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Enero alternativo: un recorrido para descubrir el verano que se esconde en el oeste del país

De Colonia hacia el norte hay varios puntos destacados en el mapa que se pueden destacar en un paseo alejado de las playas esteñas
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03 de enero de 2020 a las 05:03

Es un poco inevitable no mirar hacia el este cuando pensamos en el verano, porque el verano es –en nuestras cabezas predeterminadas por la historia y la cultura y la sociedad y todo lo demás– playa, sol, sombrilla, una cerveza en la conservadora o un libro tirado en la arena sacudiendo sus páginas en el viento caliente. Pero en la edición de El Observador de ayer ya vimos –y si no lo vio vaya al kiosco o a la web, lo que más le guste– que el verano también puede ser camping, precios bajos, una estadía alejada de la arena. Y el verano, para aquellos que no tienen la fortuna de tener una licencia que les permita tirarse durante varios días bajo el sol en una reposera, también pueden ser tours de un día o dos por zonas que, estando muy cerca de Montevideo o de ciudades del interior, son si no desconocidas al menos están alejadas de los circuitos turísticos más recurrentes. Son paseos que, además, en época corren con una ventaja nada despreciable: están casi vacíos.

Para descubrirlos, obviamente, también se puede mirar al este porque allí hay mucho más que playas y balnearios tapados de turistas, pero esta vez les proponemos enfocar la mira hacia el lado opuesto, hacia el oeste del país. En la zona lindera al río Uruguay hay varios puntos que salpican la ruta 21 –esa que une, más o menos, a Colonia con Mercedes– que merecen aunque sea algunas horas de atención, ya sea para apreciar algunos de sus cambiantes paisajes, como para disfrutar de los atractivos gastronómicos o históricos que se reparten a lo largo y ancho de la zona. Lo que sucede en ese tramo, además, es bastante particular a nivel topográfico: hay viñedos, algunas ondulaciones interesantes, muchísimos riachuelos y puentes que los atraviesan y alguna que otra playa escondida. De todo para todos, como quien dice.

Tomando en cuenta que este recorrido puede hacerse en uno o dos días, a continuación se enumeran algunos paseos encapsulados para que cada uno pueda adecuarse a lo que más le interese.

El paseo histórico

Si el punto de partida es Colonia del Sacramento, obviamente el turismo histórico tiene que ser uno de los destacados de este paseo fugaz por el oeste. Pero además de las bondades portuguesas de la ciudad –que quizás ya sean demasiado conocidas para el viajero más recurrente– en el camino hay otros sitios con historia para destacar y visitar. Por ejemplo, cerca de Carmelo –que de paso es una de las ciudades más antiguas del país– está la Calera de las Huérfanas, un lugar lleno de leyendas e historia que se puede visitar a cualquier hora del día. Y el pueblo de Conchillas, bastante más cerca de Colonia, es otro de esos puntos. La visita puede durar menos de dos horas, pero su cementerio fantasmagórico y antiguo ya vale la cruzada y el pasado inglés de la zona se siente en cada adoquín y en cada ladrillo. Además tiene una gran vista al Río de la Plata y hasta un hotel cuatro estrellas en la costa. 

Recorrido por los viñedos

No es un secreto que los alrededores de Carmelo, ciudad partida al medio por la ruta 21, están plagados de viñedos y bodegas reconocidas a nivel nacional e internacional. La visita en otoño o en primavera es lo ideal, pero lo cierto es que en verano el terreno está mucho más despejado de turistas, que prefieren nuclearse al otro lado del país. Es cierto que los calores pueden jugar una mala pasada y que estar un día bajo el sol probando vinos en enero quizás no sea lo más recomendable, pero si se cuadra el viaje en un día no demasiado caluroso –que, hasta ahora, ha sido la norma de este verano relativamente templado– puede ser un gran paseo. Las bodegas más recomendables y que ofrecen tours o degustaciones son Campotinto, Narbona, El Legado, Cordano, Zubizarreta y, más lejos hacia el sur, Cerros de San Juan. 

Balnearios de río

Lo bueno de Uruguay –al menos de gran parte de su territorio– es que cuando no hay mar hay río. Y si no hay río, hay arroyo. Por eso, el verano sofocante siempre se puede apagar, estés en la punta del país que estés. En la zona que nos ocupa hoy hay varias zonas aptas para baños que pueden servir para darse un chapuzón momentáneo o bien establecer campamento y quedarse durante el día. Para ir en orden, a lo largo del Río de la Plata hay varios puntos en donde se puede bajar a la playa, y uno de los más tranquilos y apartados es el balneario Punta Gorda, cuya entrada queda muy próxima a la salida de Carmelo. Allí, las playas son tranquilas y bastante recónditas, y tiene la particularidad de ser el lugar donde los dos cursos de agua –el Río de la Plata y el Uruguay– se encuentran, algo que genera un entorno muy particular. Un poco más arriba, pasando Nueva Palmira, está la playa de La Agraciada, donde como bien hicieron los treinta y tres orientales, usted también puede desembarcar, y más adelante, cerca de la ciudad de Dolores, está el balneario de La concordia, que presenta características similares pero ya a orillas del “paterno”.

Algún que otro pueblo

En esta zona hay algunos pueblitos que valen la pena, aún cuando su visita no lleve más de una hora y poco más. Ya hablamos de Conchillas y su historia, pero más arriba en un camino que parte de Dolores está Villa Soriano, un pueblo muy pequeño que ya por su largo muelle –que se mete bien adentro en las aguas del Río Negro– paga el precio de su visita. Lo ideal es ir al caer la tarde y recorrer sus calles y casonas antiguas –se fundó en 1624–, y luego ver el atardecer sobre el agua. Esa zona del río es particularmente ancha y el efecto del sol escondiéndose en el agua es especialmente fotogénico. 

Un final con jazz

Si su recorrido coincide con la semana que va del 11 al 19, es probable que quiera terminarlo o al menos pasar un rato por Mercedes, porque en esas fechas la ciudad es un hervidero de música, específicamente de jazz. El festival Jazz a la calle, que se realiza cada enero desde 2007, es un verdadero cúmulo de ritmo que toma a la capital de Soriano y la convierte en un polo cultural del verano. A pesar de que puede coincidir con los agobiantes calores del centro norte del país –que se pueden aplacar con un chapuzón en alguna de las playas de la ciudad pero que a veces ni eso funciona–, es un punto final por todo lo alto para este paseo alternativo alejado de las costas del este del país.
 

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