Juan Samuelle

En una bodega de Peñarol Viejo, un ejemplo perfecto del “¡sí, se puede!”

Hace poco y con renovados bríos que impuso una cuarta generación en la Bodega Bresesti, con dolor hubo que tirar mucha uva, pero pronto llegaron las alegrías

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28 de febrero de 2022 a las 05:00

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Hace poco, no más de 10 años, sucedió algo que los integrantes de la familia Bresesti recuerdan como un momento que hoy es una anécdota que cuentan sin reproches, pero que entonces significó un fuerte impacto: la primera vez en la que se hizo un raleo y se tiraron al piso muchos racimos de uva.

“Fue una sensación difícil de describir”, comentó Bruno Bresesti, integrante de una cuarta generación en la firma familiar y director hoy de la bodega cuyo nombre es su apellido.

Aquella fue una decisión “muy pensada”, pero “muy necesaria” para que la empresa se modernice y perdure, sin dejar de resaltar y agradecer las raíces firmes que conforman lo que su bisabuelo Pietro (quien llegó desde San Giácomo Di Teglio, en el norte de Italia), su abuelo René y su padre Carlos con sus respectivas familias fueron generando.

Aquella actitud –conocida para los actores del sector vitivinícola pero no tanto fuera de las porteras donde hay vides y bodegas– tenía por objetivo avanzar hacia una concentración de la calidad en la uva que permanecía en las plantas y así poder comenzar a producir ya no solo vino de mesa, también vinos finos para abastecer al mercado interno y exportar.

Juan Samuelle
Uno de los viñedos, en la zona de Peñarol Viejo.

Dolor y satisfacción

“Cuando recordamos aquel momento hay una mezcla de sensaciones, fue doloroso ver caer toda esa uva, pero el riesgo que se tomó fue generando satisfacciones, aunque en su momento era todo incertidumbre”, reflexionó.

Es que no solo estaba la actitud de desaprovechar mucha uva en favor de disponer de más calidad en la fruta, también hubo que ir incorporando tecnología, con esas inversiones que es imposible pensar en recuperarlas, pero que son indispensables para accionar en el mercado de modo competitivo y obtener una rentabilidad al menos mínima, que compense todos los esfuerzos.

Hoy, reflexionó el joven productor y bodeguero, “tenemos la sensación de que si no hubiésemos dado aquel paso hubiese sido cada vez más difícil subsistir con el viejo modelo de negocio”.

Hasta 1992 la bodega de la familia no disponía de producción vitícola propia, compraba el 100% de lo que molía. Ese año los padres de Bruno, Carlos y Graciela, adquirieron el que hoy es el viñedo principal de la empresa, ubicado en Las Violetas, Canelones.

Tiene 15 hectáreas y hay 12 con viñedos, con uvas blancas Sauvignon y Ugni Blanc y las variedades tintas Tannat, Moscatel, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon, Arinarnoa y Marselan.

Además, en Peñarol Viejo (Montevideo), donde está la bodega, hay un cuadro de media hectárea con uva Marselan.

La producción anual es de 200 a 250 mil kilos y toda la uva que se produce se vinifica en la bodega propia y lo habitual es que solo se utilice uva “de la casa” para elaborar los vinos, solo en casos muy puntuales se ha adquirido uva.

Bodega Bresesti tiene más de 80 años, pero recién en 2015 comenzó a producir vinos finos. Entonces, lanzó un vino “tope de gama” que ganó un destacado premio en Francia, lo que dio “mucho empuje” a la arriesgada decisión y fue la base para que se fueran sucediendo otros desarrollos vinícolas: la línea reserva “Pequeñas colecciones” con cinco variedades, otra más joven llamada “Línea histórica” que tiene como ilustración en las etiquetas rostros identificatorios de distintas civilizaciones relevantes para la historia del vino y ediciones especiales como los Vinos Naranja, para ir diversificando el portafolio, con base en las distintas variedades, con tintos, blancos y rosados, como el Experiencia Rosé.

Una característica que Bruno le ha impuesto a la gestión de la bodega es la de ir creando en cada vendimia nuevos vinos: “Es algo que me gusta, soy bastante inquieto en la elaboración, me gusta experimentar y variar”, destacó.

La comercialización la hace la bodega, aprovechando canales disponibles de la etapa en la que solo se vendía vino de mesa y añadiendo otros, con una presencia seleccionada con base en la filosofía de una empresa típicamente familiar, priorizando estar en vinerías, tiendas especializadas, tiendas de productos naturales, “donde se pueden encontrar este tipo de productos muy cuidados”.

Los vinos Bresesti se exportan a Brasil, Estados Unidos y Paraguay. Y es un objetivo “de corto plazo” incrementar la apuesta a la producción de vino fino en el total del vino elaborado (se acerca ya al 30%) y a la exportación, con la meta de ampliar los mercados.

“Con modestia lo decimos, hemos crecido con base en la calidad, el boca a boca ha sido fundamental y nos da orgullo cada comentario sobre cómo quedaron los vinos, eso nos importa mucho porque la empresa y cada vino lleva nuestro apellido”, concluyó.

Juan Samuelle
Los productos elaborados en la bodega.

El secreto está en una palabra: pasión

Bruno tiene 33 años. Está casado con Viviana y tienen dos nenas, Roma y Pierina. Su hermana, Fiorella, trabaja en el exterior. Es ingeniero agrónomo y en su formación profesional una de las áreas en las que estudió fue la enología. Todo eso lo añadió al conocimiento profundo del sector, fruto de que nació y se crió en una bodega y entre los viñedos.

Tras egresar, viajó para hacer una pasantía y trabajar en Estados Unidos, en una bodega de gran porte. “Eso me abrió la cabeza”, dijo. Al regresar, en diálogo con sus padres, propuso un cambio clave, dejar de producir solo vino de mesa para iniciar la producción de vinos finos y en pocos años esos nuevos productos lograron premios y se posicionaron en el mercado interno y en la exportación.

La primera producción, recordó, fue de 2.000 botellas del Tannat Premium, el vino tope de gama, un vino con pasaje por roble, robusto y muy amable a la vez, según describió. Hoy se ha crecido a 60 mil botellas entre todas las variedades.

Con ese vino se obtuvo una medalla de plata en el concurso internacional Vinalíes, en París. “Fue algo que nos dio un gran apalancamiento en un momento de incertidumbre, con dudas razonables, cuando nos jugamos a un cambio grande y hubo que hacer mucho esfuerzo y una inversión para nosotros muy importante”, expresó.

También fueron de alto valor comentarios y calificaciones sobre los vinos Bresesti en la prestigiosa Guía Descorchados del chileno Patricio Tapia o del crítico británico Tim Atkin, por mencionar algunos ejemplos. Todo eso “nos da orgullo y nos dice que vamos por buen camino”.

Sobre algún “secreto” para lo logrado, mencionó rápidamente la palabra “pasión”. Y eso lo refrendó Carlos, su padre, quien sigue al firme apoyando a su hijo y también dialogó con El Observador.

Ambos remarcaron, más de una vez, que todos los aspectos son importantes: el conocimiento de la actividad vitivinícola, la comercialización, las inversiones… pero lo fundamental “en un país como Uruguay donde todo cuesta mucho, donde no hay margen para el error es la pasión que tenemos por esto”. Y es por eso que a la hora de trasladar un comentario a otro joven que esté indeciso sobre largarse a un emprendimiento, Bruno indicó: “El camino seguramente sea largo, tortuoso, con dificultades… pero si es algo que te gusta y para lo que estás preparado, si hay pasión y está el respaldo familiar, hay que hacerlo”. 

Juan Samuelle
Bruno Bresesti delante del frente de una bodega con mucha historia y un presente modernizado.

Atentos al tiempo  

La vendimia de 2022 recién comenzó, apenas se han ido cosechando las primeras variedades. Puede ser otra muy buena zafra, como las dos anteriores. Dependerá, como siempre, de que no haya contratiempos climáticos. Los 200 mm que cayeron a mediados de enero sirvieron para solucionar la falta de humedad, pero en algunos casos hubo excesos y se generaron dificultades sanitarias. Igual, “si no hay nada adverso ahora, vamos a tener una buena vendimia”, estimó Bruno.

 

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