Espectáculos y Cultura > Cine

En Monos, los niños perdidos viven una guerra futurista con sangre reciente

Una película concebida por un corazón colombiano, un cerebro uruguayo y un cuerpo internacional de producción, se puede ver en las salas de Cinemateca
Tiempo de lectura: -'
20 de diciembre de 2019 a las 05:03

Pablo Staricco Cadenazzi

Especial para El Observador

 

Tenso y de un deslumbre sensorial profundo. Así es el encuentro generado entre la película Monos y sus testigos, los espectadores. El director responsable es el colombiano Alejandro Landes, quien concibió una película madura y emocional que trata sobre la violencia infantil en la guerra. Suena a una premisa explotadora, sí, pero aquí no hay miseria gratuita. Se promociona, de todas formas, como una verdadera experiencia cinematográfica y eso sí es cierto. Porque aunque la descripción suele usarse para presentar hasta la producción más superflua del cine hollywoodense, Monos cumple genuinamente con la premisa de un enunciado cada vez menos escuchado: “Hay que verla en el cine”. En Uruguay, ese axioma se puede comprobar en Cinemateca, donde la película tiene programada funciones hasta la semana próxima, por el momento.

Monos, que tiene al realizador uruguayo Fernando Epstein como productor y mano derecha de Landes, llegó a la cartelera uruguaya casi que de sorpresa. Si bien la coproducción internacional —que tiene a nueve países involucrados— venía acercándose por la región con lanzamientos en Colombia o Argentina, hace tan solo unas semanas parecía que iba a estar relegada a los estrenos de 2020. Su arribo al ajetreado mes de diciembre es, de alguna manera, tan afortunado como desaprovechado. Monos es una de los mejores producciones latinoamericanas del año y su estreno local debería ser celebrado. La película, sin embargo, parece haber sido rechazada por el circuito de salas populares más afines a darle espacio a las reinas de hielo y a los sables láser.

No hay rastros de hombres de nieve parlantes ni fuerzas mágicas en este largometraje. Hay soldados, un paisaje montañoso desolador pero majestuoso y armas de un gran calibre. Las manejan los Monos, que son ocho: Patagrande, Rambo, Lobo, Leidi, Sueca, Pitufo, Perro y Bum Bum. Son jóvenes, pero se desconoce sus edades. Hablan español, pero se desconoce de dónde vienen. Se desconoce también su pasado. Sí se puede ver, desde el inicio, su presente, único y devastador: una guerra que rara vez se hace visible pero que los rodea todo el tiempo. Los Monos forman una tropa y esa tropa es parte de la Organización, cuyo nombre directo y hasta vago es solo uno de los pasos que el director y coguionista, Alexis Dos Santos, toman para construir, de forma moderada pero meritoria, una realidad futurista y cruda que no dista de los orígenes que la inspiraron.

Colombia y el fuego cruzado de las guerrillas de esa nación está más que presente en Monos, pero no como uno creería. La ausencia de una ambientación geográfica, temporal y política convierte a la historia —en la que los Monos enfrentarán desafíos cada vez más grandes para mantenerse cuerdos y unidos— en un cuento casi universal. Los límites entre la ficción y su antítesis se vuelven más confusos, y por lo tanto fascinantes, cuando trascienden algunos detalles de la producción como el origen de El Mensajero, única figura autoritaria y paternal de los jóvenes y uno de los personajes más memorables de la película. En una conversación posterior a una proyección en Cinemateca, Epstein compartió, por ejemplo, que el actor Wilson Salazar, El Mensajero, es un exguerrillero de las FARC quien comenzó a trabajar en el rodaje de Monos como asesor y terminó con un papel de peso que marcó al elenco más joven.

Se haga o no inevitable pensar en las conexiones con el verdadero conflicto armado de Colombia, la principal lucha en Monos es también la que viven los adolescentes y niños protagonistas. De más está decir: las cosas rara vez van a marchar bien. Ni afuera de la tropa, ni adentro. Aunque estén siempre listos, los niños siempre serán niños. Y los niños juegan, se enamoran y, sobre todo, tienen miedo. Porque además de intentar de vivir lo que les queda de inocencia, los Monos se deben preparar para defender la única vida que, hasta ahora, conocen. 

Filmar  afuera y con atrevimiento

Filmada principalmente en exteriores, Monos está repleta de escenas cuyo fotogramas podrían formar una colección de fondos de pantalla de pura belleza estática. Esto se debe a un gran uso del clima y paisaje de la montaña (y una consecuente mudanza hacia la selva, donde sucede la otra parte del relato), que el director de fotografía Jasper Wolf captura con cierto atrevimiento, nunca contentandose por una sola forma de retratar a los Monos. Mientras que el guión alterna la historia con una fórmula que incluye escenas de entrenamiento, riñas internas y momentos de mayor liviandad, la edición del filme le provee un aura contradictorio: hay reflexión y adrenalina casi todo el tiempo. La estupenda y espeluznante banda sonora de Mica Levi, con un gran apoyo de notas prolongadas sostenidas de forma extensa, también ayuda en ese sentido.

El clásico literario de William Golding, El señor de las moscas, surge como la referencia obligada para empezar a entender la dinámica de una sociedad improvisada y juvenil como la de la película. También lo hace la madre de todas las películas de guerra, Apocalypse Now, que sirve para introducir la inevitable locura que esconden las tinieblas de cualquier selva tropical donde haya hombres aguardando órdenes. Hay, además, cierto impronta más cercana a los videjuegos en algunas escenas de acción. Más que recurrir a esos textos como guía, Landes parece haberlos tomado como ingredientes para una receta con un gusto muy claro y uno muy reconocido en la voz del Coronel Kurtz de Marlon Brando: el  horror. El horror de la guerra.

Con esa fuerza dramática, pero también con la capacidad de ser un recomendable entretenimiento en pantalla, Monos hizo un recorrido exitoso antes de llegar a Uruguay. Fue premiada en el Festival de Sundance, siguió cosechando aplausos en la Berlinale y próximamente tendrá otra gran competencia.

Pese a que Monos no representará a Colombia en los Premios Oscar (ninguna película latinoamericana dirá presente en la ceremonia), si tendrá una chance en los Premios Goya, donde va por el premio a Mejor película iberoamericana contra La odisea de los giles. Es necesario, tal vez, destacar un elemento que diferencia a Monos de la película de los Darín. En lugar de diferenciarse cada uno de los roles del equipo que trabajó en la producción, en los créditos de Monos el director, los productores y los actores aparecen con la misma relevancia. Tal vez sea un ejemplo sin tanta importancia, pero también puede tomarse como el reflejo del esfuerzo verdaderamente colaborativo que debe haber significado filmar una película como Monos y crear, en ella, una historia efectiva, cautivante y, sobre todo, necesaria. 

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...