyer escribió en el diario Financial Times que se deben tomar en serio los planteos más alarmantes para una democracia que ha lanzado el candidato de extrema derecha brasileño: agregar 10 nuevos jueces al Supremo Tribunal Federal; fuertes cuestionamientos a los medios de comunicación; un posible proyecto de nueva constitución, excluyendo al Congreso -aunque luego se retractó-; reivindicación de la dictadura militar y elogios a los torturadores; y “limpiar” al país de los “delincuentes rojos” del izquierdista Partido de los Trabajadores.  

El ultraderechista de 63 años ha dado muestras de que ya se ve electo: Haddad “sólo puede llegar (a la presidencia) con un fraude, por el voto no va a llegar, estoy seguro”, dijo el pasado miércoles 24. Días atrás, en un encendido discurso, dio su “pésame” a la “prensa vendida”, agradeció a sus seguidores porque “están salvando nuestra patria” y dijo que el encarcelado expresidente Lula da Silva “va a pudrirse en prisión”.

Es muy probable que Dyer esté de acuerdo si a esos rictus autoritarios, se incluyen las promesas de Bolsonaro sobre el combate a la criminalidad con medidas de flexibilidad al porte de armas o sus ideas misóginas, homofóbicas y racistas.

Tan cerca de llegar al poder, Bolsonaro ha intentado mostrar un perfil más amable y ha caminado en punta de pie en la campaña para no poner en riesgo su capital electoral. En ese sentido, rechazó acudir a los debates con su rival y mantuvo su exitosa estrategia proselitista en las redes sociales, donde suma millones de seguidores.

En un país fastidiado por los hechos de corrupción que salpicó a todos los grandes partidos de Brasil, y altos índices de violencia y desempleo, su discurso “antisistema” encontró respaldo no solo entre los influyentes líderes de iglesias evangélicas, que lo ven como la mejor alternativa para evitar el retorno de la izquierda, sino también en otros sectores de la sociedad.
En las últimas semanas antes de la primera vuelta electoral, hizo una jugada maestra, con la que venció las reticencias de los mercados y se ganó el apoyo de buena parte de los empresarios, con el anuncio de que, si gana la elección, nombraría ministro de Hacienda al economista Paulo Guedes, partidario de las privatizaciones y de medidas de austeridad para sanear las cuentas públicas. Ya nadie recuerda su frontal combate contra las políticas económicas liberales durante sus 27 años como legislador.  


Corriendo de atrás

El contrincante del tsunami llamado Bolsonaro, el exalcalde de San Pablo Haddad, tuvo que recorrer un camino muy arduo, y aunque logró repuntar en el tramo final de la carrera electoral, es muy difícil que le alcance para conquistar el primer puesto. 

Haddad tuvo el desafío de convencer al electorado de que era el mejor sustituto de Lula, pero, al mismo tiempo, la titánica tarea de tomar la suficiente distancia del dos veces presidente. 

 

Tuvo el desafío de convencer al electorado de que era el mejor sustituto de Lula, pero al mismo tiempo, la titánica tarea de tomar la suficiente distancia del dos veces presidente porque también hoy es un símbolo muy fuerte de todo lo malo de la política. 

Pese a ello, no pierde la esperanza de lograr algo que parece imposible. Este exministro de Educación, de 55 años, se comprometió ante su electorado que luchará hasta el final por su candidatura “porque el otro proyecto realmente da miedo y quien conoce el entorno de Bolsonaro siente real recelo de lo que pueda suceder”. 

Pero lo cierto es que, según revelan las encuestas, sus alertas sobre el excapitán del Ejército Bolsonaro, a quien acusó también de fomentar la violencia, no han calado entre unos electores que les pesa más los hechos de corrupción de Lula y de buena parte de la cúpula del PT, la cruenta violencia en las calles de Brasil y la crisis económica que se hizo visible desde el segundo gobierno de la izquierdista Dilma Rousseff, destituida por el Congreso.

No fue suficiente que de cara al balotaje el “Haddad es Lula” -que visitaba todas las semanas al líder encarcelado- haya dado lugar a un candidato menos apegado al PT; tampoco dio muchos réditos su intención de liderar un frente democrático contra el populista Bolsonaro. 

Lea también: Haddad recorta seis puntos la distancia con Bolsonaro pero sigue lejos, según nuevo sondeo

Si bien es cierto que este licenciado en Derecho, con una maestría en Economía y un doctorado en Filosofía, pudo, gracias a su trayectoria, llegar al corazón del PT, nunca dejó de estar a la sombra de Lula. 

No es la primera vez que Haddad debe correr de atrás. Le ocurrió en las elecciones por la Alcaldía de San Pablo, en 2012, que no era el favorito y acabó ganando. 
Pero eran los tiempos en que Lula da Silva era considerado una estrella política mundial, que el modelo de lucha contra la pobreza era un modelo a imitar y nada se sabía del entramado de corrupción del entonces gobernante PT ni del mal manejo de la economía.

Desinformación
La desinformación en las redes sociales alcanzó un nuevo pico en la lucha por la presidencia en Brasil, con el uso hasta ahora inédito del WhatsApp para tratar de manipular al electorado.
La Policía Federal investiga la diseminación de informaciones falsas contra los dos contendientes de la segunda vuelta: el ultraderchista Jair Bolsonaro, gran favorito, y su adversario de izquierda Fernando Haddad. El principal campo de batalla de esta guerra en línea es WhatsApp, el servicio de mensajería instantánea propiedad de Facebook, que tiene unos 120 millones de usuarios en un país de casi 210 millones de habitantes. “Es la primera vez que en una democracia estamos observando el uso de WhatsApp para difundir noticias falsas”, declaró el jueves 25 en San Pablo Laura Chinchilla, expresidenta de Costa Rica y jefa de la misión electoral de la OEA.
 

 

Todo hace pensar que esta vez Haddad vivirá de nuevo el desánimo que mostró en 2016 cuando fue claramente derrotado en la primera vuelta de las municipales ante el empresario liberal Joao Doria.  Aunque ahora debería tener en cuenta que, si pierde el domingo 28, es más bien por el rencor o el enojo del electorado hacia Lula.

La elección en segunda vuelta en la cuarta democracia más grande del mundo es la hora final de una campaña muy dura que tuvo como protagonistas a dos candidatos con visiones diametralmente diferentes.

La única certeza es que, sin importar el resultado del balotaje de este domingo, “los problemas de Brasil no habrán terminado” como dijo la economista brasileña Mónica de Bolle, investigadora sénior del Peterson Institute for International Economics y directora de Estudios Latinoamericanos y Mercados Emergentes de la School of Advanced International Studies de la Universidad Johns Hopkins. Es que “la economía más grande de América Latina tiene muy poco que festejar”. 

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