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Emprender en el arte: la autogestión como aprendizaje

La comediante Laura Falero se dedica al stand up y cuenta cómo organiza sus shows de forma independiente
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15 de febrero de 2016 a las 00:00

Creo que por estos días me voy a desmayar de un ataque de autogestión. Siempre intuí que iba a terminar siendo la única gestora importante de mis ideas, cueste lo que cueste, y que iba a ser complejo.

Y no porque no sepa hacerlo, aprendo rápido, soy Licenciada en Ciencias de la Comunicación y me gusta mi profesión y me voy superando, pero el agotamiento se da porque son muchas las puntas que atender como para hacerlo sola y sin un apoyo económico considerable. Esa es la única razón por la que el artista demora tanto en mostrar al menos dignamente lo que hace.


Soy comediante profesional hace ya más de cinco años. Todo comenzó como una nueva posibilidad de mostrar mis ideas a través del humor y de la oralidad y con los años se fue trasformando en una profesión y sobre todo en uno de los emprendimientos más importantes de mi vida.
Soy emprendedora y mujer, y además comediante, terreno de varones, todo demasiado difícil. Hay que tener mucha seguridad y templanza. Pero con el paso del tiempo, me fui dando cuenta que toda mi vida había trabajo para que esto ocurra, para trasformar el arte que vivía en mí, en un emprendimiento redituable, fiel a mi ideas y sobre todas las cosas que inspire a aquellos que aún no se animan a liberar sus prejuicios, para que se animen a ser lo que saben que son.


Desde muy pequeña tuve inclinaciones hacia todas aquellas actividades que tengan que ver con expresar emociones. La más clara siempre fue la música, y nunca dudé de ello, hasta que un día actuando durante una obra de teatro, luego de hacer un chiste improvisado, y que la gente se riera mucho, empezó a fluir un nivel de conexión tan inspirador como alcahuete conmigo misma, que mi percepción en ese instante sobre la vida entera cambió. Fui atravesada por nuevas posibilidades de crear, como cuando un niño cocina una torta deliciosa y se da cuenta que algo pasa y quizás por ese camino vaya su vida.


Allí fue donde comencé una búsqueda más específica, primero en la escritura, luego en la narración oral, y también la música, y que gracias a algunos maestros, terminó fluyendo de forma muy natural y sobre todo libre hacia el arte de la comedia.


Al principio no sabía bien por qué lo hacía, solo fluía, lo que junto con el nivel de aprendizaje tan intenso, empezó a dominar mi forma de pensar. y ordenar mis ideas. Con el tiempo las revelaciones empezaron a caer con la experiencia, y sobre todo concatenaron al pasado con la necesidad de encontrar en el presente las respuestas que me enfocaran hacia las utopías, o sea, mi camino.


Y un día, cuando la crisis estaba instalada, por cierto, una de las más hermosas que he tenido en toda mi vida, cuando ese camino ya se había convertido en pampa, me transforme en gigante. Me di cuenta que tenía muy claro mi camino, mi propuesta de valor, que comenzaba a juntarme como personas que me inspiraban, que comencé a asesore legalmente sobre cómo hacer redituable mi profesión, no dormía, pensando cómo podía financiar mis proyectos para serles fiel, la importancia de la honestidad, y allí rodeada de mentores me di cuenta que era una gestora de mi arte, una emprendedora.


Salí de mi cuarto y me fui a trabajar a un espacio rodeada de personas con diferentes profesiones que me ayudaron a crecer y a enfocarme con una generosidad conmovedora, Sinergia Cowork, y desde ese momento todo se desbloqueó.


Y eso sin olvidarme que también estoy en muchas revoluciones, algo que descubrí en el camino, porque ¿qué más sino es la comedia que un discurso político expresado de forma gracioso? La racionalización de lo patético de la existencia.


Pero mi gran contradicción era que si debería ser a cambio de dinero, porque soy ante todo idealista, y no puedo concebir el vender las ideas, porque las ideas son de todos, las ideas son parte de la evolución. Ambición, de eso no tengo. Y eso fue lo que aprendí, no es vender, es valorar.


Solo se como verdadero que el sentimiento de estar mostrando con el menor ruido posible lo que uno piensa del mundo, en cualquier emprendimiento, es impagable, es vivir en libertad personal, es un derecho también, y una necesidad humana, que muchas aún tardan en descubrir. También es eterno, porque quedara en nuestra herencia genérica, es revolucionario, porque lucha con la construcción de la moral, y es inspirador para resto de la humanidad. O sea que es un acto de generosidad.


Pienso en esto todos los días, y en que además tengo que colgar el cartel en la sala, hacer el afiche, la escenografía, repartir volantes, vender entradas, difundir, mover las redes sociales, comprar el agua para la función, barrer si hay mugre, decidir sobre el audio, las luces, la música de sala, la disposición, hacer los trámites legales y confirmar que nadie falle si delego algo, todo con una sonrisa y cultivando empatía.


Y algo fundamental, lo bueno a la hora de vender mis ideas es que ¡no tengo que problemas con el pitch.


Practiquen el pitch.

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